Patria perdida |
Dos soldados ajustaban su cuerpo al pequeño uniforme borrosamente verde de la fotografía y una mujer dirigía su rostro hacia las rotas claridades de la realidad: no había armas en las seis manos sencillas que sin golpearte ni tocarte te apresaban. Tus ropas estaban tejidas en anchas zonas paralelas con el oscuro color de los condenados. Porque estarás mucho tiempo así mirándote contemplar las ruinas mientras tu brevísima culpa se disuelve en el gran crimen o cuando vuelvas a casa y llorando le cuentes a tu hijo (cómo se parece a ti qué alto qué rubio qué sonriente es con qué fuerza mastica su caramelo de goma) le cuentes cuántos hospitales cuántas escuelas cuántas aldeas cuántos niños con los años de tu hijo destruiste quemaste borraste con tus bombas en Viet-Nam. |
Saúl Ibargoyen
Patria perdida
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