Ruge 25
Daniela Hehus

A la familia Varela.
A toda la hinchada.

Podrá pasar mucho tiempo, pero lo cierto es que nadie se olvida más de aquel tan controvertido partido que jugó el club 25 de Agosto contra el equipo de las Bóvedas.

Fue en la cancha de Goes ya que estaba prevista la asistencia de una multitud de gente que asistiría a esta gran final que habilitaría al ganador de este encuentro el tan deseado ascenso a la segunda divisional del basketball Nacional. La cancha de Goes era una de las más amplias en cuanto a capacidad de espectadores. Ese día hubo que disponer de manera completa lo que se refiere a la separación de hinchadas. De todas formas se podía pasar sin problemas de una hinchada a la otra.

Los dispositivos policiales eran pocos, flaquísimos y estaban asustados. Todo se daba para que en cualquier momento comenzaran los problemas ya sea de a poco o de manera repentina con salvajismo primitivo y cavernal.

Debido a experiencias previas, se juntaron una semana antes del partido ambas directivas de ambos clubes para tratar de evitar por lo menos esta vez posibles problemas y mas aun teniendo en cuenta que los hinchas sentían la final en carne propia.

También era una costumbre que se sumaran a este tipo de partidos gentes pagas de otros clubes que asistían armados con palos, fierros y demás, que apoyarían a la hinchada contraria y nos provocarían.

Mas allá de todas las precauciones que se pudieron llegar a tomar, todos sabían de antemano que aquello seria inevitablemente una batalla campal.

 

El día del partido nos juntamos todos un rato antes en la cantina del club, sabíamos ya que los hinchas de las Bóvedas irían con gente contratada para armar lío, por eso nosotros decidimos entrar, estar y salir todo el tiempo todos juntos a modo de masa.

Segundos después de subir al camión, se empieza a sentir como sube en cada uno de nosotros la adrenalina y son como puntazos en el cuerpo y ya se van aprontando de a uno cada nervio listo para reaccionar.

Y ya todos los cantos que alientan al club eran cantados y gritados con ferocidad.

Enseguida sacamos las banderas, ¨trapos¨, de esa manera una vez dentro de la cancha poder colgarlas donde deben estar y que se vean de todos lados.

A las pocas cuadras de arrancar el camión enseguida empezaron a sumarse autos y autos, motos, camionetas, bicicletas y todo lo que rodara formando una caravana de la que por mucho tiempo se habló.

Esa tarde el barrio se vació.

El camión en marcha y en él 60 hinchas pasando por todos los estados de ánimo. Y vuelven a gritar y son todos juntos uno vistiendo una camiseta que quieren ver ganar.

Y así, entre gritos, vino y cantos las ansiedades se resuelven en gargantas que se quiebran por el aliento al club.

A medida que nos vamos acercando a la cancha, mas adrenalina en el aire hay, exhalada por cada poro de la banda nerviosa que eramos.

Llegamos a la cancha y la cosa ya arrancaba mal. Abrimos las puertas del camión y allí nos esperaban 40 gorilas con las caras pintadas de diferentes colores armados con piedras, palos con clavos y botellas de vino en cada mano, todos.

Eran contratados, ni ellos se conocían entre si, por eso para comunicarse entre ellos se habían nominado con colores o números.

 

Bajamos todos juntos y tratando nosotros de no provocar a nadie llegamos a la puerta y entre puteadas y forcejeos entramos a la tribuna asignada alentando desde el principio. Frente por frente, una horda de hinchas salvajes se deshacían en cantos, puteadas, amenazas y demás.

Nosotros siempre cantando nos hacíamos escuchar con el corazón latiendo en el mismo borde de la garganta.

 

Comienza el partido, la exaltación es máxima, somos una masa homogénea en busca de lo mismo y por eso que buscamos todo lo haremos por nuestro club-familia.

La pelota empieza a pasarse de mano en mano entre los distintos jugadores y el movimiento, la velocidad y los colores nos excitan cada vez mas como a animales.

El partido se pone tanto a tanto y es el final del primer tiempo. Descanso de 10 minutos para los jugadores.

A todo esto, las hinchadas desbordan de furor incontenible vociferan cada vez mas alto y arrebatados varios de fanatismo bestial nos tiran con piedras y botellas.

Para ese momento, algunos cambiaban ya de tribuna y sin más comenzaron los golpes y algún palazo voló también por ahí.

Gracias a la intervención de ambas directivas el lío se frena y el asunto no pasa a mayores.

Suena la chicharra. Se reanuda el partido. Comienza el segundo tiempo. Las tribunas hierven. Nosotros nunca paramos de cantar y por mas afónicos, roncos o sin voz que estuviéramos la emoción podía mucho mas y seguíamos todos cantándoles a los jugadores que todo lo dejaban en aquella cancha invadida de vahos y vapores mientras la tensión en constante aumento cruzaba el aire dispuesta a liquidar todo aquello que tuviera en frente.

 

Seguíamos de a ratos tanto a tanto sin ninguna diferencia mayor a 4 tantos para cualquiera de los dos equipos.

En un momento, bajo el aro de ataque del 25 se ven a 4 adolescentes que con palos nos provocan moviendo el aro. Grave error. Trompadas y palos se ven volar desde las dos hinchadas bajo este aro.

Esta vez fue por intermedio de los jugadores mismos que el problema pudo disolverse con rapidez.

Nosotros seguíamos tratando de evitar generar problemas por eso recogimos ya las banderas que los de en frente nos querían robar para hacernos reaccionar.

Falta cada vez menos para que termine el partido y la situación es clara. La preocupación ahora es que las mujeres y los niños puedan salir antes de que reviente el lío de verdad. Lo podíamos ver en sus caras infectadas de furor, eran capaces de todo y hambrientos por herir ya no diferenciaban nada y se pegaban entre si.

Fue gracias a un directivo de Goes que las mujeres y los niños quedan resguardados en una sala cerrada dentro del mismo club.

Los gritos son ahora puros alaridos. En frente, gordos gigantes de metro noventa transpiran con cara de asesinos y nos quieren matar.

Nosotros nunca paramos de cantarle al club.

 

Comienza el último cuarto, son los últimos 10 minutos de juego.

Estamos apenas 2 tantos abajo. Dentro de la cancha se juega un partido parejo. Jugadores de uno y otro equipo están dejando todo de si y esto se siente, se puede ver y el orgullo y la adrenalina nos ensanchan y nos unen cada vez más.

De un momento a otro, roces entre los jugadores y desde las gradas se ven codazos, empujones y escupidas.

Esto fue definitorio. Las tribunas están ahora en plena ebullición y se desarman en puteadas y el descontrol se dispara sin mas.

A pesar de todo, los jueces supieron mantenerse imparciales y estaban firmes a la hora de pitar.

 

5 minutos para el final. Una eternidad.

En frente caníbales borrachos ya no podían esperar más.

Faltando alrededor de 4 minutos pudimos levantar y quedamos 4 tantos arriba. Todavía falta toda una vida para terminar.

Un minuto después, el partido se pone tanto a tanto. Tiempo para ambos equipos. En ese momento varios jugadores se acercan a la baranda para intentarnos calmar. Esto nos hace hervir todavía más y unirnos completamente con cuerpos y voces hasta el límite.

Suena nuevamente el silbato que avisa que se reanuda el partido quedando 3 minutos para el final.

Agarra 25 la pelota y convierte. Rebota la naranja de un lado a otro de la cancha y son ellos ahora que convierten. Estamos de nuevo tanto a tanto.

En las tribunas, todos de pie. El banco de suplentes esta vacío, atentos todos a cuanto pudiera pasar.

A 2 minutos de finalizar el partido, 25 pierde la pelota y son ellos que de nuevo convierten. 25 está ahora 3 tantos abajo y falta nada más que minuto y medio.Los segundos corren y entre ataques de uno y otro equipo seguimos abajo.

Faltando 43 segundos 25 esta ahora abajo por 8 tantos. Era casi imposible pensar en dar vuelta el tanteador. 25 pide tiempo. Todo 25 esta agotado, director técnico, jugadores, hinchas, todos al limite mientras en todo el lugar el caos crece cada vez mas.

De nuevo el silbato, se reanuda el partido.

La táctica es ahora desarrollar un ataque rápido, convertir y presionar bajo el aro. No hay espacio para el error. Ataca 25 y convierte. Estamos ahora abajo por 6 tantos. Saque desde abajo del aro, roba la pelota 25 y convierte. Quedamos 4 tantos abajo. 25 esta muy concentrado, el ascenso esta muy cerca y las ganas pueden mas.

Sacan ellos nuevamente debajo del aro, como faltan pocos segundos y van ganando despliegan tranquilos el ataque pero es 25 que roba la pelota y convierte.

Todo esta fuera de control. Se mueve la pelota en la cancha, el partido arde, las palabras del director técnico son taladros en los oídos de los jugadores que llegan hasta el área chica.

Atacan ellos, tiran y erran, agarra el rebote 25 y de un pase largo logra convertir en lo que fue foul y doble. Es empate. Quedamos iguales teniendo 25 un tiro libre que seria el que definiría al ganador.

El tiro nunca llegó a ser lanzado.

Griterío total, desorden. Las tribunas no entienden mas nada y se precipitan en manada descontrolada hacia la cancha. Se suspende el partido.

La cancha esta de lado a lado invadida de cabezas violentadas; hay demencia en el aire, sangre en el piso. Ahora si ya no importa mas nada y los golpes son cada vez mas duros y los palos alcanzan los cuerpos y la piel se desgarra.

Nada podía parar aquel descontrol. No tenía fin. Los efectivos policiales no dan a vasto.

La pelea sigue y se extiende hacia las calles. Allí todo se vuelve más descarnado y feroz.

Para ese momento la cuadra está llena de patrulleros y ambulancias. Era tal la violencia que gente del barrio que no tenia nada que ver con el partido había sido también muy golpeada.

Nosotros como pudimos, volvimos por fin al barrio. Algunos más golpeados que otros; varios jugadores quedaron también en muy mal estado.

 

Las heridas de todos despacio se fueron curando y justo a tiempo para el festejo ya que pocas semanas mas tarde la Federación Uruguaya de Basketball anunciaba el ascenso del Club 25 de Agosto a segunda división.

Partido ganado.

Daniela Hehus

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