Carta de un N.A
Daniela Hehus

Para D.H 

¨Bebo¨-respondió el borracho-
Porqué bebes?¨- preguntó el principito-
Para olvidar que tengo vergüenza- dijo el borracho-
Vergüenza de que?¨- preguntó el Principito-
Vergüenza de beber¨- respondió el borracho-

"El Principito" (fragmento) 1940.

Vengo de Vietnam, vengo del infierno, vengo de la droga.

Combate que disputo hoy y todos los días desde hace incontables meses.

Angustia que me quema en cada atardecer inquietante cuando comienzan a prenderse de a una las luces de una ciudad que promete la noche. La noche me provoca y yo a ella me someto.  Momento éste donde los sentidos del murciélago despiertan hambrientos, son mis propios sentidos que se fusionan entre sí, volviéndose uno sólo independiente de mi y es absoluto y déspota y a él me entrego sin mas; momento éste donde mi cuerpo asaltado por una avidez transgresiva y brusca reclama algo tan mísero como un gramo, por lo menos; reclama y pide a gritos un poco de aquella rapidez tan blanca que sabe mantenerme vivo en ésta vida de muerto donde cansado me rindo y me abandono profundamente cada día, todos los días.

La oscuridad me ciega y no entiendo ni veo otra cosa que mis ganas.

Apetito insaciable y devorador emanado desde mi mente a cada partícula de mi organismo químico.

Puedo sentir voraz, mi demencia. Demente por un hábito sucio, promiscuo, aquel que miente y prostituye. 

Falsa seguridad, risa de payaso, cabeza de ratón, orgía de caníbales.

Es el mismo miedo de los perseguidos, la decadencia de los cuerpos, es pánico a cualquier hora y en cualquier lugar, es la mente blanca, el sentimiento disfrazado, la mascara que adopta la debilitada personalidad. 

Y al final, solo queda el vacío, la nada absoluta y la victoria del vicio sobre tu mente y tu cuerpo. 

Perdí mi familia, mi casa y hasta mi propio nombre porque ahora soy un narcótico anónimo y prende del cuello de mi saco un símbolo que me identifica y estigmatizante me marca. 

Mi cuerpo ya no es el mismo, esta viejo, blando, desgastado. Me pierdo en cada ruido de la noche, extraño el maniático movimiento, mi risa de payaso y mi falsa seguridad. Pero en cambio, a cambio, tengo la lucidez de la mañana y el sueño por la noche, la respiración fácil y la vista clara; puedo mirar a esas personas a los ojos, es hoy que elijo cada momento de mi vida. Es hoy que soy libre al fin porque rompí las cadenas de mi cautiverio, rompí las cadenas de la cocaína.

                                                                           N.A

Daniela Hehus

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