La medusa
Sergio Gutiérrez

Fauna de gelatina- pulpo, estrella de mar, 
caracol, agua viva- me guarda entre sus alas, 
estrangula mis ojos.

Ricardo Paseyro

Hacía mucho calor. Entré al agua a darme un chapuzón. Estaba verde y muy salada, algo inusual en Santa Catalina. Me zambullí en una sopa de aguas vivas, salí malhumorado. Veía aguas vivas por doquier: en las sombrillas, en las gordas despatarradas en la arena, en los cabellos de las niñas, en los flequillos de los pareos que la brisa trepidaba, en los sombreros de aleros, en los sauces, en la pelota de voleibol que golpeaba en la red, en las manos abiertas que querían contenerla.

Se levantó un viento fuerte. A la distancia, sobre la verde enredadera del mar, nacieron cientos de larvas albinas. Me ericé. La gente comenzó a arroparse. Quise olvidar esas gelatinosas masas marinas pero era demasiado tarde. El agua infestada escupía infinidad de medusas a la arena y en eso tuve la terrible revelación: elevé en quiebres cortos la cabeza y la vi. La gran medusa nos observaba con paciencia espeluznante hasta que de pronto se desplazó por el cielo como una nube más y se posó encima de la playa. Su sombra cubrió a la multitud, la gente corrió. Le supliqué clemencia. Ella se rió en un sonoro trueno y desenvolvió sus largos y urticantes filamentos. El agua mojó los cuerpos resignados de los que quedaban. Luego, la medusa se desintegró en el cielo.

"Vientos de tierramar"
Sergio Gutiérrez

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