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La diosa |
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En la playa Carrasco la apodaron la diosa. Es una característica típica junto con los jugadores de paleta, las rocas de Las Pipas, La Restinga, El Hotel y los estudiantes de la Escuela Naval que corren por la playa. Se veía apenas como una estrella en el horizonte. A doscientos metros parecía una piba de veinte años. A los cien, crecía un poco más, treinta y cinco, cuarenta a reventar. A cincuenta metros, uno descartaba los cuarenta pero no más de cincuenta. Cuando pasaba a diez metros, en su rostro medio cubierto por un gorro de visera que dejaba libre una fina trenza de cabello rubio, se notaban unos inconfundibles ochenta. Como montando un caballo que jalaba de las riendas, flexionaba sus brazos cargando en sus manos sendos zapatos de gruesos tacones altos. De tanto en tanto, pegaba un piquecito y volvía a su ritmo clásico que acompañaba con un sensual movimiento de caderas. Su bikini llamaba la atención hasta a las mujeres que la miraban con asombro. No había persona que al pasar a su lado no volteara para observarla nuevamente, y liberara palabras al viento que las olas no demoraban en atrapar. |
"Vientos
de tierramar"
Sergio Gutiérrez
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