¿Tenemos proyectos de vida? |
En el mundo laboral de hoy, los años pasan volando y de pronto, podemos encontrarnos dentro una situación, sino de precariedad e inestabilidad, sí de cuán poco hemos avanzado hacia nuestras metas y expectativas profesionales. Y ello, porque suele suceder que no sabemos preguntarnos ni proyectar, qué queremos lograr o adónde queremos llegar de acá cinco años, por ejemplo. Es que esto no lo aprendemos en la universidad, quizás tampoco en el hogar. Es la vida, esa gran escuela, la que a trancas y barrancas o a punta de golpes y caídas, la que nos enseña cómo levantarnos, a dónde apuntar y cuán alto mirar. Si es difícil o fácil, depende de nuestra percepción y de nuestra capacidad y rapidez para rehacernos y mentalizarnos respecto nuestras metas y objetivos, replantear respuestas y actitudes y asumir emprendimientos. En tal sentido, el saber orientarnos y formarnos en nuestro propio desarrollo implica aprender a interiorizar un definido y claro proyecto de vida, acorde con nuestra profesión y nuestras aspiraciones de éxito, sin que ello signifique nos gane ese oscuro afán de "exititis" ni tampoco asimilar ese crudo materialismo que nos deshumaniza y nos obliga a perder principios y valores, embarcándonos en un arribismo y consecuente revanchismo, que a nada positivo nos conducen y más bien, harto que nos marcan y señalan. Y ello significa ser competente y competitivo, proactivo y abierto a los cambios, de ahí que el profesional y el ejecutivo modernos han de actualizarse permanente y reinventándose a sí mismos, posibilitar y ampliar sus perspectivas y sus horizontes, ya que continuamente han de enfrentar nuevos retos y avances, sobre todo los tecnológicos y los que la visión empresarial y corporativa a diario se plantea, lo cual nos obliga a un constante autoanálisis y el preguntarnos, cómo insertarnos e incluirnos. En suma, cómo caminar con los tiempos y cómo actuar ante sus desafíos. Ese saber darle "mayor valor agregado", vía actualización, a nuestro trabajo es el que en realidad fortalece nuestro posicionamiento y apuntala nuestras oportunidades, máxime que, al menos en el sector privado, mucho se contempla la identificación con los intereses y objetivos de la empresa, la capacidad de aporte y los méritos de empleabilidad que cada uno pueda detentar. ¿Por qué?, simplemente porque se tiene y se mantiene a quien rinde y se necesita y mientras rinde y se le necesita y el descarte o la puerta abierta, ahí que a uno lo ronda y además lo estresa, lo cual es parte de esa tan mentada presión laboral que de un modo u otro, también nos obliga a desarrollar la suficiente inteligencia emocional para saber contrarrestar cualquier efecto negativo e incluso, para saber enfrentar errores y airosa y prontamente, saber corregir criterios y desempeños. ¿Qué el mero Título Profesional no es garantía de una carrera? Efectivamente, no. Aunque quizás sí en el sector público, donde al margen de él, todavía influyen otros elementos, tales como la filiación política o el amiguismo. Por tanto y sin tapar el sol con un dedo, si estamos como estamos y vemos lo que vemos en este nivel: corrupción e ineficiencia, inercia y desidia, burocracia y superposición funcional, etc., es culpa de sus propios sistemas de evaluación y medición de resultados y de aptitudes laborales. Así que… a llorar al río y que la urgente reforma del Estado, seguramente ha de considerarlo y enmendarlo. Y este, a todas luces, sería un tremendo gol de media cancha, aplaudible por todos y por todos, asimismo, bastante reclamado y proclamado. Pero, mejor no olvidemos para qué y por qué trabajamos, porque la personal ruta que nos tracemos es la ruta del país y por eso y desde el colegio, las Universidades y los Institutos Superiores, deberían incluir en sus programas de estudio, sea cual fuere la especialidad, siquiera Seminarios o Forums, donde el futuro profesional aprenda a cuestionarse y plantearse, seria y objetivamente, ¿cuáles sus proyectos de vida, cuál su proyecto país? |
Luis
D. Gutiérrez Espinoza
Diario Arequipa al Día
12 de marzo de 2007
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