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Ayer te vi, caliente y fría
lenta, mojada y desvestida.
Y me detuve en los detalles
de aquellos puntos negros
de tu fina envoltura citadina.
Ayer caminé bajo la lluvia
por la metrópolis blanca
de puntos negros…y desvestida.
Ayer vi en tus esquinas
a los abandonados por la vida.
Los vi en sus esqueletos…
desenvueltos,
alimentarse del humo de sus sueños,
y en su felicidad de fantasía.
Seguir la línea blanca hacia sus
cielos
y enhebrar en ella el fin de sus
recuerdos.
Y a los cartoneros, ni quejarse
de su suerte,
involucrando medio cuerpo en la
basura
queriendo recoger algún tesoro,
buscando un trozo de cartón
que alimente la esperanza de su día.
Y
yo, en mi burbuja de vida,
tras mis sueños y egoístas anhelos
caminé más lento que otros días
y me detuve a observar
el devenir del tiempo en las esquinas.
Ayer caminé bajo la lluvia…
y vi el rojo de sus ojos
y sus manos curtidas por la vida
sus ceños marcados, en la lucha
y su desesperanza a flor de piel.
Y fui rasgando con mis pies, la piel de asfalto
y con mis tacones, labrando surcos.
Dejando mis pensamientos en lo etéreo
queriendo ignorar la injusta vida
de aquellos que transitan sin sentirla.
Ayer caminé bajo la lluvia
por la ciudad que corona nuestra historia:
la de Torres, la de Mario, la de Onetti…
la mía, a veces, como lo fue de ellos…
cuna, dormitorio, refugio y templo.
Yen esas mismas calles fui testigo
de la Montevideo del XXI,
más viva y más triste que hace un tiempo
una metrópolis blanca
de puntos negros…y desvestida.
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