Pánico en casa |
¡Cos´e locos, che! Vos sabés que últimamente me pasan cosas raras, y vos dirás: ¿qué cosas? Pánico en casa. Por ejemplo: sonar el teléfono y tratar me mantener una conversación amable e inteligente, con un interlocutor que dentro de su cráneo... encontramos aire enrarecido. Otro es apretar el pomo de pasta de dientes y por su reacción me hace pensar que la muy maldita, ha cobrado vida, y como no le gusta que le den órdenes, le da por horadar el fondo del pomo y por allí hacer su esperada aparición. Tratar de licuar cualquier cosa en una parte de la mesada de la cocina, irte al otro extremo de ella para realizar otra tarea mientras el proceso de licuado se realiza, y cuando volteo para apagar el aparato, la tengo casi a mi lado acercándose más y más al ritmo imaginario de un zamba brasileño. Ponerme a realizar mi exquisita, maravillosa y afrodisíaca salsa, y ella enojada debido al intenso calor a que la he sometido, me suelta un escupitajo que quema alguna parte de mi cara. Caminadora ella, es mi heladera. Cada vez que el automático recibe la electricidad que le da vida, comienza a pasear por parte de la cocina; lo que hace a mi mente transformarla en un ogro muy grande, gordo y pesado, salido de aquellos cuentos leídos o escuchados cuando éramos niños. Sincronizar todos los relojes que poseemos, y cuando, pasado el tiempo consultamos la hora, cada uno de ellos marca una hora diferente. El timbre te cuento, tiene tanta vida propia que en el momento menos oportuno se le ocurre sonar, lo hayan pulsado o no. ¡Suceden tantas cosas! Pero va la última, es una de ahora y siempre: cambiar de lugar las cosas para encontrarlas más rápido, tenerlas más a mano, como: dinero, documentos, tarjeta telefónica. Tijeras, lentes, dientes. Mascotas, hijos, marido, y los muy necios... se les da por no aparecer cuando los busco. Por todos estos sucesos, me siento una mujer al borde de un ataque de nervios. Ello me lleva a vivir con el pánico latente de que los seres vivos e los inanimados que conmigo habitan cohabitan, se les dé por crear nuevas mutaciones para atormentarme mil veces más. Abril, 2002. |
Lilián
González Velásquez
Taller de Escritura y Estilo de la Biblioteca
"Carlos Roxlo", barrio La Teja
(Montevideo)
Juan Ramón Cabrera - Coordinador
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