Don Anselmo |
Don Anselmo trabajó en un solo lugar desde los catorce hasta sus setenta años, en que se jubiló. Se casó con la Gumersinda. Tuvieron una numerosa prole; y como decía él: -¡Todititas chancletas! Me parece verlo, paisano fuerte, grande, macizo, cuadrado y muy chueco. Trabajador, dadivoso, muy, muy bueno. Querible y querido. Pero... Tenía una sola contra: -¡"Es de sucio, mire!", se escuchaba decir a todos los que lo conocían. Yo que lo traté por veinte y pico de años, jamás le conocí otra vestimenta distinta a la que lo cubría, donde destacaba un pañuelito en el cuello, que adivinábamos rojo. Ayer, después de mucho tiempo, me encontré con un compañero de aquella empresa. Luego de la alegría por el encuentro y enterarnos de cómo "andaban" nuestras vidas, recordamos antiguas canalladas, intercambiamos información sobre los veteranos compañeros, y allí nomás saltó: -Sabés, el que falleció fue el Viejo. -¡Nooo! ¡No puede ser, che! -¿Vos estás loco? ¡Cómo no va poder ser! ¡Si tenía como cien años! -¿Tantos che? -Yyy, sí. -¡Pobre viejo! Era mugrientazo; eso sí de ley. Quedé pensativo por unos segundos y arranqué con: -¿Te acordás cuando llovía y nos quedábamos en el galponcito de lata allá en el fondo de la empresa? Con la música de la lluvia en las chapas, entre mates, armábamos el fuego para el asadito. ¡"Taba" bueno! Hasta que Don Anselmo, el Viejo, se le ocurría unirse a la cuadrilla. ¡El desparramo que se armaba! Hasta el más lento, tenía alas en los pies. Éramos pocos los machos que nos bancabamos "el jedor" -¡Ja, ja!. ¡No me voy acordar! Y ahí al toque, me cambió la "conversa" -Che ¿vos, conociste la familia? -Sí. -Tan sucias y chanchas como él, pero ¡qué rico cocinaban! Había que sacarse el sombrero; cocinando ¡ eran unas diosas -¡Cierto, tenés razón! -Yo estuve en el cumpleaños de quince de la más chica. -También. -Ese día ¡estaban todos bañados!. Algunos hasta perfumados. El Viejo: ¡de traje!, eso sí, con el pañuelito, posiblemente rojo, asomando por encima del cuello impoluto de la camisa, como diciendo: -¡Presente! Con cara de picardía continúo: -¿Vos sabés que yo anduve enredado un tiempo con la gurisa, después de la fiesta? -¡Nooo! ¡No te creo! ¿Y fue... por mucho tiempo? -No, poco. Hasta que empezó a "jeder". -¡Sós malo! -Y... tenés razón. -Ajá. Che, retomando, el Viejo ¿hacía mucho que estaba enfermo? No, poco, parece. -"Tonce" ¿de qué murió? -No se sabe. Pero nosotros calculamos que fue envenenamiento. -¿Envenenamiento? -Y sí, tantos años con aquel pañuelito al cuello... Durante ese tiempo el cuerpo fue absorbiendo la tinta y la mugre pegada... ¿Y qué te parece? La sangre se envenenó, sin vueltas; y chau pinela, el Viejo esta en la quinta del Ñato. -Sos malo y sin asco. ¡Cantáme la justa! -¡"Tas" loco! ¿Vos te crees que yo, soy el Jorge Batlle? |
Lilián
González Velásquez
Taller de Escritura y Estilo "Atrapasueños"
de la Biblioteca "Carlos Roxlo", barrio
La Teja (Montevideo) Año 2006
Juan Ramón Cabrera - Coordinador
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