El Coco
Lilián González Velásquez 

Fue así bautizado por mi sobrina, aquel cordero que no sé como apareció en mi casa hace de esto unos 25 años; pero allí estaba faltando tres o cuatro meses para fin de año.
Cordero urbano "el Coco", vegetariano él, difícil alimentarlo ya que el pasto del fondo no alcanzaba.
Mi padre y mi sobrina -en esa época de tres años- tenían una bella y estrecha relación: eran compinches, así fue que el dúo por un tiempo se transformó en trío cuando integraron al Coco.
Se acercaron los días festivos y los últimos días de vida para el cordero, ya que algunos mayores del grupo familiar que integraba, -que eran más por supuesto- decidieron el sacrificio del pobre animal, con la oposición de mi sobrina y de quien esto les está relatando.
Para su sacrificio se convocó a un pariente del interior que entendía en eso de "asesinar " pobres corderos.
Ese día me fui de casa y mi padre se encargó de "pasear" a mi sobrina para que no se enterara de lo que estaba aconteciendo.
Terminada la faena, el Coco, pasó a ocupar un lugar en el sótano. Donde antes pernoctara ahora yacía adobado a la espera que lo asaran y lo comieran; y su cuero armado con cañas para su secado, lo colgaron al costado de la puerta de entrada del sótano.
Al volver mi sobrina del "paseo" y no encontrar a su amigo para llevarlo a dormir, preguntó dónde estaba. El padre se encargó de contarle que: "como el Coco extrañaba a su mamá, lo habían llevado con ella".
El Coco fue devorado por unos y comido por mi sobrina, ignorando cuál (mejor dicho: de quién) era el alimento que ingería; y por supuesto, yo no comí.
Ese sótano era grande y externo, y se iba varias veces al día ya que allí se guardaba de todo un poco; y allí continuaba el cuero colgado, mi sobrina lo veía pero no decía nada.
Meses después, un día en pleno almuerzo mi sobrina preguntó a boca de jarro: ¿Y el Coco? Nuevamente el padre le hizo el "cuentito" de la madre. Quedó un rato pensativa y todos nosotros los mayores, quedamos expectantes porque nos veíamos venir "algo". Y se vino, de pronto dijo como para ella: "¡pobre Coco!, va a sentir frío porque dejó olvidado, el sobretodo en el sótano"
Diciembre, 1999.

Lilián González Velásquez 
Taller de Escritura y Estilo de la Biblioteca "Carlos Roxlo", barrio La Teja (Montevideo)
Juan Ramón Cabrera - Coordinador

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