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No hay luz,
me encuentro con mi lado oscuro.
Al fin,
el silencio.
Mis ojos polvorientos
no pueden leer el libreto
de mis sueños,
voladores y diseminados como esquirlas
en el tiempo y el aire.
La tarde se pierde,
se pierden las voces,
historias destruidas.
Nunca dichas.
Zozobra del alma.
Me rodean alebrijes, ángeles,
calacas y diablos.
Al final del pasillo,
no hay puerta.
Contengo mi congoja,
no desespero.
Las lágrimas se convierten en colores,
que el sueño mutila,
a su vez
se transforman en espejos,
cada una de ellas.
En las noches cerradas
iluminarán y abrirán el camino,
como lo ha hecho tu mirada, Ali,
que siempre
mira más lejos
que la mía. |