|
Prisionero del olvido
un hombre transfigurado
de pie frente al mundo.
Testigo y partícipe
de tantas palabras
y poca memoria.
Vive un tiempo
que sabe a amargura.
Tiempo frío, tiempo incierto,
que no se ansía.
Permanece, sobrevive,
se esfuman los objetos, el instante,
lo gana la bronca del ayer,
la desilusión del hoy.
En la mañana de los tiempos
que devora calendarios
el andar se detiene, regresa
y cobra víctimas.
Se oyen quejidos y llantos.
Los sueños se hacen cenizas,
miles de espejos rotos
no dejan ver esperanzas,
sólo tristes finales anunciados.
El hastío y el miedo
te encarcelan.
Has ido cerrando heridas
mientras tú piel agrietada
por el barro del camino
sangra en una tierra escrita
por el labriego ultrajado.
La monotonía del caos febril,
se une al progreso que aplasta vidas,
almas y cuerpos.
El sonido de fatídicos tambores
clama por batallas
donde se presente una vez más
la desdicha gris de las espadas
que nos hundirá para siempre
en las sombras infernales.
No se acallan los gemidos,
colores ocres y vagos
pintan tiempos de condena.
Descarriado el futuro,
un sueño desdibujado
que se pierde en lontananza
y es el gran ausente. |