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El aire era caliente entre las maderas
de la cabaña,
el aire enrarecido por campanas oscuras
que surgían de tu boca,
manaba un lento ruego cargado de nostalgias
en el desierto clandestino
de la luminosidad. Se hacía un hondo abismo
deleitado en el vuelo
campanas en el cielo dejaban de tocar.
Un largo escalofrío cargado de nostalgias,
el aire caliente en la cabaña,
un fogonazo continuo entre los leños.
Tu sombra solitaria
agitándose en la pared,
tu sombra enardecida languideciendo
en la madera.
El fuego de tus átomos carnales,
los nervios de tu pelo
excitando circuitos sexuales.
Anonadamiento y locura totalitaria,
efervescencia cargada de nostalgias,
un largo escalofrío
cargado de magia, contactos oscuros,
en las paredes de la nostalgia,
caminos subterráneos,
caída total,
desprendimiento de miembros
y células
llevado en el viento musical,
golpeado con violencia,
enrojecido por la llama, dando
contra las paredes de madera,
palpando la cabaña,
tocando nervios de la nada,
haciendo electricidad.
Aquella que una vez fue mi compañera
que con sus manos flacas acarició
mi cara
aquella que intentaba estar cerca de mí
la que me daba abrigo con su cuerpo
y con una galletita mi estómago engañaba
aquella
rara cantaora pequeña y exquisita
duerme a mi costad y en los sueños vela por mí.
Mi amor solitario
en este poema van las palabras más dulces
de mujer a mujer
yo te beso y te acuno en las noches sin estrellas
mi amor no tiene muros
y llega a tu corazón
delicados matices dibujan en mi mente
y de todo lo sensible
hago un ramo para vos.
Para encontrarte a ti, voz de mi vida,
caminé
desde el día en que nacía, para encontrarte.
Tú
asumes mi silencio enamorado, perfecta imagen
que conviertes
mi solitario vagabundaje con mi alma en bandolera
en cálida paz,
en morada constante y resplandor de hoguera.
Tú me llamas
tocando imperceptiblemente mis fibras más musiqueras
y eso basta
para ser tuya en tus manos como un títere,
enloquecida
hasta hacerme daño tanto inmenso placer.
Quedo absorta
mirándote, dejándote hacer,
ir y venir, torturándome.
Creí muerta para siempre y enterrada mi capacidad de querer,
pero llegas tú,
nena, qué quieres conmigo, qué tramoya
se te cuadra,
qué te propones hacer?
Integras la lluvia que golpea mi cara, amiga
del trueno y del relámpago.
Para que tú me cantes, me volveré tormenta fulgurante
en el vidrio de la ventana.
Para que tu me abraces me volveré guitarra.
Por ser caminante
me allegaste a tu euforia, y ungiendo mis sienes
de esencias oleosas,
me amaste entre libros, el cuerpo en cojines
hundido.
De mañana, tu rostro tiene la frescura trashumante
de las rosas blancas mojadas.
En ese sortilegio detengo mis instantes.
Eres menuda,
de modo que puedo retenerte entre mis brazos,
y acunarte.
Criatura de bosque iluminada.
te hallaré en la espesura, para beber en tus labios
con gusto a miel quemada.
Me turba fugitiva inquietud si no te hallo,
y en cada obertura de silencio,
incendio mi plantación de tabaco.
Cantará en el otoño un gran himno
por la vida,
embriagada en el salvaje torbellino del follaje.
A sus cielos de azul piedra nebulosa,
o a sus límpidas
tonalidades azuloides sacudidas por blancuras
presurosas.
Cantaré, si a mí se vuelve el estrellado terciopelo
nocturnal de tu mirar
caprichoso.
Porque sabes de mis fibras más auténticas,
escondidas
en la calma majestuosa de las ondas,
donde llegas
por milagros insondables, a cubrirme de delicias
inefables.
Es una fría noche de otoño. Sobre la mesa
me alumbra
un cirio azul, en el hogar crepita la leña, y en la cafetera
humea el café.
Los habitantes de esta casa duermen, solo se escucha
la leña arder,
la voz del viento filtrándose por las rendijas,
lamento que desgreña los sauces, y
de vez en vez,
el ladrar de un perro conmovido por los sonidos asordinados
del miedo.
A ti que podrías despertar mi sueño te dedico
este poema agreste,
y en lo ignorado del pensamiento, viajo buscándote
por los caminos de la sangre.
Observa en mis manos viborear las venas,
es el amor que va hacia ti por ellas.
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