El cuento inclinado |
Su mundo era inclinado, como la tierra y su eje. Caminaba inclinado, como si subiera todo el tiempo escaleras mal hechas. Comía inclinado, la comida se le caía siempre del plato, pero lo pero era la sopa. Cuando tenía sed, no le llenaban el vaso, para que no lo volcara. Todo lo que miraba estaba torcido. Para escribir en la escuela, el banco lo ayudaba, porque era inclinado, pero no el cuaderno, los renglones no servían. Todo era un gran problema... Los zapatos se le gastaban siempre de un solo lado. Pero hacer equilibrio era difícil, porque la gravedad no respeta y se vivía cayendo. Tenía las rodillas machucadas y se le rompían los pantalones con cada caída. Su mamá vivía poniéndole rodilleras nuevas. Solo en pocos lugares se sentía a gusto y donde todo encajaba: en la ladera inclinada de una colina, en esas playas donde la arena baja inclinada hasta el mar, cuando viajaba en avión y éste doblaba... Una vez vio en una postal la Torre de Pisa y pensó que sería el lugar ideal para vivir. Pero no estaba a la venta y él no vivía en Italia. Todo estaba al derecho, menos él y su vida. Su peor enemigo era la gravedad. Pensó en mandarse hacer un traje anti-gravedad. Pero además de quedar aislado, sin poder sentir la brisa, el calor del sol, el aroma del mar, del pasto, la tierra y las flores, cada paso la haría saltar tan alto, que en su casa se pegaría contra el techo, y en la calle, quizá cayera justo en medio de los autos. Su vida era un infierno... Pensó en vivir en la luna, donde la gravedad no es tan fuerte, pero no había aire. Era un dilema. Finalmente decidió buscarle el lado bueno: El era el único que veía el mundo de esa manera; la gente se veía graciosa de costado; escribir inclinado, le daba un toque de genialidad; sus pantalones y zapatos eran super originales ... y con la comida, se las arreglaba. Y al fin y al cabo, quizá todo estaba inclinado, menos él... |
Anabella González Sprinberg
Cuentos viajeros
Selección: Sylvia Puentes de Oyenard
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