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Ella |
| ELLA ESTABA SENTADA A LA MESA, almorzando con nosotros. Descansábamos de una pequeña mudanza de entrecasa, de esas en que los impulsos y los arranques, nos desprenden de cosas atesoradas, por nosotros o por nuestros hijos. Los hijos, con nuevos rumbos, imposibilitados de llevarse todo lo querido, habían dejado atrás cosas, cosas y cosas... por las que hoy nos sentimos sofocados y oprimidos. Llega el día en que uno comprende... que "eso ya fue", que los nietos crecen y que uno envejece. Que los vecinos cambian, que todo cambia. Mientras tanto, hay gente que necesita lo que nos sobra... Habíamos recopilado libros de cuentos -imposible apartarlos- y destinado los juguetes a medida que los encontrábamos, guardándolos en bolsas, ya lavados y recompuestos. -Recuerdo la ultima vez que entregue una de esas bolsas.... ¡Que expresión tenían esos niñitos ! -Yo tuve soldaditos de lata -comentó mi marido, y ella lo corrigió: -De plomo. -No, de lata -contestó él-. Los de plomo ya los había roto. Estábamos cansados. Se produjo un silencio largo mientras comíamos, hasta que ella por lo bajito murmuró: -Yo no he tenido una muñeca, nunca tuve una. Levantamos todos la vista para mirarla profundamente. -¿Ni de trapo? -NOOOOOO... casi no he tenido juguetes y nunca pude tener una muñeca, ni siquiera de trapo... En otro lugar de la casa, donde estan las cosas que más atesoro, estaba la muñeca de mi hija, esperando que ella la reclame. Junto a esa, estaba la mía, la primera que tuve, grande, de cara aporcelanada, y pelo natural. -Yo tengo una muñeca para Ud.... es mi gran tesoro. Se ve que la estaba esperando, porque hoy quiere irse con usted. Mi primera muñeca es suya, si la quiere. Se la entrego, porque a usted, le conozco el corazón. Ella es una señora que me acompaña y me ayuda los jueves; tiene 70 años, no pudo tener hijos... ni tan sólo una muñeca de trapo. No hubo palabras, sólo nos acariciamos con las miradas húmedas. Myriam Golde |
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