Crónicas del tiempo de los españoles

Cervantes,
el favorito de los lectores montevideanos
por
Ricardo Goldaracena

¿CUANDO llegó Don Quijote por vez primera a este puerto de San Felipe de Montevideo? Difícil resultará averiguarlo a ciencia cierta, aunque no sea muy difícil presumir que tan Ingenioso hidalgo haya desembarcado aquí con los mismísimos primeros pobladores, si no en libro impreso, por lo menos en espíritu. en ese espíritu andariego y quijotesco que animó la empresa de fundación de la ciudad.

Pero los historiadores no gustamos de estas especulaciones, que si una deformación profesional padecemos es la que nos hace exigir siempre el documento, la fecha precisa, la certificación auténtica, y entonces habrá que estar al primer Inventarlo que —a falta de otros anteriores— registre la presencia aquí de tan singular personaje como lo fue el hidalgo de la Mancha.

Ese primer inventarlo data del ano 1787 — doscientos años exactos— y se conoce hoy gracias a los desvelos del profesor Juan Carlos Sábat Pebet. Es una relación que incluye 72 libros en 136 volúmenes pertenecientes a la biblioteca de don Manuel Cipriano de Melo, personaje vinculado a los orígenes del teatro montevideano, y allí aparece, entre muchos títulos de literatura, historia, ciencias naturales, religión, y otras materias, "cuatro tomos en octavo intitulado El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha en láminas finas"[1].

Don Quijote en lo de Ortega

TRES anos más tarde, y en otra biblioteca inventariada en Montevideo, volvemos a tropezar con la genial obra de Cervantes. En verdad, si una biblioteca existió aquí en el siglo XVIII realmente importante, tanto por la cantidad como por la calidad de su contenido fue la del capitán de Infantería don Francisco de Ortega y Monroy, comandante del Resguardo de las Rentas de Montevideo, funcionarlo enjuiciado por disposición del virrey Arredondo, quien ordenó el embargo de sus bienes. El prolijo inventario de éstos —alhajas, plata labrada y una voluminosa biblioteca— fue formado en noviembre de 1790 por el depositario del Cabildo don Martín José Artigas[2], con motivo de la respectiva diligencia judicial, merced a la cual conocemos hoy la existencia de esta biblioteca, mucho más completa que cualquier otra.

Vale la pena transcribir los nombres de algunas de las joyas bibliográficas anotadas por el depositario, para verificar cómo, junto al Ínclito Cervantes, otros clásicos no menos conspicuos hablan llegado entonces a estas costas. ¿Era el señor de Ortega y Monroy un dechado de cultura enciclopédica en esta pequeña ciudad dos siglos atrás? No lo sabemos. Pero sf sabemos lo que tenia en su casa, donde había nada menos que 28 tomos de la Enciclopedia, dos ediciones del Quijote, las Confesiones de San Agustín, la Araucana de Ercilla, la historia de Gil Blas, las Cartas Persas de Montesquleu, obras selectas de Cicerón, las fábulas de Samaniego. las Memorias de las Reinas Católicas de Flores, "cuatro tomos en octavo, en francés, obras de Munsiur de Montesquleur" (slc), la Historia Natural de Buffon, la Historia de América de Robertson, los Trabajos de Perslles y Segismunda de Cervantes, "tres tomos en octavo, Análisis de la Filosofía de Bacon, en francés", "uno de la filosofía de Neuton" (slc), y muchísimo más.

Lo anotado a vuelo de pájaro es apenas una mínima parte de lo que fue, sin duda, la biblioteca montevideana más Importante del coloniaje español, compuesta de casi trescientos títulos en más de ochocientos volúmenes, donde no faltaba prácticamente ninguna disciplina. El conjunto impresiona por su variedad temática y por otro hecho curioso: la cantidad de libros en francés que poseía el funcionarlo español residente en Montevideo.

Otros lectores del Siglo XVIII

En cuanto a quiénes fueron los lectores montevideanos del siglo XVIII, no hay sorpresas. La gente culta y aficionada a la lectura era aquí lo previsible. curas y letrados por un lado, y por el otro, los funcionarios y gente pudiente que se hallaban en condiciones de proveerse de libros para darse el lujo de la lectura. Bibliófilos habría sido mucho pedir dos siglos atrás en este modesto rincón del cono sur, aunque más de una rareza anotada en el inventario de Ortega autoriza a sospechar que este noble español —si realmente leía lo que tenia en su biblioteca— estaba en contacto con una cultura superior, ajena a la del común de los habitantes del Río de la Plata.

Otro Ortega lector, que aparentemente nada tenía que ver con el empleado del resguardo del mismo apellido, fue el vicario don Felipe Ortega y Esquivel. Debió poseer una buena biblioteca, a juzgar por su testamento, según el cual dejaba libros al padre Pérez Castellano, a don Nicolás de Zamora y a su hermano fray Rafael Ortega, a quien también legó su Breviario y su Biblia. Declaró que tenia en su poder libros de los jesuitas expulsados "que deben volver a la librería del secuestro, en la ex casa de la residencia", y legó los restantes al convento de San Francisco[3].

El primer jurista que ejerció aquí la abogacía, don Pedro León de Soto y Romero, fue también hombre de libros y lecturas. Llama la atención la extrema pobreza en que murió este letrado en 1779. En su testamento de agosto del año anterior declaró que sus únicos bienes eran sus libros y un negro llamado Juan, a quien manumitía por haberle sido fiel durante doce años, siempre que "le sirva hasta que muera y le provea de dos reales diarios para su manutención" (|sic!). Amarga vejez la del primer abogado montevideano en un tiempo en que no había cajas de jubilaciones y un profesional tenía que pasar sus últimos anos mantenido por el trabajo de un esclavo. Pero lo que aqui interesa es el destino de sus libros, que según se consigna en el testamento, estaban repartidos entre varias personas "para la venta"[4].

Y puesto que los libros de Soto y Romero estaban "para la venta", puede uno preguntarse quiénes estarían interesados en su compra, en un medio en el que no debió ser fácil la colocación de tal mercadería. Posible cliente de vendedores de libros pudo ser don Francisco de Lores, gallego rico que fue alférez real perpetuo de Montevideo, quien extendió un codicilo aquí en 1785 haciendo mención de ropas, alhajas, armas, una silla de montar y libros, y previniendo que debían ser "vendidos en almoneda, a son de tambor a estilo militar, sin intervención de juez" para financiar sus funerales con el producto, del que se debían extraer veinticinco pesos para enviar a su madre viuda "por vía de fineza y amor filial”.[5]

No sabemos a dónde fueron a parar los libros de Lores después de aquel espectacular remate anunciado a tambor batiente, como tampoco sabemos si la "fineza" de los veinticinco pesos (menos de trescientos dólares de hoy) llegó a tiempo a Galicia para paliar alguna angustia económica de su pobre madre viuda.

La biblioteca del saladerista

UNA interesante lista de libros es la que aparece en el inventarlo de los bienes de la testamentarla del saladerista don Francisco de Medina, documento redactado en Montevideo en abril de 1792[6]. Enumera esta relación un total de sesenta y seis títulos en alrededor de cien volúmenes de variada temática: geografía y viajes, novela, poesía, gramática, matemáticas, religión, navegación, arte, derecho, etc. El saladerista colonial, dueño de apreciable fortuna, habría sido también, a estar a lo que surge de su biblioteca, dueño de una cultura algo más pulida que la común en su tiempo.

El inventario de los libros de Medina es estimativo, lo que permite saber en cuánto se justipreciaba cada uno de ellos en opinión de los tasadores. La obra más valiosa estaba constituida por "cuatro tomos en pasta, y de a cuarto grande, intitulado "Viajes a la vuelta del mundo", avaluada en ocho pesos (unos noventa dólares de hoy). En la mitad de ese precio estaban estimados los tres volúmenes en pasta del Diccionario Geográfico Universal, lo mismo que los "dos tomos en pasta (...) en francés, intitulado el "Perfecto Negociante", obra en la que tal vez se instruyera el dueño de la biblioteca para entrenarse como empresario.

Don Quijote de la Mancha, presente en la biblioteca de Medina en una edición en cuatro tomos, fue apreciado en cinco pesos (aproximadamente sesenta dólares del presente), en tanto que "dos tomos novelas de Cervantes" (las Ejemplares, claro está), lo fueron en tres pesos. "Un tomo Vlloa", sin más aclaraciones, era probablemente la obra del marino Antonio de Ulloa, que participó en la expedición de La Condamina. No se sabe, en cambio. quiénes fueron los autores de distintos libros de navegación, matemáticas, religión y otras materias en un inventarlo en el que están individualizados, sin embargo, Kempls. el poeta Gerardo Lobo, un Puig autor de una Aritmética, un Rollin autor de una Historia de las artes y ciencias, y varios más.

Es grato volverse a topar en lo de Medina con el Ingenioso hidalgo de la Mancha. Por lo visto, Cervantes, infaltable en las bibliotecas montevideanas hace doscientos años, cuyo Quijote estaba por cumplir entonces dos siglos de edad, era aquí el autor favorito. Y es grata también la presencia de la Enciclopedia y los pensadores del siglo XVIII en alguna biblioteca capitalina veinte años antes que empezaran a soplar los vientos revolucionarios.

Notas

[1] Juan Carlos Sábat Pebet, "Las bibliotecas de D. Manuel Cipriano de Melo y Da. María Clara Zabala”. Montevideo, 1958.

[2] Inventarlo de los bienes embargados a don Francisco de Ortega y Monroy. Publicado en el Archivo Artigas, tomo I, pp. 372/379.

[3] Testamento del P. Felipe Ortega y Esquivel. Montevideo, 29-VI-1778. Archivo General de la Nación, Protocolo del Cabildo, 1778, 2da. foliatura, fo. 127.

[4] Testamento de don Pedro León de Soto y Romero. Montevideo, 31 -VIII-1778. Archivo General de la Nación, protocolo del Cabildo, 1778,1ra. foliatura, fo. 143.

[5] Codicilo de don Francisco de Lores. Montevideo, 16-VII-1785. Archivo General de la Nación, Protocolo del Cabildo, 1785, fo. 498 vto.

[6] Inventario estimativo de los bienes de la testamentaría de don Francisco de Medina. Publicado en el Archivo Artigas, tomo I, pp.434/468.

 

Ricardo Goldaracena (Especial para EL DIA)
Crónicas Culturales EL DIA

Año LV - N° 2803 - Montevideo, 11 de octubre de 1987

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

 

Ver, además:

 

                      Miguel de Cervantes Saavedra en Letras Uruguay

 

                                                                              

                                                                                Ricardo Goldaracena en Letras Uruguay

 

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