Don Francisco Piria, mago de los negocios, fue el fundador del barrio que hoy llamamos Belvedere. Digo mago de los negocios, porque el señor Francisco Piria,
particularismo personaje que salió de la nada y edificó una caudalosa fortuna, es uno de los mas auténticos ejemplos de la tenacidad y el empeño puestos al servicio de la fabricación de dinero a raudales.
Empezó en una tiendita perdida en el callejón central del Mercado de la Ciudadela, magnificando los
artículos que vendía. Fue luego rematador inmobiliario, fundó varios barrios de Montevideo, fundó la estación balnearia de Piriápolis y murió rico en la década de los años '30 en su mansión de la calle Ibicuy, el ahora llamado Palacio Piria, sede de la Suprema Corte de Justicia.
Además, este curioso personaje era alquimista, y no faltó quien alguna vez dijo que poseía el secreto de la piedra filosofal que le permitía transmutar en oro todos los metales que tocaba con ella. Pero, leyendas aparte, don Piria, tal vez por esa singularidad suya que hoy llamaríamos "espíritu usurero", no tuvo buena prensa y no la tuvo al punto de que en la actualidad ninguna calle de Montevideo recuerda su nombre.
Empero, en una visión objetiva, es justo decir que la vasta obra progresista de Piria ha perdurado hasta hoy. A él se debió la fundación de distintos barrios ahora integrados a la ciudad. Barrios que fueron emplazados en terrenos que él adquirió, amanzanó y loteó, rematando las parcelas a precios módicos y hasta con facilidades de pago, lo que hizo posible para muchos modestos trabajadores e inmigrantes el sueño de la casa propia.
Entre los muchos barrios donde quedó la impronta fundacional de Piria, se halla el de Belvedere, topónimo cuya etimología, al pie de la letra, sería "bella vista" o "bello ver". Es fácil darse cuenta del porqué de esta denominación. Belvedere está situado en una eminencia del terreno, sobre el lomo de la cuchilla de Juan
Fernández, que es uno de los ramales de la Cuchilla Grande, y cuyas laderas, a un lado y a otro, determinan respectivamente las cuencas de los arroyos Pantanoso y Miguelete.
Y si imaginamos ese lejano arrabal a fines del siglo pasado, podremos concluir sin dificultad que desde el lomo de la cuchilla de Juan Fernández, entre los arroyos Miguelete y Pantanoso, se disfrutaba de una excepcional vista panorámica hacia los campos y chacras a ambos lados y hacia la bahía.
¿Porqué el nombre de Juan Fernández en la cuchilla? Este es un enigma que no está claramente resuelto en la bibliografía memorialista vernácula. No se sabe muy bien quién fue Juan Fernández, y la explicación que ofreció don Orestes Araújo en su diccionario geográfico de 1912, según la cual el mentado Fernández habría sido un comerciante del lugar que tuvo allí su pulpería, debe ser tomada, como todas las afirmaciones de este autor, con las debidas reservas.
Pero volvamos a Belvedere, paraje ubicado en lo alto de la cuchilla de Juan Fernández, al sur de Nuevo Paris, al este del Paso de la Arena, al norte del Paso Molino y de La Teja, y al oeste de Sayago.
Ya dije que se trata de un lugar geográfico emplazado en una posición privilegiada, y Piria, hombre de excelente olfato para los negocios, compró un extenso terreno allí, donde instaló su quinta de veraneo.
Pero más tarde, dispuesto a trasladar sus vacaciones y las de su familia a las playas del Este, concibió el ambicioso proyecto de Piriápolis, que muy pronto se transformó en realidad, y en su antigua quinta delineó un barrio que llamó Belvedere y lo sacó a remate.
En realidad el nuevo barrio fue un desgajamiento del ya preexistente Nuevo París, cuya fundación se remontaba a 1869, fecha del plano de urbanización delineado por el ingeniero Demetrio Isola. En Nuevo Paris se habían instalado numerosas curtiembres y otras industrias y se mantuvo por mucho tiempo la eremita de San Antonio de Padua, que había sido establecida en ese lugar por inmigrantes italianos del siglo XIX.
Dos lugares característicos de Belvedere son el Parque Bellán y el Estadio de Belvedere. El primero, situado en la confluencia de Agraciada y San Quintin, con fondos a la calle India Muerta, diseñado como importante espacio verde, lleva el nombre del escritor José Pedro Bellán, dramaturgo y educacionista uruguayo muerto en 1930, que alcanzó su mayor nombradía como autor de obras teatrales.
El Estadio, que ocupa un amplio terreno entre las calles Carlos de la Vega, Mármol y Julián Laguna, es un importante campo deportivo donde varias generaciones del barrio han venido volcando su pasión futbolera.
Para el montevideano de hoy, acostumbrado a que la ciudad es un todo sin interrupciones, a veces resulta difícil distinguir donde termina un barrio y donde empieza el otro. Por eso hay que remitirse a la historia de cada uno de los parajes. Hace cien años nadie confundía a Belvedere con Nuevo París o con el Paso del Molino. Pero hoy, estando todos a continuación uno del otro, se suelen producir las confusiones.
Esta es la explicación de por qué, de pronto, las calles se tuercen o se interrumpen en su recorrido, como sucede en Belvedere y sus barrios vecinos, y en tantos lugares más. Es que son el resultado de trazados ejecutados en etapas diferentes y en barrios que fueron diferentes.
El Belvedere que fundó Piria no es ninguna excepción a la regla general. Integrado hoy a los parajes aledaños, con los que forma una sola unidad, mantiene, sin embargo, diferenciales que le dan fisonomía e identidad propias. |