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Muchos pueden pensar que esto no tiene relación con el temario de este libro pero fue una etapa de mi vida y no puedo dejarla de lado.
Creo que pocos son los días del año que en casa alguien no se acuerde o diga un dicho de Casiano. ¿Quién era Casiano?. Un tío de Mario, soltero, que sus últimos días de vida los pasó en casa y falleció rodeado del afecto de todos nosotros.
En la familia de Mario había en la casa de los abuelos, unos tíos solteros y otro viudo, dicen, cuentos que he oído, que en una oportunidad llevaron una joven a la casa para ayudar a la abuela con los niños y luego se casó con uno de ellos y desde entonces Casiano se fue de la casa, parece que le ganaron de mano, así que se construyó un ranchito en un campo muy cerca de donde vivían los padres de Mario, era hermano del padre y cuando este fallece, muy joven, Mario tenía solamente 17 años, quedó como el hombre de la casa, Casiano pasó a ser su apoyo mas inmediato. Allí vivió por muchos años, criaba algunos animales, ordeñaba algunas vacas y le llevaba la leche a Doña Lucía, la que sería mi suegra, para que la agregaran a la de ellos que hacían queso. Andaba mucho a caballo, tenía mas de uno y muy buenos.
El no se preocupaba ni por la ropa, ni la casa ni la comida, hacía un guiso y comía hasta que se acabara, así tuviera varios días y tuviera arriba esa pelusa de hongos, malo no sería porque nunca le hizo mal, eso sí le gustaba tomar, pero cuando salía con Mario no tomaba nada de alcohol solo "poca cola", cuando volvía con copas demás, el caballo lo traía a la casa, conocía muy bien el camino, algunas veces dormía por ahí a la intemperie. Salud le sobraba, un gran fumador de tabaco, esto con los años le trajo problemas. Cuando toda la familia de Doña Lucía se fue, compraron casa en Colonia, desarmaron la vivienda o sea quedó una tapera, él siguió viviendo en su ranchito.
En una de las veces que fuimos a visitarlo y pasar el día, llevamos los ravioles y el tuco hecho, y su dicho "siéntensen por ahí hay sillas", la verdad no las encontramos. La cocina a leña no andaba muy bien, así que terminamos todos afuera, adentro no se veía del humo y los ravioles yo los comí en un tazón y con cuchara.
En ese momento tenía a Leticia y Luis, pasaron un día hermoso, les encantaba el lugar y más estar con Casiano.
Un invierno enfermó, estuvo internado en el Hospital de Carmelo, al volver no fue mas a su rancho, pasó a vivir muy cerca, en la casa de un sobrino, pero estaba completamente independiente, tratábamos de ir a sus cumpleaños, siempre nos esperaba, un día mandó a mis hijos que fueran a la cocina y levantaran la tapa de la olla, que tenía puchero, nunca se olvidarán, había muerta ahogada una comadreja.
Cuando se enfermaba venía a Conchillas y le decía al médico "ya le queda poco hilo al carretel" este se reía y le decía " tenía pila de hilo el carretel". Se quedaba en casa, si tenía que darse alguna inyección o de un día para el otro y de inmediato se iba. Hasta que un día vino enfermo, se quedó los días de tratamiento, estos pasaron y él no dijo nada de irse, así que se quedó con nosotros, en ese momento el dormitorio que lo alojamos era el de Leticia, el de las abuelas decían mis hijos, así que hicimos cambio, llevamos a Luis a ese dormitorio y acompañara al tío.
Fue la admiración de muchos como mis hijos se adaptaron a vivir con él, como lo atendían, se levantaban a cualquier hora si necesitaba algo, lo acompañaban al baño y Luis si tenía que hacerlo, lo lavaba. Era arisco para bañarse, si le decíamos que había que bañarse, le dolía algo y se sentía mal, así que lo agarrábamos de sorpresa, este era trabajo de Mario.
Con la comida no tenía problema todo le gustaba y nada le hacía mal, le encantaba la cocina a leña y cocinar él, le daba distintos nombres a lo que cocinaba y casi siempre era un pedazo de carne y papa. Tomaba mate en uno muy pequeño y los invitaba a Luis y a Mario Enrique y se enojaba con este, porque lo tomaba de un sorbo y lo devolvía enseguida y le decía "a vos, en la escuela no te enseñan a tomar mate", con Luis era más compinche. En una oportunidad fueron al arroyo a pescar y trajeron pescado a Mario Enrique de una oreja.
Su problema mayor era su sordera, tenía un aparato pero no funcionaba bien, así que había que hablarle a los gritos, eso dependía también del timbre de voz, ya que Luis y Mario hablaban sin gritarle. Dormía muy bien, sin ninguna medicación, se acostaba relativamente temprano, no madrugaba y dormía la siesta que era sagrada. Llevaba muy bien los días de la semana, porque en ese entonces Leticia vivía en Carmelo con mamá por que iba al Liceo y los viernes decía: "Hoy viene la nena", lo veía a Luis con los zapatos de fútbol y le decía: "Te vas a pelotear", no se le escapaba nada de lo que pasaba, le molestaba la vecina, si venía muy seguido, hacía el comentario enseguida y la otra todavía no había llegado a la calle.
Yo tenía una cobranza en casa, así que algunos días llegaba mucha gente y algunas personas mayores y conocidas de él, se saludaban y cuando se iban, su comentario: "Ahhh pero este está más jodido que yo". Salía a caminar por el pueblo y un día, que rabieta se agarró, porque Julia, una vecina anciana, le preguntó si estaba perdido, que nuestra casa era para el otro lado, decía: "Que se habrá creído esa vieja". Visitaba a los Corujo, también sobrinos, después dejó de ir, diciendo que ellos también podían venir a verlo, en una oportunidad se cayó en la plaza, porque tropezó y venía comiendo un refuerzo de mortadela que había comprado en un comercio y lo perdió en el golpe, lo trajeron a casa, Sergio en un ómnibus y dejaron el refuerzo, luego negaba que fuera de él.
Por este pueblo pasan vendedores de papa, frutas varias y uno de gallinas, así que me dio dinero y me mandó que comprara la oferta de cuatro gallinas que él le sacaba las plumas, calenté agua y se las di, lo hizo bien en dos, la tercera con pocas ganas y la cuarta me dijo: "Tirala a la m....".
Mis hijos se han reído para Navidad, estaba peor que un niño, la novedad para él, del árbol, el pesebre cuando los armamos, había traído una caña de pescar de fibra para Mario Enrique, en esa época le gustaba pescar, la había traído de Colonia y la escondí, la saqué ese día y la puse detrás del árbol, la verdad no se veía, pero él si la vio y no aguantó y dijo, con voz bien fuerte: "Alguien va ir a pescar". La noche del 24 se acostó temprano, pero a las 12 mis hijos lo llamaron, se levantó enseguida y contento a ver su regalo, debe haber sido su primera Navidad con regalo.
Al acostarse llevaba siempre un servicio o pelela, cuando los 15 años de Luis, vi movimiento que de noche iba a ver reunión de jóvenes, antes que llegaran, agarró su servicio, y se encerró y se acostó, no quería pasar delante de la muchachada.
En invierno se sentaba al lado de la estufa a leña y de noche Luis a su lado, era cómico escuchar las conversaciones que tenían, los cuentos de su juventud, algunos arreglados a su gusto y Luis lo embromaba, preguntándole por Juana y decía: "¿Qué Juana?" Y este le decía: "Si Ud. De noche en sueños la nombra" y contestaba: "Yo no conozco ninguna Juana".
En un Enero fueron mis tres hijos unos días a un parque de vacaciones, "Parque del Plata" y cuando volvieron, entró Leticia y Casiano expresa con alegría: "Volviste Leticia" , entra Luis y dice: "Luisito al fin volviste" y cuando hizo lo suyo Mario Enrique secamente dice: "Ah, ya estas de vuelta vos", menos mal que este lo tomaba a risa y más cosas le hacía para hacerlo hablar.
Decía que le encantaba la leche con avena, pero esta tenía que ser del paquete que traía la foto de un viejo, se la hacía yo y en donde me iba, tomaba un poco y la tiraba, esto lo festejaban sobre todo Mario Enrique, porque cuando niño era lo que hacía siempre con la leche.
Decía que curaba del empacho y del sol, en el primero había que darle una cinta y hacía unas mediciones pero lo que más gracia les hacía a mis hijos era la señal de la Cruz que hacía era un círculo, y del sol ponía sobre la cabeza una toalla con un vaso de agua y no sé que oraciones hacía.
Como dije anteriormente le gustaba tomar, así que todos los días al almuerzo le dábamos un poco de vino y en una oportunidad que salimos y quedó con Leticia, la mandó a un comercio a comprar una botella de vermouth, al regreso los encontramos a los dos bastantes alegres y Mario rezongaba: "Si es para darle una paliza a los dos".Cuando comenzó a decaer, lo llevamos a Carmelo a ver un especialista, para él fue un disgusto tener que salir, no quería ir, así que cuando enfermó más, decidimos que si no había nada especial para hacerle, lo dejaríamos en casa, él estaba mas a gusto y nos encargaríamos de hacer todo lo que quería y no dejar que sufriera y esto último se lo podía hacer yo. Luis estuvo junto a él los últimos días y horas, pero después que falleció no quiso saber más nada, ni verlo ni ir al entierro. El velatorio lo hicimos en casa.
Como dije en un principio, siempre lo recordamos, fue un tiempo muy lindo. |