Mina de talco María Esther Giribone |
Yendo
por ruta 21 desde Montevideo o Colonia hacia Carmelo por el km. 215 se
encuentra la entrada a la Minas de Talco Narancio, que se encuentran a un
kilómetro y medio para adentro, hacia el norte, el lugar muy pintoresco,
ya que es bastante quebrado, del otro lado de la ruta se encuentran Los
Cerros de San Juan, la zona más alta de este departamento, por lo que me
enseñaron en la escuela terminación de la Cuchilla Grande, llegando a la
propia mina hay un pozo muy grande que impresiona, de donde sacan las
piedras de talco, esto es desde mismo dentro de la tierra, bajan y luego
hay galerías subterráneas. Actualmente
trabaja muy poco, pero hace 30 años, si trabajaba muy bien y había
muchas familias, muy pocas casas de ladrillos, la mayoría ranchitos de
barro muy humildes. Además
de ir a este lugar por partos también estuve porque la Comisión de Damas
de apoyo de la Policlínica y Ambulancia concurrían a realizar donaciones
de ropas. La primera vez que fui me sentí muy mal, tenía el pelo muy
largo y como era moda me había comprado una peluca de pelo corto y
ondulado, no se me pudo ocurrir mejor idea que ponérmela para ir a la
Mina, entrar a esos hogares humildes y yo de peluca, me sentí muy mal, en
uno el fogón en el medio de la habitación, en el suelo, en la silla que
había, estaba ocupada por un perro que estaba atado a la misma y en la
cama, por llamarla así, porque arriba de ella había de todo, ropa
amontonada, un bebé hermoso, en las paredes, los boquetes tapados con
bolsas de nylon, esas de abono. En otra vivienda
una niña muy bonita de pelo largo, la paré en una silla y quería
probarle una pollera tableada muy linda, y no quería, no había quién le
pusiera la pollera, entonces la madre me dijo que era un varón. El
primer parto en la Mina lo recuerdo muy bien porque en esa oportunidad el
Dr. García tenía que ir a Colonia en la ambulancia, manejada como
siempre por un voluntario, pasaron por la Mina y me dejaron allí, todo
fue muy bien gracias a Dios, en este momento no haría eso, eran otros
tiempos, no por falta de responsabilidad, porque
creo que irresponsable no lo he sido nunca, en esos años era lo más
natural, así que a Dios lo he tenido ocupado bastante tiempo, nunca me ha
abandonado. En una casita de ladrillos a un costado de la mina, era la
vivienda en la que estuve, el verano pasado me encontré en la playa con
la madre e hija, la verdad me saludaron ellas, yo no las reconocí. Luego
del parto, alumbramiento, bañar el bebe y vestirlo, estar un rato,
comprobar que la madre no sangre mucho, me retiré, a pie hasta la ruta y
allí tomé un ómnibus para volver a casa. En
otro momento atendí una primigesta muy joven de una familia muy numerosa,
a esta joven en el correr de los años le atendí muchos partos, luego se
fueron de la Mina y hace años que no la veo, sé que tuvo algún hijo más
y es abuela también. Alguna otra hermana sigo viendo. En el parto de esta
primigesta me llevó toda la noche y el periodo expulsivo bastante largo,
pujaba muy mal, pero nació muy bien, cuando ya estaba saliendo el sol. En
este caso fui en la ambulancia y me esperó. Esta era cuñada de la señora
del primer parto, luego le atendí otro en la Mina y los restantes en
casa, a la otra hermana también así como a varias cuñadas. De
toda esta gente no queda nadie, solamente una de ellas, pero se hizo una
casita en la Radial, trabaja el marido en la Mina pero en este momento se
encuentra en seguro de paro. En
otra oportunidad fuimos en la ambulancia con Teresa, manejaba yo, a llevar
cosas, a la vuelta, cerca de Conchillas tuve que encender las luces,
estaba oscureciendo, y no encontraba donde estaban, toqué cuanto botón
tenía y en lugar de luces se prendía la sirena, al fin di con ellas. Como
ya lo dije, en estos momentos vive muy poca gente, y trabaja muy poco. Los
Cerros de San Juan Frente
a la Mina de Talco, del otro lado de la ruta, hacia el sur, nos
encontramos con la estancia “Los Cerros de San Juan” conocida por sus
vinos y animales de raza, junto con el casco de la estancia hay un grupo
de viviendas, iguales a la de Conchillas, cuando la conocí vivía mucha
gente, era un pueblo muy independiente, además de privado, porque hasta
el día de hoy, hay que pedir permiso para entrar y decir a donde va, y a
cierta hora de la noche se cierra con llave el portón y ya nadie puede
entrar o salir, salvo pasando por encima del alambrado. En su momento tenía
carnicería, panadería como almacén, escuela pública, esta existe,
cuadro de fútbol con la mejor cancha de la zona, también desaparecida,
sus iniciadores o creadores una familia inglesa, luego de dividirse en los
descendientes los campos, en estos momentos
la parte de la bodega pertenece a una sociedad anónima y
parte agraria y ganadera como el casco y alrededores a un
particular. En este lugar no atendí partos, sí a muchas que residían, iban a Conchillas, fui muchas veces de paseo, con las damas de la Comisión de la Policlínica o a realizar las campañas de vacunaciones, en este momento vive menos gente, como tampoco tienen comercios, entra dos o tres veces por semana un repartidor. No puedo dejar de comentar como era o es recibido por estos habitantes, su calidad humana formidable. |
Por las calles de Conchillas
María Esther Giribone
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