En el centenario de León Felipe

El poeta prometeico

Ser en la vida romero

por Lucy Garrido

León Felipe era su nombre, y su apellido Camino. El segundo era Galicia. Nació en Tábara, Zamora el 11 de abril de 1884. Cuando tiene dos años, la familia se traslada a Salamanca y León Felipe inicia su primer viaje. Valencia, Sequeros, Valladolid.

La llanura, sus distancias, sus chopos, los ocres, “...ese viento que trabaja conmigo y que me guía...” son castellanos.

En 1893 se radica en Santander. Cuando tiene que elegir una profesión ¿elige Letras? No: Farmacia, que era la más corta y le posibilitaría ir a Madrid, donde podrá ver Teatro. Termina los estudios, muere su padre y se tiene que hacer cargo de la familia. Otra vez a Santander y luego a Balmaceda. Soluciona los problemas económicos de sus hermanas, deja la farmacia y ahora sí: el camino.    

Tallaví era uno de los mejores actores de la época y acepta a León Felipe en su compañía. Más tarde se incorpora a la de Juan Espantaleón, trashumante, y con la suya recorre casi todos los pueblos y ciudades de España y Portugal. Aprende sobre teatro pero con tanto ir y venir, más aprende de los hombres y su modo de vida. Aprende sobre los hombres y se descubre una vocación más profunda: la de poeta.

Deja el teatro y para poder pasar los inviernos en Madrid, el resto del año lo reparte, como farmacéutico, en los pueblos de Avila, Guadalajara, Toledo. Más y más caminos, más soledad para leer a Manrique, Calderón, Shakespeare, Ibsen, Unamuno, Machado, para ir componiendo los Versos y oraciones de caminante.

Armado el libro, se lo entrega a Emilio de Madariaga y éste a Díez-Canedo, que lo proclama desde “España” (revista literaria), trayendo como consecuencia una lectura pública por el autor en el Ateneo. Cuando un año después el libro es publicado, su llegada se saluda con entusiasmo a la vez que suscita críticas, comentarios y discusiones nacidas del interés con que fue leído. Pero el camino está ahí y hay que seguirlo. Esta vez se va al África y se queda en ella dos años administrando el leprosario de Fernando Poo.

En 1922 regresa a España por poco tiempo: América era la meta y llega a México con una carta de Alfonso Reyes. Traba amistad con Diego Rivera y Henríquez Ureña. En 1924 conoce a Berta Gamboa, que debe volver a los Estados Unidos donde ejerce como profesora. Al poco tiempo está León Felipe en Brooklyn y allí se casan. En la Universidad de Cornell desempeña el lectorado de lengua y literatura española hasta 1929 y traduce con su mujer "España virgen” de Waldo Frank a la vez que compone el segundo libro de “Versos y oraciones de caminante”.

En 1930, México en su camino otra vez. A él llega en sus vacaciones sabáticas y publica “Drop a Star”.

En España se proclama la República y el poeta vuelve a ella por pocos meses. En 1933 está nuevamente en Estados Unidos, en Las Vegas, como profesor de su Universidad, y poco tiempo después, en México dando un curso sobre el Quijote.

En 1934, viaja a España una vez más y se dedica a las traducciones, pero el camino es de ida y vuelta, y viaja a Panamá como agregado cultural de la Embajada española. En 1936 llegan noticias de los primeros levantamientos contra la República y León Felipe quiere proclamar la injusticia pero choca con la mentalidad pueblerina y acomodaticia del gobierno panameño. En momentos así, uno elige dejarse llevar o hacerse oír, y, por supuesto, el poeta elige lo segundo: se traslada a la ciudad de Colón y por su radio le dice al país “Good bye, Panamá” y regresa nuevamente a su patria. Vive los bombardeos de Madrid y pasa luego a Valencia donde con Antonio Machado, habla en una plaza pública contra los insurrectos.

Era el año 1937 y el 11 de febrero escribe “La insignia”, luego de saber de la caída de Málaga. Es un poema que exhorta a la unidad “Hay que encender una estrella!una sola, sí!” pero los anarquistas lo sienten propio: “El hecho de que se sintieran quizás más hondamente sacudidos que otros por aquella arenga, que patrocinaran un acto donde se recitó y luego le arrancaran al autor el manuscrito para publicarlo, solamente testimonia en último caso cuán identificados se sentían por aquél llamamiento, que apelaba tanto a ellos como al fondo heroico, quijotesco, libérrimo de todo español” dirá de él Guillermo de Torre.

En 1938 escribe Oferta bajos los bombardeos sobre Barcelona y regresa a México donde escribirá y publicará “El Hacha”, “Español del éxodo y del llanto”, “El gran responsable”, “Ganarás la luz”, “Antología rota”.

Pero el camino está ahí, y organizados están los Cuadernos Americanos.

¡América es tan grande! En 1945 recorre Guatemala, Costa Rica, Nicaragua, Panamá, El Salvador... pero el camino sigue... Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay...’

León Felipe, desterrado de España, encontró la patria grande: “Y su americanismo, no espectacular ni artificioso, arranca de un conocimiento y un amor directos. Revive con botas de siete leguas la figura del juglar medieval. Habla, recita, predica en todas las ciudades, ante los auditorios más diversos, en las Universidades y en las tribunas populares, suscitando idénticos fervores” dice Guillermo de Torre.

En 1958 publica “El ciervo”. Todos creen que es su último libro y tanto es así que en, 1963 aparecen sus “Poesías Completas”. Meses antes de morir, con la obra “Éste viejo y roto violín”, León Felipe sorprende a todos:

¡Qué mal suena este violín!

León Felipe, vas a tener que comprarte otro violín...

— ¡A buena hora!... ¡A los 80 años!

¡No vale la pena!

Con este mismo violín roto

voy a tocar para mí mismo

dentro de unos días “Las golondrinas”,

esa canción ¡tan bonita!    

que los mexicanos cantan siempre

a los que se van de viaje.

¿Cómo empieza?

¡Adiós!... ¡Adiós!...

Cagh, Cagh... ¡qué ronco estoy!

En verdad que suena muy mal este violín,...

Pero con él tengo que tocar todavía

unas cuantas canciones

que se me olvidaron en mis Obras Completas.

No quiero que se queden perdidas

en el barullo de mis papeles inútiles.

Creo que no os van a gustar

pero no tengo otra cosa...

ni otro violín...

Y no puedo marcharme sin tocarlas

precisamente en este mismo viejo y roto violín.

Luego llega el 18 de setiembre de 1968. El poeta muere. Si uno busca en los diarios de la época no encuentra más que un solo artículo dedicado a él en el semanario “Marcha”. Esa semana de setiembre fue funesta: en México morían asesinados 400 estudiantes y en Montevideo Hugo de los Santos y Susana Pintos caían baleados por la represión policial. La prensa se ocupaba de ellos y la muerte del poeta pasaba desapercibida.

El 11 de abril se cumplieron 100 años de su nacimiento.

León Felipe era su nombre, y su apellido Camino.

xxxxx

Yo, el blasfemo

Generación aparte

Petersen condiciona la existencia de una “generación” y la participación a la misma al hecho de que se cumplan por lo menos siete requisitos mínimos: a) la coincidencia en el nacimiento o que sus hombres sean más o menos coetáneos, b) que hayan tenido una educación homogénea, que los elementos formativos hayan sido comunes, c) que los hombres que la formen estuvieran relacionados entre sí, es decir, que existan las relaciones personales, sino entre todos, en su mayoría, d) un hecho histórico que por su magnitud pudiera haber creado, operando como aglutinante, una conciencia colectiva que la diferencie de las otras, e) que de todos sus constituyentes haya por los menos uno que oficiara de maestro, caudillo, líder, f) que el grupo tenga un “lenguaje generacional" devengando en una nueva forma de expresión, g) que la generación anterior se encuentre anquilosada.

La mayoría de estos requisitos se cumplen cuando hablamos de Generación del 98 o de Generación del 27. Pero León Felipe no pertenece a ninguna de ellas. Nació cuando el modernismo se alejaba definitivamente de la literatura española y publicó su primer libro en 1920, cuando aparecían Guillen, Alberti y García Lorca pero sin tener nada que ver con el “purismo” que aquéllos defendían entonces.

Puede tener en común con la primera el haber sentido la derrota de España cuando pierde el imperio colonial; el que campeara en su poesía cuando clama por el hombre prometeico, cierto espíritu Nietzchiano y sobre todo, la honda tristeza que compartiera con Antonio Machado por su Castilla yerma. Por lo demás, él mismo se siente fuera de ella:

“Miradla:

los mastines del 98, en cuanto ganasteis

                 la antesala, dejasteis de ladrar,

pactasteis con el mayordomo y ahora en

                                                      el destierro

   no podéis vivir sin el collar pulido de las

                                                      academias”.

¿Y qué decir de la Generación del 27, de su primera época tan esteticista? ¿Podía León Felipe tener algo que ver con una poesía deshumanizada, él, que no creía en rimas, ritmos, metáforas?:

“Yo llegué al templo nacional de la poesía española cuando se apedreaba en las calles a los últimos sacerdotes simbolistas. Llegué tarde, cansado y por unos extraños atajos pedregosos. No sé si será útil contar esto algún día. Útil para el archivo de los poetas descarriados y malditos. No entré por la puerta tradicional. En realidad, por entonces, 1918-20, comenzaban a derrumbarse todas las puertas y a abrirse grandes boquetes en las viejas paredes sagradas, por donde se colaban en cuadrilla los jóvenes revolucionarios. Tampoco entré por estos boquetes. Llegué en un mal momento. Cuando la pelea era más encarnizada. Y creo que piedras de los dos bandos me alcanzaron a mí en la frente. Yo no venía a defender a nadie ni pertenecía a ninguna cofradía. Por entonces no tenía ningún credo. Ni político ni religioso. Pero hablaba con un dolorido acento castellano de derrota que luego he visto era más universal que castellano. Quiero decir que la derrota era menos nacional, menos doméstica y menos individual de lo que yo sentía. Se acababa de firmar el Tratado de Versalles y alguien había ganado una victoria. Pero el Hombre se sentía derrotado. Contra la deshumanización naciente yo traía una vaga humanización colectiva. Sin embargo, no tenía credo político tampoco. En realidad yo no era más que un vagabundo sin casa y sin escuela, que andaba perdido por los cafés y las calles de Madrid.”

Poeta maldito, protestando por todo e increpando a todos, fueron muchos los que por mediocres o por enemigos, prefirieron obviarlo. ¿Sabe el lector que en el libro “Literatura española siglo XX de Pedro Salinas, el nombre de León Felipe no aparece siquiera para ser criticado?

El poeta maldito

 

Deshaced ese verso.

Quitadle los caireles de la rima,

el metro, la cadencia

y hasta la idea misma.

Aventad las palabras,

y si después queda algo todavía,

eso

será la poesía.

Este es el segundo poema de “Versos y oraciones de caminante” y en él, queda más que claro, cuál es la estética que rige la obra de León Felipe.

El lenguaje es el instrumento por el cual el poeta puede reproducirse. La técnica no importa, no importa el cómo, importa el qué, Y para que ese “qué” pueda ser oído habrá que depurarlo de “ripios”, habrá que ser directo. De ahí su verso desarticulado, su combinación de metros largos y cortos, sus quiebres arbitrarios.

Si alguna vez nos da una metáfora, si alguna vez se sirve de la rima (asonante siempre) será porque con eso veremos más claro y no porque la belleza haya usurpado el lugar de la imprecación, de la denuncia, del grito más seco y desgarrador. Y es que poeta y hombre son una misma cosa “En mi casa duerme el hombre en la misma cama que el poeta y los dos comen con la misma cuchara”.

Poeta universal pero españolísimo no sólo por la lengua sino porque sus temas están unidos a los aconteceres más trágicos que le tocara vivir a España cuando la Guerra Civil. Españolísimo en su realismo y su modo de imprecar. Españolísimo pese a los que lo tildaron de “español descastado”. Descastado ¿quién? ¿El hombre que una y otra vez volvió a su tierra? ¿el hombre que sobre todo regresó para vivir los bombardeos de Madrid? ¿el que exiliado no cesó de denunciar la dictadura franquista? Soldado, Franco:

“Tuya es la hacienda,

la casa,

el caballo

y la pistola.

Mía es la voz antigua de la tierra.

Tú te quedas con todo

y me dejas desnudo y errante por

                                              el mundo...

mas yo te dejo mudo... ¡Mudo!

¿Y cómo vas a recoger el trigo

y a alimentar el fuego

si yo me llevo la canción?

El mundo es el reino de la injusticia y hay tres responsables de ello: el obispo, el político y el poeta.

El primero porque es “el hombre del engaño”, porque disfraza las tretas del segundo que produce tragedias, pero el tercero es el “gran responsable”: no cumplió con el destino que se le había asignado; su profesión era la de profeta, la del hombre que “ve” y “trasmite”, no la del artista, preocupado por componer “bellos” poemas. El poeta es el gran responsable porque “canta” mientras el mundo se derrumba. León Felipe se rige por la tradición bíblica y no por la Griega que consideraba natural que los poetas se mantuvieran ajenos al devenir histórico y ensimismados por el arte de su materia.

“No es el verbo sino la lágrima la que manda ahora” ese es el camino y no el canto ¿qué motivos hay para cantar? Es la hora de preguntar, de inquirir a los responsables, de increpar a los dioses:

La poesía es el derecho del hombre

a empujar una puerta.

a encender una antorcha,

a derribar un muro,

a despertar al capataz con un trueno o

                                   con una blasfemia.

Pero los dioses responden con silencio. Se les pregunta “¿Por qué?” y contestan abriendo la tierra para cortarnos el paso, como hicieran con Edipo. Se les pregunta por la justicia, sale Quijote por el mundo y es “el payaso de las bofetadas”:

Una última pregunta: ¿No hay estrellas lejanas? ¿El hombre no camina más allá de sus gusanos? La gallina se come al gusano, yo me como a la gallina y mi carne es la vianda del gusano. ¿La justicia no es más que este mecanismo? ¿No es más que este engranaje de noria? ¿Voracidad, voracidad organizada en una cadena sin fin?

León Felipe es el nihilista supremo, el descreído total, el total decepcionado, el que sabe que nada se puede esperar más que eso: la nada, como pedirá en una de sus últimas composiciones.

Dice que no hay esperanza pero quiero creer que cuando hablaba del hombre prometeico, del poeta prometeico, estaba dándonos una salida.

“El hombre es lo que vale. El hombre con su temblor de llama de sangre y con su fuerza prometeica en sus entrañas" y es que todo pasa, todo se termina, los pueblos mueren o son asesinados, los bienes se pierden “pero el hombre está allí siempre para empezar de nuevo cada día” aunque otra vez quieran destruirlo “...para gritar nuevamente a las estrellas con un nuevo dolor y un grito nuevo, pidiendo la luz y la verdad; para aplacar a los dioses, para vencerlos, para convencerlos y cooperar con ellos”.

Estamos en el Infierno y el único camino posible es el de llanto. La poesía deberá ser fuego y el poeta un hombre prometeico para que advenga el tiempo de “cantar”.

Si existe una “Poesía comprometida” es ésta, la de León Felipe. La de un poeta que se enfrentó a todo sin ningún tipo de “barroquismos”, de “caireles”. Ninguno gritó tan alto, ninguno como él se atrevió a tanto y tal vez Max Aub tiene razón cuando dice que sólo al Víctor Hugo de “Les chátiments” puede compararse este valor civil de gritar lo 'que miles pensaban.

El viento es un exigente cosechero:

el que elige el trigo, la uva y el verso...

el que sella el buen pan,

el buen vino

y el poema eterno...

Ningún poema está jamás terminado y muchísimas fueron las veces en que retomó los suyos para recrearlos, para volver a hablar de la piedra, la iglesia, la justicia, la revolución no embanderada: “Pues bien, señores, estos hombres aunque sean ilusos valen más que los otros. Y yo me voy con ellos a dar mi vida porque el mundo así, con este orden donde un imbécil puede ser ministro y un mastín suelto sin cadena y sin bozal puede ser un educador, no lo quiero...”

“El ciervo” que parecía ser su última obra contenía un testamento de pesimismo irremediable. Poco antes de morir, sin embargo, publica, como ya dijimos, “Este viejo y roto violín” en cuyos últimos versos se identifica y nos identifica con David, con la “piedra aventurera” que deberá dar justo en la frente misma de Goliat. Retomaba, entonces, las palabras de “Ganarás la luz”, palabras en las que creo ver su auténtico legado ¿o será que “quiero” verlo en ellas por no aceptar el abismo inmenso de la nada?).

La llama es la que rima. Un día la Poesía será un ejército de llamas que dé la vuelta al mundo; Prometeo será legión, y muchedumbre . los que trabajan con el pecho abierto y la palabra encendida. Encendida y aprendiendo su lección de las estrellas. La retórica del poeta está escrita en el cielo.

 

por Lucy Garrido

 

Publicado, originalmente, en:  Jaque Revista Semanario - Montevideo, viernes 13 de abril de 1984 Año 1 No. 19

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

Link del texto: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/3079

 

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

Email: echinope@gmail.com

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