Hace mucho, mucho
tiempo, existió en un lejano Emirato Árabe, un joven llamado Ahmed. Él, era admirado por su exquisita habilidad para tejer alfombras, generación tras generación sus ancestros fueron transmitiéndose sabios conocimientos; heredo la suma que lo convertiría en el mejor de todos los tiempos. Sin embargo esto preocupaba mucho a su padre, que no dejaba de recordarle “Aquel secreto” el que hacía que su casta se mostrara tan digna como orgullosa y honorable.
-Hijo, recuerda en la trama dejar siempre una hebra mal tejida, hazlo allí donde nadie la encuentre, que a los ojos de los hombres parezca una obra perfecta, sólo nosotros y Ala sabremos la verdad.
-Sí Padre, obedezco, pero no entiendo porque no puedo llegar a lo perfecto.
- Porque si lo hicieras hijo mío, ofenderías a nuestro gran Ala. Él, sólo él puede lograr la perfección con la que sueñan los hombres.
Ahmed siguió tejiendo alfombras maravillosas, soberbias, tan perfectas como según le decían se podía un mortal en la tierra permitir, esto le causaba angustia, le pesaba en el alma. Un día no pudo más, tomo con desesperación, sus trabajos, con un sentimiento de impotencia que ya no podía aceptar y los tiro fuera de su tienda, ante la mirada atónita de su familia, hizo una verdadera pira con ellos y luego con sus piernas cruzadas se sentó a contemplar el fuego. Cuando este se terminó quedando sólo un puñado de grises cenizas, que serían barridas inmediatamente por el viento, levanto la cara buscando a su Dios y le hablo como si lo tuviera enfrente, como mirándose en sus ojos.
-Yo sé que puedo hacer algo sin errores, algo perfecto algo que pueda con su magnificencia demostrarte y demostrarnos que nuestro espíritu puede alcanzar la gracia de parecerse cada vez un poco más a ti, mi creador, a ti mi Señor, sé que no serían meritos míos si no que con tu aprobación estaría mostrando lo que tú has hecho a través de mí. Bien… ¿No me contestas? entonces tomaré por un si tu silencio, si me equivoco, puedes por mi osadía cuando quieras, tomar mi vida.
Pasaron los días, las semanas y llegó el día en que Ahmed se encontró con la aguja en el aire por dar la última puntada sintiendo que su corazón galopaba y casi no lo dejaba respirar. Allí estaba su alfombra, la más bella, la que nunca ojo humano alguna vez vio “La perfecta”. Y la creo él. Salió afuera y sobre las arenas del desierto la extendió suavemente sintiéndola tan delicada y frágil, como si la hubiera hecho con alas de mariposas y se acostó sobre ella, cerro sus ojos… ansioso espero la decisión de Ala.
El sol se fue durmiendo en el horizonte dándole paso a la luna envuelta en su manto negro todo salpicado de estrellas. El nuevo día lo despertó y a su alrededor vio volar pájaros, y las nubes lo rodeaban blancas y de formas caprichosas, le parecieron de algodón, ¡Qué maravilla…Volaba, volaba sobre su alfombra perfecta!
Ala lo había premiado. |