La soledad de nuestros hijos |
¡Otra vez solo! exclamó Tomás. Llegaba del colegio con ansias de ver a su mamá, de contarle como había pasado el día, y como todos los días, la casa estaba vacía, solo su perro Axel remolineaba su cola, contento por ver a su fiel amigo. -¡Ay Axel si no te tuviera a ti amigo!¿quieres comer algo conmigo? ¿unas galletas quizás? Tomás encendió el televisor como lo hacía siempre, para que lo acompañara, y se dispuso a hacer su tarea. -¡Ay, esta maestra,¿cree que no estamos agotados?¡nos llena de deberes! Pero Tomás era muy capaz, terminó todo en un par de minutos. -¿Y que hago ahora? se preguntó. En ese instante se abre la puerta y entra Deborah, su madre nerviosa; Tomás corrió hacia ella para abrazarla, pero grande fué su disgusto cuando su mamá, le tomó las manos y le dijo-¡hijo no me toques con esas manos que me ensucias la ropa! y se dirigió a su dormitorio sin siquiera besarlo, a cambiarse de atuendo para concurrir con su esposo a una reunión con amigos. Tomás abrazado a su perro lloraba en silencio y se preguntaba-¿qué hice esta vez? Se acostó sin cenar, se había olvidado su madre de dejarle algún alimento, allí llegaron sus sueños, un maravilloso mundo de amor lo cobijaba mientras dormía; eran tan hermosos los paisajes, la gente, que no quería despertar, la alarma del reloj lo llamó a la realidad, una realidad de la que él quería escapar, se desperezó largo rato y comenzó a llamar a su mamá. -¡Mami, mami! y apareció por la puerta la figura de doña Elisa, una señora regordeta, con cara aniñada y de buen corazón. Era la empleada de la casa desde hacía quince largos años; cuando los padres de Tomás se casaron ella llegó para solucionarles todo, absolutamente todas las tareas caseras, así como del niño Tomás desde que vino al mundo. Ella siempre le confesaba a Tomás que lo quería como si realmente fuera su madre, y así se lo demostraba día tras día. Había secado sus lágrimas tantas veces que no podía recordarlas, y sabía de la triste soledad que padecía ese "angelito" como ella solía llamarlo siempre. Se acercó a la cama de Tomás y le dijo dulcemente-¿quieres una rica leche, hecha por las manos de esta vieja que tanto te quiere? -¡bueno! dijo Tomás, y mirando a Elisa le preguntó-¿ y mamá?... -Oh! mi angelito, tu mamá tenía que irse más temprano hoy, la esperaba el Contador de la Empresa por unos asuntos. Pero ya, levántate y lávate esa carucha, que te espera un día muy agitado hoy, con gimnasia incluida. Tomás se levantó se vistió, y con esa cara tan dulce que la compraba, añadió-¿Eli, no me dás un besito?-¡Oh! como no mi amor! y lo besó reiteradamente, él se tocó la mejilla, y sus ojitos desprendían cariño. Como lo quería esa dulce señora, que ni siquiera llevaba su sangre, vivía pendiente de Tomás. Llegó al colegio haciendo proezas con su bicicleta como era de costumbre y los compañeros de sexto grado lo esperaban para jugarse, un buen encuentro de fútbol y entrar a clase a estudiar. Ese mismísimo día Angélica una compañera suya le contestó su carta, una carta de amor que él había escrito para ella dos días atrás. En la carta expresaba cuanto lo amaba, Tomás estaba tan feliz, que deseaba llegar a su casa y contárselo a sus padres! Era su primer conquista! Pero al final de su jornada con la carta entre sus jóvenes y temblorosas manitos, tomó su bicicleta y se fué rumbo a su hogar. ¡Oh! cuando papá lea lo que me dice Angélica,!, ¡ Oh! cuando mamá se entere que yo ya tengo mi primer novia! ¡Oh! pensaba Tomás ¡gracias! Dios mío por permitirme sentir ese amor tan puro! Llegó a su casa y desaforado comenzó a gritar por sus padres, pero nadie lo escuchó, el que corrió hacia el fué Axel, su perro Axel. Apenado se dirigió a la cocina, y al abrir la heladera, en la puerta de ésta se hallaba una nota que le decía..".Tomás, tu padre y yo tenemos una despedida de soltero de un compañero mío de la Empresa, caliéntate la comida en el microondas, volvemos tarde, no nos esperes, duérmete, si? muchos besos tu mami." -¡Bah! dijo Tomás en voz baja. En ese instante miró a Axel y éste se demostró ansioso por saber lo que Tomás quería contarle. ¡Axel...Angélica me contestó la carta, no es genial?- -¡Tengo novia, tengo novia! al fin se me dió, si la conocieras...tiene el cabello renegrido, y esos ojos azules, y es tan buena si la vieras! tú también te hubieras enamorado como yo, ya tendremos oportunidad de que la conozcas y opines por ti mismo, eh? Así transcurrió parte del año, Tomás siempre en esa inmensa soledad, hasta que un día ya no quiso levantarse de la cama, se sentía mal, no tenía ánimo para nada, ni él mismo sabía lo que le estaba pasando. Doña Elisa en cambio intuía que algo andaba mal, con su ignorancia y su reducido mundo, veía ante sus ojos, que Tomás se derrumbaba con tan solo once añitos. El pobre niño pasó horas durmiendo, soñando en ese mundo mágico, el cual su mente ansiaba encontrar en la tierra, estando despierto y no en sueños. No quería despertar, él mismo se negaba a vivir tan solo de la ilusión de que un día quizás, sus padres le demostraran cuanto lo querían. Realmente era lo que estaba pidiendo a gritos. Mientras que su sueño lo abrigaba mágico y eterno, escuchó una voz ronca que le decía... ¡Despierta campeón, soy el doctor Galeano, te vine a ver a tí! Lo revisó minuciosamente y luego le hizo varias preguntas, las que Tomás contestó con desgano. El doctor tomó su maletín y se dirigió hacia el comedor, donde lo estaban esperando los padres del niño y la buena Elisa. Para ese entonces Deborah y Alfonso habían tomado conciencia del daño que sin querer habían provocado en su hijo adorado. El doctor parpadeó, tragó saliva, y les habló a los padres de frente, sin tapujos, con la verdad, el pobre niño estaba sufriendo una depresión debido a su profunda soledad. ¡hay que tomar riendas al asunto! dijo el doctor. Si realmente quieren que les diga lo que pienso como padre que soy, al Doctor lo dejamos de lado por un momento. ¡Vayan ya, abrácenlo con todas sus fuerzas, díganle cuanto lo aman, él solo necesita eso, nada más. Ahora yo me pregunto ¿era en realidad mucho lo que les pedía? Ustedes lo trajeron a este mundo, demuéstrenle que vale la pena que es hermoso vivir, es tan solo un chiquillo. Ejem! carraspeó el doctor con profundo dolor. Le costaba hablarles. Es hora de que actúen como padres ¿donde estaban en estos once años? ¡Su hijo los necesita, y ya! Él ya les dio suficiente tiempo, no puede esperar más. Sin más el doctor Galeano saludó a la familia y se marchó con los ojos humedecidos por las lágrimas, pensando quizás en qué se había transformado este mundo tan acogedor en egoista. Deborah y Alfonso se miraron con una inmensa pena en sus corazones que los embargaba. ¡Qué hicimos Dios mío! repetía Deborah sin cesar, desconsolada. ¿Qué nos pasó? se preguntaba Alfonso con profundo pesar. Desde ese día tan duro para todos decidieron que no podían seguir así. Habían reflexionado tanto sobre todos estos años, y se habían dado cuenta de sus errores. Ya Deborah había dejado su frívola forma de actuar, ya no le interesaban sus reuniones de té con sus amigas, ni los días de Shopping de compras solo para ella, malgastar su dinero en vestimenta, que muchas veces quedaba guardada en el ropero. Desde ese día tan duro, ellos siguieron con los horarios habituales de trabajo, pero ni bien terminaban sus tareas corrían hacia su hogar. Allí los estaba esperando un niño alegre, tan feliz¡ tan cambiado! Este cambio se debió a que el amor de padres existía, y era inmenso, lo que nunca habían sabido era demostrárselo a su hijo. Y así Tomás todos los días se sentía con ansias de vivir, y de compartir todo lo suyo con sus padres. ¡Ay mami! no sabés lo que me pasó hoy en el colegio? bla bla bla, decía Tomás... ¡Ay papi! hoy me jugás al juego nuevo de compu que tengo? me lo prestó Ismael, le decía.... ¡Tomás necesitaba tan poquito! ¡Con tan poco un hijo vive feliz! ¿Porque llegar a esta situación que vivieron los tres, si no era necesario.? ¡Tomás cómo te amamos! exclamaban los padres, en cualquier momento, bajo cualquier circunstancia, le demostraban cuánto lo amaban. El amor de padres es tan puro, tan bello. ¿Como no amar a nuestro hijo, si es carne de nuestra carne?, y no solo amarlo, sino sabérselo demostrar a tiempo, que es lo que cuenta. De esta manera vamos a construir un mundo nuevo, mágico como solía soñar Tomás, ¿Saben cuál? ...El del amor... Que esto no quede en ustedes solo como un cuento, abracen a sus hijos ya, díganle que los aman, no cuesta nada, y qué felices los hace! Allá a lo lejos se escucha la dulce vocecita de Tomás, diciéndole a su amado perro Axel... ¡Uy! qué dicha la mía! los tengo a ustedes tres! ¡Guau, guau, asentía Axel, feliz también por la nueva vida que le esperaba a su amigo. Tomás es como cualquier niño de su edad, bueno, inquieto, pero le faltaba lo esencial para poder seguir creciendo sano, el amor de sus padres,... No dejen que esta triste historia que relato se vea reflejada en su hijo, no se lo permitan a ustedes mismos, esto es solo un cuento, ¡Que no se transforme en una cruda y triste realidad! ¿Que hubiera sido de Tomás si no se enfermaba para demostrarle a sus papás cuán errados estaban?¿Que hubiera sido de este pobre ángel? Vamos juntos a penetrar al mundo mágico, del que en sueños Tomás tenía tanto amor, como el que merecía tener, como cualquier niño, y edificar en él, el futuro de nuestros hijos... FIN. LUCÍA GARCÍA ZORRILLA DE SAN MARTÍN. |
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