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"La Torda" o el "Lobizón |
El comisario de campaña, don Laureano Montes, estaba en su despacho, sentado como de costumbre, tomando mate, cebado por un subalterno. De pronto penetro, intempestivamente, el sargento Lucas, arrastrando sus mal abrochadas espuelas y el pesado corvo, también mal sujeto a la cintura, con el cigarro de chala en la boca, e irreverente, sin cuadrarse, haciendo apenas la venia, le dijo a su superior:
-Señor comesario: se ha cometido un crimen bárbaro con una inocente criatura arricien nacida.
-Que dice sargento?
-Como lo ha oido, comesario. Un crimen.
-Espliqueme el asunto.Vamo a ver de que se trata.
-Vide, comesario, el cuerpito del angelito. Yo diba pa la pulpería, en recorrida, no?, y me yamo l'atencion, al cruzar el "paso", una bandada de caranchos que revoloteaba con miras de abajarse por allisito nomá. Enseguida me dije: deben de haber carneao alguna oveja sin permiso y los autores han escondido el cuero con achuras y todo, pa despistar el robo. Entonces tuve que hacer pininos pa' llegar al lugar onde estaba el cuerpo del delito. Ya me ve todo embarrao! Aquello era cuasi un tembladeral! Las que tuve que pasar comesario!...Dispués que diga noma's la gente que uno no se preocupa por la sesión!
-Gueno... y diga, pue, di una vez, sargento, que jue lo que pasó?
-Y que diba a pasar? ¡Un semejante crimen cometido con un angelito, del seso varón. ¡Pobrecito! Si lo viera comesario! ¡Lindo "guris"! Gordito; se veía que era "de tiempo". Presentaba señales de haber sido estrangulao; taba morao, con los ojos saltones, cuasi por reventar y con la lenguita de ajuera. ¡Pobrecito!
-Y por que no trujo el cuerpo del delito?
-¡Y que diba a traerlo, comesario, si aquello gedía, gedía fiero!
-Taba en descomposición el cuerpo, quedra decir?
-Asina mesmo era. ¡Si viera, comesario, las que pase!
La correntada trujo al angelito onde estaba lleno'e pajas brava. Entonces "pelé" el sable y con la punta lo ensarté nomá al pobrecito. ;Que Dios me perdone! y lo truje con el fin de darle sepultura... ¡Si gedería, comesario!
-¡Es, mesmo, un crimen! Y no averiguó quien jue la madre desorejada que lo soltó al mundo?
-Mire, comesario... yo maliseo el asunto.
-Desembuche todo, sargento. Un crimen de esa naturaleza no puede quedar tapao y menos el de un angelito.
-Mire que si lo cuento tuito, el parte va'ser muy largo
-Se lo decimo todo al juez, y él, que lo redate.
Y de quien malicea que pueda ser sargento? Desembuche noma.
-Uste se cai d'espaldas si se lo digo, comesario; no lo he comprobao entoavia, no?
-Son conjeturas, sargento?
-Que dijo, comesario?
-Si son maliseos suyos?
-Con algún fundamento.
-Gueno... suelte el royo nomás. Pa eso estamo; no hay que andar con miramientos. La justicia tiene que proceder y hay que suministrarle tuitos los datos.
Luego de una pausa, agregó: y dispues, sargento, de enterrar al angelito, ¿no se le ocurrió trai algunos datos? Como se le ha escapao "eso"?
-Verá, comesario. Uste sabe que pa esas averiguaciones no soy lerdo. Gueno... dispués de haber enterrao al angelito, rumbié pa la pulpería a indagar...¿sabe?, con mucho cuidao, que no se me juera a escapar nada, por si los "cumples" estuvieran rondando el lugar, como acontece en la mayoría de los casos. Gueno ... pedí una "caña doble" y me puse a "pitar", pegao al mostrador. Yo oservaba una rueda de forasteros que estaban jugando al "truco" en una mesa, al fondo del boliche. HabÍa varios "mirones". Carculé que serian contrabandistas y "paré la oreja". En una d'esas se me acerca el "Tape", aquel que le suele dar una manito "en los contrabandos" a Betervide, su amigo, y me dijo: "Los hombres "esos" lo taban esperando. Parece que quieren hacer un negocio con uste, sargento".
-Y que train?
-Un vocoy de cana en un carrito y dos cargueros con tabaco y otras menudencias. Dicen que le diga cuanto les pide.
-Que me dean lo que quieran.
-Tome, sargento. Me dieron esta cédula de cien pesos para uste.
-Ta hecho el negocio, deciles. Y dales las gracias. Que hagan las cosas bien y que no me comprometan. Entonce, lo invité al "Tape" con una caña y encomenzamo a prosiar.
El comisario, con el entrecejo fruncido y algo mas se río dijo:
-Pero. . . sargento, todo esto ta gueno. . . pero el asunto del crimen del angelito?
-Ya vera comesario. Voy rumbiando pa ese lao. El "Tape" me pregunto si habia alguna noveda de bulto por la sessión. Le contesté que noveda nenguna por el momento. Y en seguida agregué: este año se presenta bien pa la parisión...
-Se ha fijao "Tape", que lunas guenas pal ganao... que tiempo pa los campos De veras... tiempo guenazo, me contestó. Y dicen que pa las mujeres que tan por tener familia, las lunas tienen que ver algo …
-Eso mesmo dicen. Será igual que pa los bichos, ¿no, eh?
-Y diga... don sargento; el otro día vide a "La Torda"; vino a buscar yerba y un poco de azúcar. Taba pesadota!. .. Pa mi que a lo mejor ya debe de haber tenido otro hijo... Taba pesada...¡y siempre linda! Tuve que ayudarla a montar en el petizo. ¡Viera que nalgas y que piernas! ;¡Mire que es linda "La Torda"! ?A quien regalará el hijo esta vez? Con razón le dicen "La Torda". Tiene los hijos, y dispués los regala a los estancieros ricos pa que los "hagan gente".
-Entonces "La Torda" habrá tenido ya familia a la fecha, no eh?...
-Carculo sargento; taba tan pesadota mesmo y sobre todo con estas lunas tan guenas pa la parisión, como dicen...
Y apenitas me dijeron "esto" pegue la guelta de la pulpería. Al cruzar el "paso", entuavia quedaba el jedor del angelito. Esto es, señor comesario cuanto puedo decirle sobre el crimen. Si es "La Torda" la autora, ¿que me cuenta?
-Ah. . . me olvidaba, comesario. . . aquí tiene la cedula de cien pesos... No hay compromiso de nenguna especie... A lo mejor, a estas horas, el contrabando ya lo han pasao.
-No hay compromiso, dice?. . . gueno. . . dispués, cuando cambee esta cedula le dare unas "chalas"... Pero... escuche sargento: coma tranquilo y descanse.
Mañana a primera hora, ensiya y me "priende" a "La Torda", si nota que "salió de cuidao". Un crimen con un angelito en esas condiciones no puede tolerarse en el desempeño de mi cargo. Un robo tampoco. Asina que mañana me trai a "La Torda". ¿Tamo?...
El sargento se cuadró, hizo un simulacro de venia y se fue a su cuarto, a descansar.
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Al otro día, muy temprano, el sargento Lucas ensiyó su caballo "overo", y se dirigió al rancho de "La Torda" que distaba dos leguas de la comisaría. El sargento iba al tranco por el sinuoso camino, pensando, meditando ... De cuando en cuando taloneaba a su "overo", era para mover y torcer de rumbo su pensamiento, pues, la decisión de apresar a "La Torda", ya estaba adoptada; tenia la orden y había que cumplirla. Tenia que proceder con cautela.
Cuando dejaba de galopar era porque nuevamente le invadían los mismos pensamientos, las mismas cavilaciones. A veces dulces, acariciadoras. "La Torda" que oficiaba de lavandera, la famosa "Torda" que tanto daba que hablar en el pago por su belleza, cuya vida intima estaba circundada por un halo de misterio, pues no se le conocía amante, ni relaciones secretas con hombre alguno; siempre estaba solitaria en su rancho, o junto a aquella portera de fuerte candado, pegada al camino. Era blanca, "achinada" por los quemantes soles nuestros. El sargento por momentos, se detenía en pensar en aquellos sus ojazos negros que cautivaban al mirar... Aquella sonrisa; su voz clara y murmurante como agua de manantial; sus trenzas renegridas en cuyas puntas, cuando no tenia grandes cintas, tenían claveles de adornos... Su cuello... Su busto... Sus caderas... ¡Y sus piernas! ¡Las piernas de "La Torda"! No se habían visto otras iguales.
-"Pero tengo que proceder, sea por las guenas o las malas". Y seguía pensando en "La Torda". De pronto le vino un pensamiento que destruía toda su pesquisa. Y si "La Torda" se le ocurriera decir que el hijo lo tuvo "allí", junto al arroyo "antes de tiempo", que el "guris" había venido ya, "así", al mundo, que vino ahorcado como dicen, que suele acontecer? Que "plancha", ¡que papel ante el comisario! ... ¡Su prestigio! En esto pensaba cuando de pronto divisó el rancho de ella. Apuró a su caballo, y, al rato vio una silueta blanca que se movía en el cerco florido de su rancho. "Tara en camisa", se imaginó.
El sargento pensó: "Carculará que soy yo, la polesía que la va a prender". ¡Caracho! me ha descubierto el overo; me olvidé de cambiar mi caballo. De improviso la vio penetrar al rancho y cerrar la puerta. De un galope, muy pronto estuvo frente a la portera. Un cuzco salió a recibirlo, ladrando furioso. Al rato un avestruz "guacho", enorme, se acercó al alambrado y lo miraba con sus grandes ojos y de cuando en cuando, soltaba, estirando su pescuezo, su silbido, casi lamento.
El sargento desmontó y maneó su caballo. Dio dos fuertes palmadas, llamando. El cuzco seguía ladrando.
La puerta del rancho se abrió casi en seguida y apareció "La Torda", pálida, algo sonriente, con su cabellera negra, suelta hasta los hombros, y con el peine en la mano.
-Guen día "Torda",-dijo el recién llegado.
-Guen día, sargento. ¿Que le trai por acá?
-De paso nomá. Ando, como siempre, de averiguaciones. ¿No vido "Torda" pasar ayer po'aca cerca, un carro y dos cargueros?
-Ayer mesmo, de tardecita, sentí chiyar los ejes de un carro; taba oscurito ya, y vide varios cargueros, a mas, diban cinco hombres a cabayo. Seria un contrabando ¿no?
-No ve usté. Dispué quiere el gobierno que uno se haga matar al cuete. ¿Voy a peliar a los cinco? Si haberá, mesmo escasez de melicos. El comesario siempre pide que rejuercen el personal, pa'cabar con los contrabandos, pero no hay caso. Por mi que pase lo que pase, no espongo porque si el pellejo, no eh, ¿no le parece, doña? ...
-Y, claro . . . ¡pa'que se va' esponer? La vida hay que apreciarla. ¡Pa lo que va'agradecer "el gobierno"!
-Y pasando a otra cosa, dijo el sargento Lucas, ¿tuvo ya familia?
Ante tan inesperada pregunta, quedó aun mas pálida. Pero, sin inmutarse, contestó: -Si sargento, tuve un contratiempo".
-Un contratiempo, dice? Y quien hizo de "tatucera"?
-Yo mesmo, sargento. Taba en el arroyo lavando. Había trabajado demasiao, cuando me acosaron unos dolores de vientre tan juertes, que no tuve tiempo de nada. No esperaba pa tan pronto; y yo misma me partié.
-¡Ah, gaucha linda y corajuda!
-¿Y que mas rimedio, sargento? Mire, ni me hable mas d'eso que estoy entoavía delicada... ,¿No ve que flaca estoy? Cuasi ni tengo juerza pa nada. Ayer tuito el día me lo pasé de cama y eso que tenia varios ataos de ropa que entregar.
-Ta bien todo... Si es su gusto, no le hablo mas del asunto. Y en seguida agrego: -Gueno arreglese doña; vístase, emperifollese si quiere, y acompáñeme hasta la comisaría, asina declara.
-¡Me lleva presa!,-dijo "La Torda", casi aterrada.
-¡No! ... , presa, no! . . . Es pa que declare lo que sepa sobre el contrabando.
-!Ah! si es por "eso", no hay inconveniente, sargento. Y diga...en que voy? El petizo ta' suelto y tengo que ensillarlo.
-¡No! La llevo en el anca de mi caballo.-Que mas quiere el "overo" que llevar una prienda de su clase?
El rostro de "La Torda" se iluminó con su sonrisa llena de gracia y mostró sus blancos dientes de "pororo", ante el piropo del sargento.
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El comisario estaba sentado en su poltrona junto a su escritorio, tomando mate y fumando un "chala". Sobre el escritorio habían varios expedientes, diarios, libretas y un viejo tintero de níquel, todo ferruginoso. Desde temprano había hecho barrer el piso lleno de "puchos'' y escupitajos. Había hecho pasar el plumero por todos los rincones. Mandó colocar la biblioteca al frente de la puerta de entrada, enderezar el cuadro de Artigas, el fundador de la nacionalidad oriental, y también mandó poner un par de sillas, casi nuevas, tapizadas en cuero, que estaban guardadas para los días de visita que hacían algunas personalidades, como el Jefe de Policía, el Inspector de Escuelas, el Juez, o personas de algún relieve político o social.
Todo esto para recibir a aquella criolla, a "La Torda", mujer estupenda, bellísima, que jamás persona alguna se expresó mal de su conducta, y menos en asuntos relacionados con la policía. Don Laureano, el comisario, había hecho venir al peluquero, que era a la vez "zapatero remendón" y "sacamuelas", para que le hiciera una buena afeitada y un buen corte de pelo. Hasta se hizo poner en el cabello un extracto con aroma de heliotropo.
Hacia mas de una hora que esperaba impaciente la llegada del sargento Lucas, su hombre de confianza, "su mano derecha", como solía decir. Ya había dado la orden que le avisaran tan pronto fueran divisados. Casi al medio día, el "puerta" anunció la llegada ..
El sargento fue el primero en entrar, conversó en voz baja con "La Torda" en el zaguán y, adelantándose, dijo a su superior, a media voz, y haciendo la venia:
-Comesario: la truje engañada. Le hice creer que tenia que declarar si había vido pasar el contrabando. Trátela con miramientos. Váyase derecho al grano.
-Ta' bien; deje la cosa por mi cuenta. Hágala pasar nomás.
Y penetró "La Torda" haciendo sonar los tacos altos de sus zapatos blancos en el piso de tabla. Se saco el pañuelo de seda celeste que adornaba su cabeza, dejando ver su bello rostro.
Hizo un movimiento con las manos y trajo hacia adelante, junto a sus turgentes pechos, las dos cruceras de sus renegridas trenzas.
En los pocos pasos que dio pudo percibirse el ondulante ritmo de su andar, ese balanceo típico y gracioso de nuestras criollas, que sin ser voluptuoso es desafiante, tentador. El comisario estaba de pie, se dieron la mano y después de un "¿como está?", le dijo:
-Con un viaje tan largo y tan incomodo debe d'estar muy cansada. Tome asiento nomá; no haga cumplimiento; está en su casa.
-Gracias, don Laureano. ¿Y su gente como está?
-Guena, gracias. Y la suya?
-Y... mi gente, usté sabe, la tengo desparramada dende que murió mi mama. He andao rodando... rodando, y aquí me ve … Tantos hijos a una la consumen.
-Y... cuantos hijos ha tenido "Torda"?
-Seis machos, comesario.
-Seis machos, dice?
-Sí seis. Y el último, un "contratiempo", también resultó macho; comesario.
-Siete hijos varones tuvo "'Torda"! Y no sería un lobizoncito el último?
-Cállese, Comesario, por favor...! Si esto ya no es vida para mí!
Dende que quede encinta, me lo he pasao pensando! Siempre con ese pensamiento fijo si seria lobizón o no!
-Ah! Las que he pasao, comesario, en todos estos últimos tiempos, durante el envarazo! Era un continuo sufrir. Y usté, comesario, ¿cree en los lobizones?
-¿Si creo en los lobizones? ¿Y como no voy a creer?
-Si he visto una sinfinida d'ellos. Dicen que no le dentran balas ni tajos n'el cuerpo y he oído contar muchos cuentos d'ellos dende "guris".
-Y uste, sargento, ¿tamién cree? -dijo "La Torda".
-Y... tuitos los gauchos creemo en él. Dende chico nos enseñan a creer, no e así, doña?
-Y el comisarlo con blando acento le dijo a "La Torda":
-Pero al lobizón, que dicen qu'es un encarnao de "mandinga" hay que hacerlo "cristianar" por los hermanos mayores, ansina el pacto que
tiene, queda deshecho y el "guris" sale un hombre gueno como todos.
De pronto "La Torda" escondió la cabeza entre sus robustos brazos, caracolearon las "cruceras" de sus trenzas negras en el escritorio sobre el que estaba apoyada, y prorrumpió en un llanto, desconsolador.
Y don Laureano casi paternalmente:
-¡Yore, m'hija, eso es gueno! ¿Ta arrepentida de alguna falta?
-Comesario! iComesario! Como diba a bautizar a este ultimo hijo, si nunca tuve una hija mujer pa' que juera madrina?
-Sabe m'hija, que tiene razón, mesmo? Diga, sargento: que le parece a uste este "caso"?
-¡Mesmo! Si era un lobisoncito el "guris" . . . que diba'hacer la pobre?
De pronto "La Torda" levantó la cabeza. Sus ojos estaban algo desorbitados y empapados de lágrimas. Luego dijo con voz trémula:
-Yo también creo y seguiré creyendo, comesario. Escúcheme:
-La escucho m'hija.
-Dende chica a mi mama le he oído contar este cuento: Una vez, existió un estanciero muy rico, que tuvo siete hijos machos; tuitos "corridos". Primero había tenido tres mujeres. Pero como él era un hombre "contra las iglesias", no quiso cristianar a ningún hijo. Gueno ... Decía mama qu'el "guris" último, se jue criando bien; era juerte, tenia salú y era como todos. Cuando llego a eso de los quince anos, cuasi un mocito, comenzó a estar callao, ya no era tan prosa. A veces se ponía tristón y no comía; se venia cada vez mas flaco. Solía salir al campo en noches de luna y decían qu'en los días viernes, a las doce, tenia por costumbre de levantarse de la cama, y salir pa'juera, diba siempre corno medio alelao. Y donde encontraba un animal echao, juera lo que juera: perro, gato, chivo, chancho, oveja, caballo, lo que juera, lo hacia levantar y se revolcaba en el mismo lugar onde el animal estaba echao. Al ratito se convertía en la clase de animal que había estao en el lugar. Y creciendo, llegó a hombre.
Tan es asina que llego a tener novia. Ya taba próximo a casarse. Ella se habia "aprontao" y el también. Taba todo prontito, convenido pal casorio. Gueno. Risulta que no faltó una "mala lengua" que le dijera a la muchacha qu'el novio era "lobizón". Ella sacó la cuenta de los hermanos del novio y risultaba mesmo, "lobizón". Entonces dicen que la novia se enloqueció y, a los pocos días, murió redepente. Y justito, el día que la velaban con el traje de novia, era la noche antes del viernes. El novio taba al lao d'ella; dicen que no se apartaba del cajón. Taba muy triste y no redamaba una lagrima, porque asigún dicen, los "lobizones" no lloran. Andaba como si juera mudo; no hablo con naides esa noche. Al otro día, como tocaba, era viernes. El tuvo en el entierro y en "las casas" lo vigilaban con disimulo, los hermanos, la "mama" y los "piones". Dicen qu'en cuantito escureció, salió p'al campo, onde había un perro negro lanudo, se revolcó en el sitio d'el, y convertido en perro "toco" rumbo p'al cementerio.
Los piones lo siguieron y dende lejos pudieron ver que llegó al lugar onde estaba enterrada la novia. Apartó las flores que tenía y comenzó a remover la tierra. Como dicen que los "lobizones" se alimentan con carne de muertos, vaya a saber si no se había comido a la novia. Todo eso me contaba "mama", comesario, dende chica y usté también lo habrá oído contar. Dispués que volvió a las casas, se transformó en "gente". La "mama" le pregunto por donde había estao, dado que faltaba de las casas. Y le contesto cuasi medio "ido":-"No mi acuerdo"... Le sintió un aliento feo y le pidió que le abriera la boca . . . Y cuando la mostró, comesario, sabe, tenía entre los dientes unas hilachas de los festones del traje de la novia. Vea, comesario! Que desgracia es tener una hijo "lobizón"
- El Sargento y el comisario se miraron, casi aterrados. Luego el comisario agregó:
-Ese cuento ya lo hemos oído contar y todo por no haber cristianao al "guri",al "lobinzoncito"
De pronto la "La Torda" alzó los brazos, y el rostro congestionado exclamó:
¡Comesario! ¡¡Comesario!! No puedo aguantar más!! El último "Guris" mío lo mate yo mesma con estas manos...! Que dios me perdone ! Lo ahorqué y lo tiré lejos al arroyo!! Taba llena de terror … no supe lo que hacía ... Tava como loca ... dispué de "partiarme" agarré al "guris"... no se si jue un delirio ... agarré al "Guris" ... vide que era macho y apenitas lo sostuve, temblando de fiebre, entuavía acosada por los dolores y bañada en sangre, lo mire fijo!! Era un "Guris" algo cabezón, me pareció que en vez de yorar como lo hacen todos al nacer, se reía de mi, mostrándome dos largos colmillos, y me soltó una rizotada grandota ...
Y ya no pude más, señor comesario, y ahí nomás me hice coraje. le apreté el pescuezo ¡Tanto! ¡Tanto! hasta que se puso negro. Entonces lo tiré lejos, a la correntada. Y yo vide clarito que al caer al agua se formó un borboyón grande y el "Guris" se transformó en un bicho colorao con grandes cuernos ; era como un "murciélago" enorme, que me miraba fijo con los ojos hecho dos brazas ,y me gritó --"Me las vas a pagar "!!--.
Dispués, no se más, comesario. Me habré desmayao. Solo se decirle que todo aconteció de noche, con una luna grandota, colorada, y cuando desperté ya era de día; el sol taba calentando mis piernas. Diga, señor Comesario: ¿Esto es crimen? ¿Soy asesina? ¡Priendame,
Comesario! ¡Mándeme matar! ¡Esta ya no es vida! ¡Un hijo Lobizón! !!Que sufrir de madre, comesario!!.
Y el comesario que estaba horriblemente impresionado, exclamó :
-Por favor, ¡andate "Torda"! Eso no es un crimen.
-¡Andate! ¡Andate! ! ...¡Tas en libertá!
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Y aquella criolla que descargó su atormentada con ciencia en aquella comisaría de campaña, fue consolada y absuelta por el comisario y el sargento, ambos improvisados jueces; dos rudos gauchos, dos criollos de ley. |
Valentín García Saiz
Leyendas y Supersticiones del Uruguay, 1957 (Cuentos)
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