Viejos desgraciados miran desde la ventana.
Atónitos, compulsivos e ignorados padecen él
porvenir incluido al reparto de flores marchitas en la
añeja facultad de pasión y deseo.
Dibujos desperdigados se abrigan sonriendo a la
memoria desvestida por mágica in cordura.
El azaroso mundaneó revuelca sarnosos perros
desperdigados en la antigua plaza del pueblo.
Fijos sus ojos helados introducen un viaje abortado en
el ómnibus que designó turbio complot patibulario.
Entre vestidos por ficciones de tontos unos pícaros
abuelos desafían absortos porvenires. Cruzan a la
plaza. Cuchichean igual niños. Se desviven por figuras
femeninas como adolescentes. Ríen tal payasos.
Critican al gobierno y la sociedad albergados ante el
sol que les da libertad, luz y desfachatez. Cara o seca.
Reclusión para sus alojamientos interactuando
inocentes anegados compartidos al desprecio, al
silencio, a la ignorancia decaída allá lejas y hace
tiempo como la tolerancia del mundo.
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