Sesquicentenario de Guayabos Primer gran triunfo de Rivera Crónica de Flavio A. García Suplemento dominical del Diario El Día Año XXXIV Nº 1669 (Montevideo, 10 de enero de 1965) |
Las tentativas seudo unionistas y mas o menos diplomáticas que promovió el Directorio Posadas a través de sus adláteres y paniagudos, no encontraron eco en la mayoría de la población de la Provincia Oriental, que hizo el vacío y hostilizó a sus ocasionales dominadores de la ultima mitad del año 1814. Insistieron desde luego en obtener la adhesión de sus naturales por los mas variados procedimientos. Su fracaso los convencía de que el untco medio valedero debía ser el sometimiento por la fuerza. En ello pusieron el acento. Plan militar porteño Sus primeras pasos fueron exitosos, pues consiguieron la derrota y desorganización de las fuerzas artiguistas. Incluso Otorgues se vio obligado a reclamar el derecho de asilo en territorio portugués, en el que entró a través de la guardia del Puntal del Paraguay (zona sur de la Laguna Merín), y en cuyo seno consiguió recuperarse y estuvo alerta al llamado que desde el norte del país le haría Artigas hacia fin de año, para coordinar esfuerzos contra la dominación unitaria bonaerense. Lo esencial de las operaciones porteñas estuvo a cargo del Coronel Dorrego, a partir del 3 de setiembre. Hacia diciembre dirigió el plan de operaciones el Gobernador Intendente de la Provincia. Miguel Estanislao Soler, encontrado rival de Artigas desde los inicios revolucionarios. Entraba en sus calculos, el exterminio de la División Rivera, que les había causado ingentes trastornos. Los “cien días” de Dorrego El principal perjudicado por la guerra de recursos conducida por Fructuoso Rivera aquel joven de apenas un cuarto de siglo de edad, que no llevaba otro distintivo que la 'faja carmesí" (al decir de Larrañaga), fue el Coronel Dorrego. Desde su entrada en el país vía Colonia en la fecha expresada, al mando del celebre Regimiento de Dragones a Caballo, en su afán de procurar ventajas y destruir a los lugartenientes artiguistas, se vio empeñado en singular marcha de “cien días" de extraño recorrido de quinientas leguas, a un promedio de cinco leguas diarias, que se elevan a diez si se descuentan los días de campamento. En todos los rumbos cardinales, anduvo de la "ceca a la meca”, sin poder sustraerse al juego castrense de desgaste que. para minarlo y desalentarlo estableció el comando de los Orientales. En el fue clave y operación previa básica de las triunfos próximos, la actuación de zapa de Fructuoso Rivera. Cabe sumar otros factores trascendentes para ese logro. Como la deserción gradual de los soldadas lavados a la fuerza a sostener una causa que no era la suya, que habría de influir en el momento decisivo. Así como la feliz intercepción por parte del artiguismo, del plan de operaciones de Soler. Artigas pudo en consecuencia disponer movimientos y concentraciones de sus fuerzas e imponer su estrategia. La acción de Guayabos El largo recorrido, por otra parte, no había hecho otra cosa que estimular la cansada ansiedad de Dorrego, dispuesto a todo, en el convencimiento de la superioridad de su contingente. En los campos salteños del Arroyo Guayabos se liquidó el pleito. Al forzar el Paso Real del mismo, en el mediodía del 10 de enero de 1815, prácticamente dio comienzo el enfrentamiento de las fuerzas unitarias del Coronel Manuel Dorrego con las artiguistas al mando de Rivera. La documentación procedente de ambos bandos es singularmente discorde y desajustada. Aunque se puede deducir la esencial coincidencia obviando comprensibles explicaciones y justificaciones, especialmente del lado del perdedor que no quiso reconocer por escrito que el triunfo se le había escapado de entre las manos, aunque la historia determinó contradecir sus palabras, al erradicarlo para siempre de nuestro medio. Mil contra mil de cada lado, sostuvieron una extensa contienda que se desarrolló a través de cuatro etapas primordiales en forma valiente y encarnizada, siempre favorable a los orientales. En su faz final, el fracaso de un segundo ataque porteño y un demoledor contraataque artiguista al promediar la tarde, definió la acción. Que se prolongó en realidad hasta la llegada de la noche, lo que impidió una prolija persecución del ejército vencido. Jefes importantes como los Tenientes Coroneles Pedro Viera (el de Asencio), Vargas, Zapiola, el Coronel Dorrego, debieron ceder ante los comandados por Rivera, entre los cuales se destacaron los Comandantes Gadea y Lavalleja, que condujeron el escuadrón de indios charrúas, participante. los lanceros y sablistas de Soriano y Mercedes y los tiradores de Salto y Tacuarembó participantes. Palmaria confesión Los partes unitarios se dieron a subestimar lo acaecido, pero les fue difícil explicar su desbande. El Coronel Soler juzgó prudente retirarse con sus tropas desde Mercedes a Montevideo. Y el propio Coronel Dorrego, ensayaba una semana despues (al cabo de los “cien días"), desde Concepción del Uruguay — no por medio — esta pintoresca justificación: “Era tal el pavor que en los últimos momentos se había apoderado de la tropa, que de la algazara solo del enemigo, disparaban (se refiere a la fuga de sus soldados), sin que las espadas de los oficiales pudieran contenerlos; yo mismo he visto cerca de sesenta hombres corridos por sólo cinco, quienes los acuchillaban, sin que siquiera se defendieran, no obstante mis amonestaciones y de otros tantos oficiales". Nuestra victoria, victoria, victoria Los archivos argentinos y brasileños están colmados de copias del oficio de Artigas a Baltasar Ojeda sobre Guayabos, con el encabezamiento del epígrafe, síntesis de su alegría y emoción: “Nuestra Victoria, victoria, victoria sobre los de Buenos Aires, a favor de los Orientales. El enemigo se nos aproximó en número de ochocientos hombres y fue completamente derrotado en la isla del Arroye de los Guayabos hasta el cerro del Arbolito. No se ve más que hombres muertos en el camino de su retirada, que fue una fuga desordenada. De los nuestros hubo algunos heridos y pocos muertos, quedando en nuestro poder todo el armamento, una pieza de artillería, todas las municiones, carruajes, caballadas y un sinnúmero de prisioneros. Puede ser que ahora Buenos Aires vea su desengaño”. Promoción de libertad y autogobierno Guayabos fue el primer triunfo trascendente de Rivera, su bautismo con la gloria, en plena juventud. Es de justicia destacarlo en oportunidad de su sesquicentenario. Sin olvidar que no es tan sólo en el éxito que debemos recordarlo. Porque fue palanca de nacionalidad, y siempre, vencedor o derrotado nos ofrece el mas alto y honroso magisterio. Ya sea en sus inicios de “Entre Ríos" o de la marcha sobre Montevideo de 1811; en el Rabón o en el Rincón; en los esteros hostiles de India Muerta o en el Palmar; en Sarandi o Carpintería; en Cagancha o Arroyo Grande. En la alegría de los triunfos o en la adversidad de los contrastes. La lección ejemplar de ser adalid de nuestra dignidad, de la defensa de nuestro patrimonio, derechos y libertades. No es preciso insistir en la importancia de esta acción militar y en el espaldarazo que significó en la vida del prócer. Su trascendencia en el campo provincial, la ubica, por otra parte, en el primer plano de relevancia. Liquidó el dominio centralista de Buenos Aires, no solo en nuestro territorio, sino también en el litoral mesopotámico, que entró definitivamente en la esfera de influencia artiguista. Por primera vez pudimos ser libres de hecho, y se dio la ocasión del autogobierno. A la par que se hizo posible el apogeo de Artigas. Con su siembra esperanzada de planes e ideales de organización, justicia y redención social. Simbólicamente inscriptos en la bandera tricolor surgida a su influjo e impulso. Así pudo proclamar optimistamente después de Guayabos el Jefe virtual de la Liga Federal; "El Estandarte de la Libertad ya se ha enarbolado en todos los pueblos que me siguen”. |
Crónica de Flavio A. García
(Especial para EL DIA)
Suplemento dominical del Diario El Día
Año XXXIV Nº 1669 (Montevideo, 10 de enero de 1965)
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