San Martín entre nosotros Crónica de Flavio A. García Suplemento dominical del Diario El Día Año XXXVI Nº 1863 (Montevideo, 16 de febrero de 1969)
San Martín, según retrato hecho por Madou, en la época de su segundo regreso al Plata. |
"Cierren sus puertas a los ínclitos Héroes de la libertad de América, sigan en su obcecación, sigan su marcha. Que los acontecimientos seguirán la suya y a ellos también les llegará su San Martín". "El Montevideano’’, 21 febrero 1829. La correspondencia europea de José de San Martín reitera anhelante su intención de retornar a las tierras hispanoamericanas que había contribuido a emancipar y constituir entre 1812 y 1822. Evidencia su ilusión de “hacer el ensayo de si con los cinco años de ausencia y una vida retirada podía desimpresionar a lo general de sus conciudadanos que toda su ambición estaba reducida a vivir y morir tranquilamente en el seno de su patria”. Así fue que a fines de 1828, con medio siglo sobre sus espaldas, dejó Europa en el paquete inglés “Countess of Chichester” con un curioso pasaporte a nombre de José Matorral para pasar inadvertido en el incógnito. Sea cual fuere su objetivo, a su arribo a Río de Janeiro, tomó contacto con las terribles novedades políticas que convulsionaban las Provincias Argentinas. Su espíritu tocado intensamente se fue preparando para adoptar una resolución que equivaldría a un nuevo sacrificio, de los señeros en su personalidad. Actitud estoica El 5 de febrero de 1829 a la una de la madrugada el navío ancló en las proximidades del puerto de Montevideo. Con los primeros marinos y visitantes obligados, le llegó el conocimiento del nuevo panorama argentino, ensangrentado con la inmolación de Dorrego y la prosecución de la lucha fratricida. Decidió entonces postergar su viaje a Buenos Aires y desembarcar. No es fácil precisar el alcance de su actitud. Es posible la haya adoptado en el bien entendido de mediar en las desavenencias de sus compatriotas :y en el caso de no ser escuchada su voz de conciliación ante los intereses supremos de la patria, tal vez marchar a Mendoza, Chile o Perú, donde podía tomar contacto con infinidad de afectos e intereses materiales y espirituales; o simplemente quedarse o emprender de nuevo la vuelta a Europa. Una circunstancia fortuita relacionada con su equipaje le impidió bajar aquí, y prosiguió viaje hacia Buenos Aires, donde llegó al día siguiente. Pero no por ello modificó su resolución. Desde abordo de la embarcación solicitó pasaporte para Montevideo, que le fue concedido de inmediato. La decisión de San Martín fue recibida en forma diversa por gobernantes y opositores, amigos y adversarios. No es de dudar que quisieran lograr su concurso para prestigiarse y consagrar el triunfo de sus tendencias. Mas la posición en que se ubicó el Libertador, muy por encima de sus humanas ambiciones, estuvo fuera de sus cálculos y determinó su reacción. El hombre providencial que necesitaban les fallaba... La casi unanimidad de la prensa porteña, instrumento y vehículo de aquéllas, lo trató en forma desconsiderada e inmerecida, en la presunción de que el general se hubiese decidido por la tendencia adversaria. En tanto que el supuesto interesado, cuando alguien desde la "Gaceta Mercantil" salió hidalgamente en su defensa procuró y obtuvo el cese de esos afanes. Los hombres de la situación porteña se llevaron un susto mayúsculo. Paz comunicó a Lavalle la “aparición tan repentina”. Díaz Vélez le ha contestado convincentemente, accediendo a su insinuación y renvirtiendole el pasaporte. El, hasta la fecha no ha desembarcado, y por el tenor y espíritu de su carta es de esperar que no lo hará. Sin embargo, calcule usted las consecuencias ... "Es probable que la oposición desahuciada, desesperada por falta de un conductor que la guíe, se fije en este hombre, y le haga propuestas seductoras”. Se mantuvieron reticentes, expectantes, en vigilancia recelosa, sin perjuicio de buscar hasta el último instante su adhesión. Enigma del incidente La generalidad de los historiadores pasa sobre este episodio como sobre ascuas. Sostiene que el general no desembarcó del “Chichester", y en el mismo paquete volvió a Montevideo, días después. En realidad San Martín llegó a nuestra ciudad en otra embarcación; posiblemente en el bergantín “General Rondeau" (según información de la prensa bonaerense), en el cual se trasladó. ¿Cuál fue el motivo real, voluntario o coacto, que motivó el cambio? Se ha indagado estérilmente. Sus presuntos protagonistas no lo hicieron público. No debió ser sólo una intervención amable o protectora de parte del Gobierno, ofreciendo un rápido y fácil medio de transporte al patriota insigne de su nación y del continente. Su amigo Tomás Guido no se hubiera inquietado tan seriamente en razón del “incidente” que precedió a su salida de las balizas exteriores. ¿Se estará ante una deferencia malentendida? El "incidente", ¿habrá tenido relación con la supuesta comisión gubernativa que le habría sido enviada para que desembarcase? ¿En qué habrá consistido? ¿Contra la casi unanimidad de testimonios documentales, San Martín se habría decidido final e inesperadamente a desembarcar, impidiéndoselo el Gobierno? Julián de Gregorio Espinosa, de prestigiosa y notoria vinculación y actuación en ambas márgenes platenses, nos ha legado esta interpretación: “San Martín ha hecho lo que debió hacer; porque a la verdad, un hombre de su fama y servicios a la patria, necesariamente debe arrastrar partido, y un partido engreído, porque pertenece a los primeros resultados victoriosos de consideración que tuvo el país: venir, pues, él, en circunstancias tan difíciles, era preciso que saltando en tierra, declinara su opinión a cualquiera de los dos partidos en agitación, a menos que, del que a él pertenece, se formara alguna tercera entidad: la prudencia dicta que esto debió hacer, y conociendo sin duda que su persona podría añadir combustible a cualquiera de los dos volcanes, ha preferido separarse del teatro consultando quizá de este modo evitarse el sentimiento de presenciar los sucesos, siempre funestos a la patria, sea cual fuere el partido victorioso”. Parece sensata esta composición de lugar transmitida a Fructuoso Rivera, que equidista de las conocidas. Montevideo en 1829 Trasladado voluntaria o forzadamente a bordo del "General Rondeau", San Martín volvió a Montevideo el 13 o 14 de febrero. Corrían días felices para los Orientales. En forma paulatina y segura se iban dando cumplimiento a los términos de !a Convención Preliminar de Paz. Las fuerzas porteñas y brasileñas desocupaban su suelo. El Gobierno Provisorio presidido por Rondeau en febricitante actividad se instalaba en la Aguada, a un paso de la ansiada meta capitalina. La Asamblea sesionaba con afán, a pesar de los inconvenientes de la forzada trashumancia a que se veía sometida; daba los últimos toques al Proyecto de Constitución de que darían amplia cuenta los periódico, de ambos lados del río. En Montevideo se vivía un clima de paz, a la espera de que se cumplieran los términos y trámites que permitieran la entrada de las fuerzas y el Gobierno nacionales. Actuaba precariamente, en calidad de Gobernador Político, don José Antonio Vianqui. Alcaldede 2° voto, que había asumido el cargo ante la renuncia del ponderado Gonzalo Gómez de Mello. La orientalidad en pleno se afirmaba en los planes de organización del nuevo Estado. Y en ellos estuvo en primera línea Rivera, el hombre del momento, que había concebido y plasmado la reconquista de las Misiones, episodio básico en la consagración nacional. Jornadas montevideanas Recibido y atendido como correspondía por nuestros gobernantes, pasó a alojarse en una casa de la calle Sarandi, frente a la plaza Constitución, donde recibió al vasto núcleo de sus amigos y ex subordinados. Fue objeto de los homenajes y consideraciones que su prestigio y personalidad merecían, con la única limitación de su modestia y austeridad invariables. Tanto Lavalleja como Rivera o Rondeau, lo distinguieron en forma reiterada. Aun cuando tal vez los amigos de los primeros no supieron sustraerse -como había ocurrido en la vecina orilla— de intentar su concurso o de convertirlo en “tercero en discordia”. Aquí también habló con los comisionados de los partidos en pugna en la Argentina, que seguían considerándolo como su "Arca de salvamento", ante cuales reafirmó su prescindencia y neutralidad. |
Crónica de Flavio A. García
Suplemento dominical del Diario El Día
Año XXXVI Nº 1863 (Montevideo, 16 de febrero de 1969)
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