Paralelo dinámico de los Héroes Artigas y San Martín

Crónica de Flavio A. García

(Especial para EL DIA)

Inédito en Internet al 17 de setiembre de 2025 (conste)

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXXIX Nº 2004 (Montevideo, 5 de diciembre de 1971) .pdf

Año XXXIX Nº 2005 (Montevideo, 12 de diciembre de 1971) .pdf

Año XXXIX Nº 2006 (Montevideo, 19 de diciembre de 1971) .pdf

Estudio sobre Artigas por Diógenes Hequet

San Martín (Óleo por José Gil)

Artigas y San Martín (I)

I - Iniciación revolucionaria

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXXIX Nº 2004 (Montevideo, 5 de diciembre de 1971)

 

El movimiento rioplatense de 1810 no contó desde sus inicios, con la participación de quienes habrían de ser sus conductores prominentes. Tanto San Martín como Artigas estuvieron enrolados en filas españolistas en los instantes gestores de la acción revolucionaria de su suelo nativo, que deben de haber seguido con estudiosa atención, a la espera de la oportunidad más apropiada para su intervención activa y directa.

 

José de San Martín se encontraba en España, donde durante veintidós años de servicios había realizado importante carrera militar en el Ejército, hasta la obtención, por su comportamiento en Bailén frente a los contingentes napoleónicos (1808) del grado de Teniente Coronel. Consiguió su retiro de aquel cuerpo el 5 de Setiembre de 1811, a su pedido, por resolución del Consejo de Regencias de España e Indias.

 

Identificado con los ideales liberales propugnados por las logias hispánicas filiales de la "Gran Reunión Americana" que Miranda había ordenado desde Londres, el desarrollo del acontecer, y la convicción de servirlos con mayor relevancia, lo resolvieron a participar en los sucesos americanos. Según su propio relato: "Una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha que calculábamos, se había de empañar".

 

Su plan consistió en la formalización de la cédula de retiro, con derecho a uso de uniforme y fuero militar, y de la autorización para trasladarse a Lima, donde alegaba poseer intereses abandonados.

 

A partir de entonces se incorporó a la pléyade de hispanoamericanos que se concertaron en la madre patria y en Gran Bretaña (donde permaneció cuatro meses), para el logro de la liberación americana. Con otros caracterizados hermanos de cruzada, arribó en la fragata “Canning” a la ciudad de Buenos Aíres, en los primeros días de marzo de 1812.

 

Una vez en estas regiones aplazó el pretextado objetivo limeño, que sólo habría de culminar en 1821 con la independencia del Perú. Se dedicó de lleno a apalancar los destinos revolucionarios, en uno de sus momentos indecisos e inorgánicos. En esa línea fue hombre fundamental de la "Logia Lautaro".

 

Su consagración fue inmediata y terminante. Aportó su invalorable experiencia en el fortalecimiento y organización castrense. Creó el cuerpo de “Granaderos a Caballo", y antes del primer año de su estada, obtuvo, con su bautismo militar en este continente, el triunfo prologal de San Lorenzo, espaldarazo de otros de mayor entidad.

 

En esas márgenes del río Paraná, pelearon a su lado Justo Bermúdez y Ramón Anador, los primeros orientales que integraron la serie de sus acompañantes por los campos del nuevo mundo en son emancipista, y perecieron en la contienda.

 

José Artigas decidió vincularse al movimiento en febrero de 1811, inmediatamente después que Francisco Xavier Ello (el último Virrey del Rio de la Plata), declaró la guerra a las autoridades revolucionarias de Buenos Aires, y radicó la sede del Virreinato en Montevideo.

 

Éxitos concluyentes jalonaron su actividad al frente de las huestes “paisanas”. Culminó su consagración en Las Piedras, el 18 de mayo de 1811. Esta batalla fue la base de su nuevo prestigio, pues aunó a la causa iniciada en la capital bonaerense, un triunfo imprescindible en un momento decisivo para levantar ánimos explicablemente pesimistas, ante fracasos en otros frentes. Las jornadas del subsiguiente asedio de la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo, y el Armis(ticio de octubre de ese mismo año 1811 (entre el 1er. Triunvirato y el Virrey Ello), lo elevaron al sitial indiscutible e indisputable de "Jefe de los Orientales”.

 

Fue ese el instante germinal de lo orientalidad, consustanciada en la migración colectiva y solidaria hacia los campos entrerrianos del Ayui .Durante esa primer experiencia de desengaño, que enfrentó a los orientales con las peripecias del planteamiento general revolucionario, en su sufrir esperanzado, se produjo el arribo de San Martín al Plata. En circunstancias de singular coincidencia. Las autoridades de Buenos Aires confirieron a Artigas el mismo cargo que siete lustros atrás había desempeñado el padre de aquel, el capitán Juan de San Martín. Es decir, Teniente Gobernador, Justicia Mayor y Capitán de Guerra de Yapeyú. Que acepto, por entender que no comprometía ni contradecía su condición de conductor de su pueblo vernáculo (otorgada democrática y espontáneamente por sus “paisanos"), y al que renunció poco después al producirse interferencias.

 

Fue la época del plan de campaña de Artigas contra los lusitanos, que, en la terca e interesada insistencia de su Generalísimo Diego de Souza, solo a regañadientes aceptaría la evacuación (inesperada e insólita para el militar portugués, evidentemente sorprendido por el convenio Rademáker-Herrera, que lo hacia abandonar su codiciada presa), meses después. Y de presencia del comisionado paraguayo Bartolomé Laguardia en el campamento artiguista. Aún no se había registrado la nueva actitud del gobierno bonaerense, que se habría de formalizar en la disolvente gestión del ex triunviro Sarratea, en las propias filas del exiliada Ejército de los Orientales.

 

Nexos presuntos

 

No ha sido posible establecer el primer nexo de vinculación entre Artigas y San Martín, fuera del campo de la conjetura.

 

Se ha invocado un contacto previo a marzo de 1812, como consecuencia del lógico conocimiento recíproco que debieron tener entre sí los forjadores revolucionarios, que muchas veces fue preciso mantener en reserva. Pero se desconoce alguna prueba documental ratificatoria.

 

Importa el parecer de los principales historiadores, Levene entendió que en 1812 ya se había producido un acuerdo tácito "entre el recién venido y el caudillo oriental, pues este último era autor de un plan de independencia contra el poder español y su aliado portugués, propósito muy definido y abrasado por el creador del "Regimiento de Granaderos a Caballo". Ravignani estimó que en 1813 ambos "coincidieron en lo esencial con respecto a la marcha de la Revolución". En cuanto a la oportunidad de su conexión, a su criterio, tuvo que haberse iniciado a raíz del movimiento que impulsó la caída del llamado 1er. Triunvirato.

 

San Martín fue de los principales creadores de la Logia Lautaro, fundada para asegurar y definir el movimiento iniciado en Mayo de 1810, comprometido y desorientado en esos instantes finales de 1812. Mitre expresó que la "Resolución estaba tan mal organizada en lo militar y en lo político, que carecía de plan, de medios eficaces de acción y hasta de propósitos netamente formulados".

 

Enmendar esas dificultades fue su finalidad notoria. Por eso fue figura cimera de los acontecimientos que auspiciaron la Revolución del 8 de octubre de 1812, y el consiguiente derrocamiento de aquel Triunvirato que precisamente había enviado al Ayui a su ex miembro Manuel Sarratea, en la escabrosa misión de aniquilar el prestigio de Artigas, desbaratar sus filas, provocar la deserción de sus oficiales y soldados, y obtener en cualquier forma su presencia en Buenos Aires.

 

Ya para entonces se había elaborado el objetivo básico del artiguismo, apalancado en las dificultades y conflictos sostenidos con los dirigentes bonaerenses y sus personeros, y en las experiencias telúricas e hispánicas, así como en el ejemplo de la formación y constitución de la hermana mayor continental federalista, y en los más directos de las prédicas y realizaciones venezolanas y paraguayas. Perfectamente formulado en su comunicación al gobierno asunceño, cuando le señalaba que las tropas porteñas debían ser consideradas tan solo como auxiliadoras en su campaña de la Banda Oriental, por "no existir un pacto expreso que deposite en otro pueblo de la Confederación la administración de su soberanía”.

 

(21 setiembre 1812). O a Tomás García de Zúñiga: "Ahora nos ofrecemos nuevamente los Orientales; conservaremos otra ves la libertad de nuestro suelo, y se nos dejará plantarla por nosotros mismos, dejándonos los auxilios competentes, de acuerdo al sistema da Confederación". Mejor concretado en las "Instrucciones’’ que se darán al mismo García de Zúñiga, especialmente la 8ª en enero de 1813: “La soberanía particular de los pueblos será precisamente declarada y ostentada como objeto único de nuestra revolución'’.

 

Simultáneamente creció el prestigio de San Martín, con su triunfo de San Lorenzo. Su personalidad se fue perfilando en forma neta, sin pausas que postergaran sus proyectos e ideales mayores.

Artigas y San Martín (II)

Iniciación revolucionaria

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXXIX Nº 2005 (Montevideo, 12 de diciembre de 1971)

 

El prestigio de ambos héroes se incrementó singularmente en 1813. A la par, sobrevino en la Banda Oriental el Congreso de Tres Cruces, en el cual, sus naturales, bajo la inspiración de Artigas, tomaron democráticas actitudes, acordes con las líneas esenciales de su ''sistema" de reconocimiento de la “soberanía particular de los pueblos”; reafirmación de los postulados de Independencia absoluta, gobierno republicano, unión confederativa, liberalismo y reconocimiento condicionado de la flamante Asamblea General Constituyente y Legislativa que había empezado a sesionar en Buenos Aires, con predicada representación de todas las Provincias, y el doble objetivo principal de formular una Constitución y declarar la independencia, que no llegó a cumplir, y que los diputados orientales delegados por aquél no pudieron defender en la Asamblea, al buscarse pretextos legales para rechazar sus poderes, y en consecuencia no admitir a sus portadores. El intento de demostrar que no se buscaba una separación nacional, y la fijación del Gobierno Central de la Provincia Oriental (implícitamente creada entonces) en Guadalupe (Canelones), mereció idéntico silencio y desdén. Así como los deseos de organización política donde fueron consultados los pueblos soberanos.

 

Ravignani participaba del criterio de que en la época el predicamento de San Martín le hizo lograr la adhesión de cinco diputados lautarinos, acorde con sus ideas de Independencia y Constitución, lo que hubo de influir en la no admisión de los diputados Orientales, pues si a los cinco del grupo se hubieran agregado los cinco de Artigas, hubieran llegado a diez, inclinando, de ese modo a su favor los votos de los “esclavistas”, por sobre la tendencia que apoyaba a Alvear. Estimó asimismo que si la Constituyente se hubiera mantenido dentro de las normas de su convocatoria, la acción artiguista habría estado en concordancia con la sanmartiniana. El planteamiento parecería obvio, de no tener en consideración los intereses reales en juego, referidos a la prosecución o liberación del predominio político económico. Existían discrepancias fundamentales que clasificaban bandos. A este respecto, se puede seguir el pensamiento íntimo de Artigas comunicado al gobierno del Paraguay, según el cual le solicitaba formulación de un plan "por el sistema de con federación" y estimaba que se podrían reunir seis votos de la provincia Oriental, siete del Paraguay, y dos de Tucumán, en total, quince. En tanto que el gobierno de Buenos Aires, en clarísima ubicación centralista unitaria daba instrucciones a los comisionados ante las provincias interiores (Álvarez Jonte y Ugarteche), para que su primer cuidado fuera "desimpresionar con destreza a los Pueblos de las supuestas ventajas que se prometen del federalismo, y persuadirles de la necesidad de la unión hasta que una independencia reconocida aleje el riesgo de que ataquen a nuestras provincias divididas y débiles de los enemigos exteriores". (8ª Instrucción).

Es preciso destacar en ese ínterin, los tratados de Artigas con Rondeau (éste en representación del gobierno bonaerense), que fueron precursores de los pactos interprovinciales, base de la futura constitución argentina.

Sin embargo prosiguió la lamentable guerra civil entre porteños y orientales, Aun cuando en medio de ella se pudo dar término a la contrarrevolución, desalojándola a mediados de 1814 (la acción final estuvo constituida por operaciones combinadas a cargo de la escuadra de Brown y del ejército de Alvear, que había sustituido en los meses finales del asedio a Rondeau), de sus puntos fuertes de Montevideo en la cuenca platense; y del Campamento de Fernando VII, a orillas del Rio Yaguarón, en la frontera brasileña. Se ofreció por vez primera que los Orientales pudieran gobernarse autónomamente como habían propugnado.    

Delenda est Lima

En tanto que en el campo altoperuano la revolución alternó éxitos y victorias. El genio militar del “yapeyuense” intuyó que era preciso buscar otros procedimientos y un rumbo diverso al aplicado hasta el momento, para vencer el objetivo contrarrevolucionario del Perú centralizado en Lima, verdadera obsesión de su meta independentista, y el pretexto de su venida a América.

Las características de ese proceso militar habían demostrado que las acciones habían sido por lo general desfavorables para ambos bandos contrincantes. En especial cuando se alejaban de sus bases. Con la carencia, además, de recursos suficientes. Por otra parte, mientras que las líneas de comunicaciones del que llevaba la ofensiva se alargaban en forma exagerada, la del defensor se acortaba en idéntica proporción. Y la naturaleza del suelo o la hostilidad de las poblaciones no permitían la creación de bases intermedias.

Por eso San Martín se propuso eludir compromisos y destinos que pudieran obstar su plan de alcanzar el Perú a través del cruce de la Cordillera de los Andes, al frente de un ejército que libertaría primero al pueblo de Chile.

Obtuvo que se le designase Gobernador Intendente de las Provincias de Cuyo, con asiento en Mendoza (10 de Agosto de 1814). Allí, luego de dos años de ímproba y capacitada preparación, habría de formar el Ejército de los Andes, que a principios de 1817 atravesaría sus estribaciones, para emancipar los pueblos transcordilleranos.

En el campo político proseguía la intransigencia de las tendencias conocidas. La Asamblea General Constituyente no había definido el rumbo político, y postergado en forma inconcreta los principales motivos de su formación (Independencia y Constitución). En cuanto al gobierno univiro de su creación, prosiguió en el planteamiento unitario y centralista, en choque con las aspiraciones de las provincias que le habían enfrentado.

El Director Posadas buscó plasmar la absorción, creando la jurisdicción de la Provincia Oriental, implícitamente decretada por sus naturales en el Congreso de Tres Cruces. La guerra civil prosiguió, pese a todos los intentos de acercamiento, en medio de violencias lamentables. Posadas puso a precio la cabeza dé Artigas en infamante declaración de traidor, seguidamente retractada y pulverizada en favor de aquel "Don Quijote” que propugnaba un “espíritu nuevo” de la "revolución principista”. El artiguismo fue así temporalmente derrotado. En su desesperación llegó a utilizar la estratagema diplomática que había aprendido de sus ocasionales adversarios, para ganar tiempo y rehacerse. No otra cosa significaron las misiones Barreiro a Porto Alegre y Redurello-Caravaca a Río de Janeiro, de las que en “noticias forjadas” se hizo eco San Martín. Alvear a su vez, ocupó el lugar de su tío Posadas en calidad de Director, en momentos en que, en los campos de Guayabo, luego de épicos “cien días” el coronel Dorrego que mandaba las fuerzas bonaerenses en la Provincia Oriental, sufría una derrota definitiva en manos de Fructuoso Rivera.

La incipiente Liga Federal bajo el Protectorado de Artigas (desde ese momento hasta 1820) apoyó la resistencia y la lucha provincial de la hora. El motín de Fontezuelas provocó la destitución del Director Alvear, y su reemplazo por Álvarez Thomas, que a su vez habría de copar el movimiento, retrasando el triunfo federal e instaurando un nuevo centralismo.

Conexiones de 1815

En este período de culminación artiguista, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Córdoba y Misiones se unieron a la Provincia Oriental y su sistema. Las Experiencias y rivalidades, el mando “manu militari" de las autoridades capitalinas, así como el aprovechamiento económico, sufridos tanto en el período hispánico como en el primer lustro de la Revolución, las mancomunaron en torno a Artigas, y se identificaron en acción a su ideario.

Se proclamó a todos los vientos provinciales el triunfo de la “lucha de los libres", y el término de la guerra civil.

San Martín se aferró con tenacidad a su plan de alcance continental. Pulsó la realidad de la situación, y buscó eludir el área de las contingencias políticas, a la par que extraer de aquélla, lo que fuera favorable para su ideal.

La historia documenta en forma fehaciente el contacto epistolar entre Artigas y San Martín. Seguramente el episodio originado del mísmo (fuera del más trascendente de la caída de Alvear), fue la defenestración de! último de los gobernantes porteños de Santa Fe, Eustaquio Díaz Vélez, a raíz del triunfo de las fuerzas artiguistas en esa zona. Fue proclamado entonces gobernador de esa provincia, Francisco Antonio Candiotti, el mismo personaje que los cabildantes locales hablan propuesto apenas iniciado el movimiento de Mayo de 1810.

Impulsados por los mismos desafueros y quejas por la actuación de los militares y empleados enviados desde Buenos Aires a las Provincias, los cordobeses aprovecharon el acercamiento de Artigas para enviarle a Lorenzo Moyano y Pablo Bulnes, en calidad de emisarios, y solicitud de auxilio para sus aspiraciones anticentralistas.

El Gobernador Intendente Francisco Ocampo, oriundo de La Rioja, que desempeñaba el cargo en representación del gobierno directorial, se vio en serio aprieto por la intimación de Artigas, extensiva al Cabildo cordobés. La popularidad y prestigio del "Auxiliador de los Pueblos Libres", hizo que sus oficios corrieran como un "fuego eléctrico", al decir de Eduardo Pérez Bulnes. Artigas emplazó a las fuerzas de Buenos Aires a retirarse en el término de veinticuatro horas.

Ocampo decidió convocar un Cabildo Abierto para el 29 de Marzo de 1815. Ante el mismo se leyeron las comunicaciones artiguistas, y dimitió el mando para dejar en libertad al pueblo, de elegir a quien le pareciese en calidad de sucesor.

En esas circunstancias, ese mismo ala, fue proclamado como Gobernador Intendente de Córdoba el Coronel José Xavier Díaz, que no se encontraba presente en la ciudad. Mitre recuerda que la población exteriorizó en forma entusiasta su alegría, llegando a quemar la bandera sancionada por la Asamblea Constituyente, y a reemplazarla por la artiguista. Ocampo tuvo al corriente de todo a San Martín, y envió copias autorizadas de la intimación de que había sido objeto, así como de sus frustradas intenciones de retirarse hacia La Rioja, dispuesto a "mantener en su distrito a la Suprema Autoridad del Estado".

Por su parte la Asamblea Provincial resolvió el 6 de Abril, la proclamación de su independencia de Buenos Aires, bajo la protección de Artigas, tal como lo había hecho Corrientes el año anterior, con idénticos auspicios. En el "Bando declaración de la Independencia de Córdoba", Díaz expresaba haber mandado publicar toda la documentación oficial porteña y artiguista, que admitió la protección del Jefe de los Orientales (al cual comparó con un nuevo Washington), "para ponerse en libertad en consecuencia y para que en lo sucesivo no pueda ya dudarse de su constitución actual, ni equivocarla jamás con la neutralidad que regularmente es un parto del tenor y de la inacción, ha acordado la Asamblea Provincial declarar: Que la Provincia de Córdoba queda enteramente separada del Gobierno de Buenos Aires y cortada de toda comunicación y relación bajo los auspicios y protección del General de los Orientales, que se constituye garante de su libertad''.

En próxima nota habrá de verse la espacialísima ubicación de San Martín ante estos acontecimientos.

Artigas y San Martín (III)

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXXIX Nº 2006 (Montevideo, 19 de diciembre de 1971)

Cuando el Gobernador Intendente porteñista Ocampo renunció su mando cordobés, solicitó auxilios a San Martín (12 abril) "para contener a los revolucionarios que, protegidos por don José Artigas atacan directamente la Suprema Autoridad del Estado". El Gobernador Intendente de Mendoza se desentendió del pedido, alegando que sus fuerzas debían estar prontas para marchar a través de los Andes. Fue la primera ocasión, dentro del tema, en que se refirió concretamente a lo que habría de ser prácticamente una actitud invariable e inconmovible. Significó en esa y en otras respuestas similares, que estaba convencido de que "faltándonos la unión, eje principal de nuestra máquina política, necesariamente seremos dominados por nuestros enemigos, y así que no cejo por cuanto medio me sugiere mi limitado talento, de invitar a los pueblos de mi jurisdicción, a la conservación de ella con la capital, de quien depende el sostén del cuerpo social. Soy demasiado interesado en el bien de mi país; y V. S. me hará el obsequio de creer que sólo el temor de que se apodaren aquellos de esta interesante parte, me obliga a la negativa de lo que V. S J exige."

Pero cuando San Martín entró en conocimiento de la sublevación de Portezuelas, bien distinta fue su actitud. Convocó a Junta de Guerra de su oficialidad, en la que se aprobó y apoyó el movimiento, y se decidió separar del tambaleante gobierno de Alvear, "no obedeciendo en consecuencia orden alguna que emanase de éste, hasta que aquel pueblo libre nombrase al que debía regirla, sino que se auxiliase a aquel con dinero, armas y tropas, si fuere preciso para concluir la justa y loable empresa de libertar a los pueblos de sus opresores; que sus sentimientos se demostrasen al dicho Sr. General (Álvarez Thomas), al Sr. Brigadier General del Ejército Auxiliar del Perú, Don José Rondeau, al de igual clase General de los Orientales Don José Artigas y a las demás Provincias de la coalición".

Y al enterarse por el Cabildo de Buenos Aires de la designación interina de Álvarez Thomas como Director, igualmente sumó su concurso a la causa triunfante. La nueva decisión, fue una variante obligada frente a la apreciación realista de los acontecimientos, para reafirmar las posibilidades de su gran objetivo.

Enlace impar de los pueblos

Los Cabildos de Mendoza, San Luis y San Juan, adoptaron la misma decisión, confirmando a San Martín en el cargo de Gobernador Intendente de Cuyo
(abril 1815). Aun llegó a poner a disposición de aquel Jefe, alguna ayuda económica de relativa entidad.

Ínterin el nuevo gobernante de Córdoba, Coronel Díaz, asumió idéntica posición que su predecesor, enviando a San Martín la correspondencia pertinente, por "extraordinario" , e incluyendo un pliego personal del Jefe de los Orientales.

El tenor de esta misiva de Artigas al Coronel San Martín (22 abril), es similar a los múltiples de su cosecha, que su secretaria redactó acerca de los sucesos de la hora, dirigidos a los gobernantes provinciales. Enteró a San Martín que Santa Fe había recuperado su libertad, en cuya virtud terminaba la guerra civil. A la par que celebraba la libertad naciente y exhortaba al esfuerzo por conservarla "enlazando a los Pueblos íntimamente y depositando en ellos aquella confianza que haga respetable sus derechos y virtudes".

San Martín  se dirigió a Artigas adjuntándole las actas de la Junta de Guerra confirmatorias de su decisión común, que no había en realidad enfrentado porque "este mismo interés le prohibía en sus circunstancias tomar medidas que por todos los aspectos le iban a causar su ruina con la proximidad da un enemigo que sólo lo separarían los Andes. Casaron estas causas, y en el instante mismo se sintieron los efectos de sus deseos, rompió las cadenas que la oprimían y selló la unidad con las demás Provincias y que Ejércitos  auxiliares ... conducta conforme a las ideas que V.S. me anuncia en su apreciable comunicación del 8 éste que contesto, y de la que debemos mutuamente felicitarnos".

Aparece así como inobjetable la decisión y composición de lugar sanmartiniana. Contribuyó a asegurar, y brindó su apoyo a una nueva situación político militar popular (que sustituyó a otra personalista y resistida), que era acorde con sus objetivos cimeros prefijados. Para más allá de la cordillera andina y con la meta limeña de su obsesión libertadora.

Decisión para la concordia

A contraluz se evidencia un suceso, secuela del régimen caído. Una reclamación de Artigas que solicitó la libertad de cuatro oficiales y treinta soldados detenidos “por órdenes superiores" suficientemente probado a través de las repuestas de San Martín, en las que asegura haber dado orden de que aquellos marchasen a reunirse con su jefe, desde antes de haber recibido la comunicación de aquél. Nueva expresión contemporizadora de su política realista.

En oficio de lecha posterior. San Martín enteró al nuevo jerarca directorial Ignacio Álvarez Thomas, que aquellos oficiales habían estado prisioneros y los soldados, destinados al servicio de las armas en el Batallón Nº 11 de aquella guarnición al mando del T. C. Las Heras. Y que accedió a la solicitud de Artigas y determinó su regreso a Santa Fe "Pues en las circunstancias de su reconteción era un paso antipolítico no acceder... "

En esa época Artigas pensó en el entendimiento de todas las provincias, incluso Buenos Aires, donde la población y el propio Cabildo habían reconocido su rectoría espiritual y su ayuda material. Pero cometió la equivocación de detener su impulso, en respeto de la autodeterminación de los pueblos.

Se ha considerado que el movimiento de Fontezuelas, no sólo evitó la lucha que se planteaba entre hermanos, sino también el viaje del "Protector" a la metrópoli sureña. Si Artigas en lugar de retrogradar en la marcha no bien se enteró de la caída de Alvear y de la Asamblea, la hubiera continuado hasta el fin, no — desde luego— con alardes de guerra y victoria, sino simplemente en la categoría sencilla (grata a su carácter modesto) de "auxiliador" pensamos que no habría recuperado su fuerza tan rápida y hábilmente la política centralista que entonces se desplomó. El federalismo se había aasentado incluso en Buenos Aires, sobre bases de solidez fundamentales. No hubiera prosperado en tal caso, la maniobra de restauración oligárquica que apuntaría con cautelosa vaguedad su iniciación en la inmediata elección de Álvarez Thomas para Director sustituto y el pedido subsiguiente de aprobación por parte de las Provincias, de tal medida tomada sin su previa anuencia ni consulta. Aquella marcha retrógrada, impecable desde el punto de vista de los principios ya que Buenos Aires era ya libre y estaban demás los "auxiliadores", fue pues, políticamente, un gran error. El centralismo renaciente lo aprovechó con sagacidad al dejar el tema candente de la organización nacional detenido, para la época de la reunión del futuro Congreso General, y renovar, con simple carácter de transitoria, la forma de un gobierno directorial elegido, en y por Buenos Aires.

Los neocentralistas capitalinos sustrajeron su provincia de la germinal unión confederativa de la Liga Federal. En esas condiciones, no hubo el acuerdo deseado, que Artigas promovió en nuevas instancias, no sólo a los fines políticos específicos controvertidos, sino para obtener además la unión que pudiera enfrentar con éxito la amenaza española (realmente encarnada en la expedición de Morillo, que al final Femando VII envió a Venezuela), a la eventual ambición lusitana, que nunca descartó.


Sueños entrecruzados

Por eso convocó una reunión de diputados de las provincias del litoral federalista, identificados con la "Liga de los Pueblos Libres" (Liga Federal), para mediados de 1815 en Arroyo de la China, que se conoce con el nombre de esa localidad, o indistintamente, con el de Congreso de Concepción del Uruguay, o del Oriente. Su finalidad buscó el entendimiento y la transacción con el Directorio, sobre la base del respeto del "sistema" de libertad autonómica provincial, y la consagración de la correspondiente liga defensivo-ofensiva. Para ello envió a Buenos Aires una delegación de diputados de Santa Fe, Córdoba, Corrientes y la Provincia Oriental, a tratar del "plan" correspondiente. No se dio pie para ningún arreglo, ni siquiera el de una simple paz propuesta en última instancia. La respuesta directorial sólo evidenció su preocupación de que no fueran sustraídas de su dominio político-económico las provincias claves de Córdoba y Santa Fe, y su desaprensión por las de la mesopotamia entrerriana. Por tal propuso a la diputación federalista una separación o independencia que siempre había rechazado, y que esta vez, fijaba el río Paraná como línea demarcatoria de supremacías...

Las nuevas contingencias forzaron el pacto de Santo Tomé, en curioso movimiento de solidaridad prolitoraleña y artiguista. Se obligó la renuncia de Álvarez Thomas, y el Cabildo de Buenos Aires lo reemplazó por Antonio González Balcarce. Era de esperar una política de conciliación, pero se repitieron las actitudes pro unitarias similares, en pertinaz insistencia recuperadora del perdido predominio, y en consecuencia reafloraron las desinteligencias y la lucha fratricida hasta 1820.

Hasta aquí el entrecruce de dos ensoñaciones de triunfo y encauce revolucionario, a través del presente paralelo dinámico. La idea estratégica para liquidar la contrarrevolución enraizada en el Perú, sobre la base-trampolín de una primera operación Chile; o sea, la promoción del frente del oeste, en el pensamiento sanmartiniano. La concreción del más auténtico espíritu emancipista revolucionario en la forja de un "sistema" democrático-autonómico impulsado por la "Liga Federal".

En el acecho histórico de una nueva invasión de loa vecinos lusitanos...

 

Crónica de Flavio A. García

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