Esa letra Y
-Y Griega -
remotísima en su
caprichoso trazado,
marca el destino
de los no menos caprichosos
seres humanos.
Sus raras antenas
siguen en el principio
toda unidad. Y armonía en
una misma senda
que al comenzar
los años maduros se dividen,
eligen para siempre
sendas antagónicas,
increíblemente
irreconciliables.
Esto, el Padre Pitágoras
lo enseñaba en su
legendaria Samos.
Lo reiteraba una
Y otra vez con su lenguaje
de añeja sabiduría.
Las raras antenas
cumplían su tajante
trayectoria.
Una iba silenciosa
hacia el silencioso
mundo de la virtud,
mientras la otra
se encaminaba
-dura fatalidad-
hacia la perversión
de los abismos.
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