Se despertó al promediar la noche
como si lo hubiese golpeado
la rama súbita de un árbol,
como si el sueño en que estaba
sumido no se hubiera desvanecido aún
entre los surcos del viento.
Había soñado con un caballo desbocado,
demasiado blanco que había crecido
en un monte de pájaros sin alas
y que ahora en su onírica estructura
de jade y tierra marchaba hacia
un muro de raíces secas.
Recobrada su razón, miro desde
lejos su sueño, verdadero arsenal
de parábolas practicantes, mientras el
caballo desbocado de crines blancas siguió
su galope hacia la dominada noche.
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