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Secretos a la caída de la tarde cuento de Eduardo Galeano Marcha Montevideo Año XXXIII Nº 1564 8 octubre de 1971 pdf |
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Él se me vino al galope, en un alazán que no le conocía. Después el alazán se alzó en dos patas y se desapareció y mi hermano también ve desapareció. Yo hacía tiempo que lo venía llamando a él y el no venía. Lo llamaba y no lo encontraba. Y ayer me fui al monte y vino y me habló como antes. pero al oído. Yo le cuido las cosas que dejó. Las escondí para que nadie se las toque. La honda. la caña de pescar, el tambor, el revólver de madera, los clavitos para hacer anzuelos. Lo tengo todo escondido y él cuando viene me pregunta. Yo tengo miedo de la gente que pasa y prefiero no salir. Vuelvo del rastrojo o de carpir la huerta y me quedo acá encerrado, en lo oscuro, cuidándole las cosas. Cuando encienden la lámpara de querosén, cierro los ojos pero los dejo un poquito abiertos, y la lámpara es una línea brillante y toda peluda de luz. Y a voces converso con mi amigo perro, que no sabe hablar y lo tengo a escondidas porque mamá no quiere más gasto y le doy de mi comida. Converso, para no dormirme. No quiero dormirme. Siempre que me duermo, me muero. Ya va para cinco años largos que al Mingo se le vino encima aquel camión en la carretera, ei estaba pastoreando las dos vacas que teníamos. Yo lo hubiera defendido a mi hermano, si hubiera estado all y con mi espada amarillo. Y fue ahí que me quedé sin ganas de jugar para más nunca. Me quedé sin más ganas de nada. Porque con el Mingo siempre andábamos al mediodía, como lagartos y nos íbamos a pescar y a cazar pajaritos. Pero después ya no jugué más. Se me quitó el gusto. Para mi que le hicieron el mal de ojo. Alguno que vino y lo miró mal justo cuando el Mingo estaba con la panza vacía y después vino el camión y lo aplastó. A loa rusos el mal de ojo no les viene, me contaron. Es que los de aquí de Pueblo Escondido, la gente grande, tiene la vista muy fuerte. Demasiado. Aquí toda !a gente grande es mala. Los grandes pegan. Me pegan cuando yo digo que con el Mingo puedo conversar entoavía cuando quiero. Ni siquiera me dejan que lo nombre. Yo no puedo hablar nunca de él, por eso. Aquí en Pueblo Escondido no hablo, yo. Cuando pasó aquello, yo agarré y me puse una careta que el Mingo me hizo para el carnaval, que era una máscara de diablo con los cuernos de trapo y barba de verdad y me la puse para que nadie sepa quién soy y me tiré con la bicicleta del turco Iván a toda velocidad por la barranca, para reventarme allá abajo contra la basura. Pero me fue mal y caí bien y me pegaron. Y me pasé la noche temblando y a la mañana me desperté todo meado y me metieron en un tonel de agua helada. Me dejaron en el agua helada y yo no lloré ni pedí que me saquen. Y la primera vez que apareció mi hermano, se lo dije. Yo le contaba todo. Le conté que andábamos comiendo naranjas verdes porque no había otra cosa. Y entonces mamé vendió las vacas y un día me dio plata para ir e comprar azúcar para llenarnos bien llena la barriga, porque cuando uno come poco la barriga se cierra y se queda chiquita y hay que hincharla para después poder ponerle comida. Y ye metí la plata en el bolsillo de atrás que estaba agujerado, y esa vez también me pegaron. Cuando me voy al monte a esperar al Mingo tengo miedo de que me descubra la gente. Y tengo miedo de los caranchos. Y también tengo miedo de los pozos, porque hay muchas trampas en el campo y el Diablo tiene la casa en el fondo de la tierra. Hay que tener cuidado de no caerse en el fondo del mundo, que es muy hondo. Y también le tengo miedo a la tormenta. Me caen las primeras gotas gordas de la lluvia y ya me vuelvo corriendo. A la tormenta le tengo miedo porque es tan blanca. Estando mi hermano es diferente. Estando él yo no le tengo miedo a nada. Ayer me trepé al brazo de un árbol y me quedé fumando. Yo estaba seguro de que él venia. Y el Mingo se apareció a caballo, justo en el centro de una nube de polvo, cuando ya quedaba poco sol en el cielo. En el aire del monte se sentía el olorcito de les naranjas maduras. Y él me pidió que me acercara y me bajé y ahí abajo de un espinilla me habló en secreto. No se bajó del alazán. Se agachó, nomás. Y me dijo que yo voy a tener plata y voy a agarrar y me voy e comprar un camión y lo voy a llenar todo de chala y barba de choclo para tener pa fumar pa siempre. Y me voy a ir. Y me voy a ir al mar. El Mingo me dijo que pasando el horizonte está el mar y que yo nací para irme. Para irme, nací yo. Agarrás el camión y te vas, me dijo. Y al que no le guste lo pisas con él camión. Así que me voy. Al mar, me voy, y me llevo todas las cosas de mi hermano. Me monto en mi camión y hasta encontrarme con el mar no paro. Yo al mar sí que no le tengo miedo. El mar me estaba esperando y yo no sabía. ¿Cómo será? ¿Cómo será el mar?, le pregunté a mi hermano. ¿Cómo será mucha agua junta? ¿Y el mar respira? ¿Y contesta cuando le preguntan? ¡Tanta agua que tiene el mar! ¿Y no se le escapa? |
cuento de Eduardo Galeano
Publicado, originalmente, en: Marcha Montevideo Año XXXIII Nº 1564 8 octubre de 1971 pdf
Gentileza de Biblioteca Nacional de Uruguay
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Eduardo Galeano en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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