Oda al hombre vulgar poema de Emilio Frugoni Vulgar, en este caso: común (N. del E.)
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Hombre vulgar, prosaico, al laurel. Tu ordinaria
existencia circula lejos de toda lírica estridencia: no sabe de lirismos tu existencia.
Eres resistidor como la mula. de tu trabajo, y eso que tus manos sin elegancia y sin arrogancia realizan en afanes cotidianos con abnegación invisible y con mecánica insistencia la obra que hace posible la humana convivencia.
Tú en el taller, guiando
Yo te veo en los puertos
y en las áridas sendas o en la calma burócrata
de
los escritorios.
el mito de Anteo, es para recobrar fuerzas e impulsos
con que hendir el mar. y entre las máquinas propulsoras, ante las hornallas devoradoras de carbón; en las jarcias donde el viento se enreda como en una arboleda de intrincado ramaje, y entre el abigarrado pasaje sobrellevando el gris hastío de los forzados ocios, que disuelven tu brío;
pensando en tus miserias
que cuidas y arreas. semejante a una hormiga
que tiembla bajo el
peso de su carga. Tú llenas el espacio
de la vida,
hombre útil. inmenso como el mar, que es una inmensa muchedumbres de olas. Voy suspenso
de tus secretas ansias, tras tu paso. siente y piensa. ¿ Qué piensa ?...
En ti, hombre oscuro, sin poesía valen la poesía del mundo. No tienes inquietudes espirituales, pero en cambio tienes dolores sin grandeza, sin belleza y sin voz,
¡nada más trágico!
Me agrada la pechuga de la perdiz y el pato, y me los como a veces con lechuga si alguien me los coloca sobre el plato, pero los quiero bien y no los mato.
Aquí sentado al borde
Yo estoy en una punta y en la otra punta el alevoso anzuelo,
y entre las
dos la caña que nos junta. y el pez que muerde me lo manda el cielo.
Yo le dejo morderme la carnada sin que mi sentimiento y mi conciencia me lo reprochen. Nada me impide reducir a la impotencia al pez que aguardo con feroz paciencia.
Pero ¿en verdad aguardo
al pez como a su presa sino la paz, que como el sol nos besa.
Y cuando el pez se clava y la boya se agita,
el pacífico sueño se me
acaba. y en la tierra fatal lo precipita.
No hay sangre pero hay muerte.
con su mirada inerte. ni desesperación. Nada me inspira.
Mas también es mi hermano. sin compasión lo ultima nuestra mano, cual la del cazador torpe y sañuda. Pescándolo egoísta y “muy humano” pesco mi paz de un día este verano.
El hombre se divierte jugando con los pobres animales
juegos de sangre y
muerte. y el mal ajeno cura nuestros males.
Mi caña pensativa
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¡Chito! Que ya otro pez mordió el anzuelo. |
poema Emilio
Frugoni (1933)
del libro "Poemas civiles"
Biblioteca Rodó Nº 118
La Bolsa de los libros - Claudio García & Cia. Editores
Montevideo 1944
Ver, además:
Emilio Frugoni en Letras Uruguay
Texto digitalizado, y editado, con el agregado de imagen, por el editor de Letras Uruguay
Inédito en el cíber espacio al 1 de noviembre de 2016.
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
Email: echinope@gmail.com
Twitter: https://twitter.com/echinope
facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
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