Canto a José Artigas
poema de Emilio Frugoni |
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-I-
Con un dolor de patria, con un amor de pueblo, con un fervor de jóvenes multitudes eternas mi voz viene a cantarte desgarrada en las púas de las zarzas ardientes en que mi ser se quema.
Artigas: solamente con pronunciar tu nombre el bronce de un escudo en las almas resuena y el verbo echa raíces en la tierra uruguaya para erguirse en un bosque lleno de tu presencia.
En el viento que enredaba la melena de los montes junto al relámpago de agua vibradora de los ríos y que se iba atropellando furioso los horizontes mientras azotaba el lomo de los caudales bravíos comenzó a llegar de pronto de la multitud huraña tu nombre en una sonora ondulación de bandera donde un corazón lejano latía: el de la campaña.
Llegó hasta Montevideo cuando con ira española el Virreinato enfrentaba la revolución de Mayo que venía incontenible hasta aquí como una ola del Plata para extenderse en el terruño uruguayo.
Pero tu nombre fue al punto la respuesta verdadera, y tras de él y de tu recia estampa de varón fuerte se puso en pie el alma gaucha surgiendo en la montonera para cumplir su destino: “La libertad o la muerte”.
-III-
como un río de puños en las piedras del terruño un camino hacia la historia bajo el cielo magnífico de América
Conductor de ese cuerpo de tu alma tú lo pusiste a andar sobre la tierra con la aventura bíblica del Éxodo sin que lo detuviesen las tormentas, a caballo, a través del campo virgen bajo la expectación de las estrellas o aguantando aguerrido de las nubes el liquido flagelo de sus flechas y el castigo de andar burlando acechos del enemigo, en incesante alerta.
deparaste a la patria asiento y fuerza. Con tu mapa de sueños en las manos te pusiste a forjarle un alma entera y le diste una voz inmarcesible capaz de hacerse luz en las tinieblas
Personificación insobornable de ese oleaje de coraje y penas eras tú todo un pueblo que se alzaba a poner en la historia su presencia.
Siempre cerca de ti quedó el caballo que te llevaba a levantar la tea de tus incendios de pasión indómita sobre la sombra humana de la gleba donde la nube de un poder espúreo del nativo angustiaba la conciencia.
-IV-
¡A caballo!, gritaste al alma toda de tu patria nacida entre la niebla de una mañana que sobre los campos comenzaba a agitar sus alas recias bajo las cuales todo un pueblo esclavo levantaba orgulloso la cabeza.
Así acunaste a la nación naciente en la trepidación de las carretas que seguían tus pasos atraídas por una devoción de almas en pena fugadas del infierno de una suerte que librada quedara a la proterva invasión del cuatrero lusitano que desafiaba al indio en su fiereza
Fuiste un pastor de almas que veían en tu cayado el fiel de su existencia y el timón de su nave en el bravío mar que agitaba un viento sin clemencia.
Padre del gaucho y del esclavo indio, negro o mulato que sentó a su diestra tu noble corazón de americano
que amó todas las razas de la
tierra. con tu alma por Jehová y a la gineta
-V-
Del poblador de los silvestres pagos de la “banda oriental” fuiste en la brega
encarnación simbólica esculpida y en todos los azares de su vida
el
Protector e intérprete de veras. su voluntad auténtica de ser dueño y señor de su destino y el que puso en la gran gesta de Mayo de ese pueblo la voz inconfundible entre el rudo clamor de las de América
-VI-
Te miramos andar alta la frente como un peñón donde la mar se estrella de la furia adversaria y las traiciones que se tendieron a tu paso arteras.
Y nos conmueve el drama de tu vida que es una melancólica epopeya donde al final contra tu acción triunfa una conspiración de oscuras fuerzas y derrotado pero no en tus sueños generosos ni en tu inmortal pureza vas a buscar refugio en el misterio y las profundas sombras de la selva y mueres aferrado a tu trabajo de labrador que ignora !a pelea en que despedazándose sus hijos el lábaro desgarran que les diera para que con sus pliegues como amparo a la conquista del futuro fueran.
-VII-
A ti volvemos la atención del alma que oye con emoción la voz eterna dictar desde la cumbre de los tiempos
tus "instrucciones” para la obra
nueva viva del mundo que la historia crea con el aliento de las muchedumbres encendido en la antorcha de una idea
-VIII-
Pueblo en cuerpo y en alma perdurable que el campo de los siglos atraviesa y que eras para todos los que vimos en la patria oriental la luz primera un padre por sus hijos venerado que les dejó una llama por herencia y no los quiso hermanos fratricidas que ciegos de rencor en la pelea volvían torpemente las espaldas a la gran enseñanza de tu ausencia, y hoy todavía ciñense la frente con sus divisas que nos avergüenzan.
Hoy más que nunca el ánimo se tiende a dialogar contigo en una inquieta auscultación del río del presente que se hincha en la preñez de una tormenta.
Dignos de ti y de tu lección queremos ser, entre los azares que nos cercan, y anhelamos nos llegues de tu altura a abrirnos con tus ojos una senda que nos lleve a ser dueños del destino frente a las garras que en la sombra asechan. Que el Uruguay nació para ser libre Quién no lo entienda así ¡maldito sea! |
Emilio Frugoni
Canto a José Artigas (Discurso lírico)
Montevideo, 1961
Editado por el editor de Letras Uruguay
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