El arte en casa

 

Los espejos se emplean para verse el rostro, el arte para verse el alma. 

George Bernard Shaw, dramaturgo irlandés, 1856-1950

El arte juega en los ambientes un papel protagónico mucho más trascendente que una mesa o un sillón. En opinión de los especialistas el tema desarrollado por el artista en la tela no condiciona su ubicación dentro del espacio. Aunque no existen reglas preestablecidas sobre el particular, es sabido que suele preferirse el estilo figurativo y el tradicional para los ambientes del hogar, mientras que las expresiones abstractas y modernas se reservan para las oficinas. De la misma manera hay quienes optan por naturaleza muerta o bodegones para áreas las destinadas a la alimentación, mientras que los dormitorios son sede propicia para las imágenes de desnudos.

De todas formas parecería que lo más importante es darle a las obras de arte un destino tal en el que ejerzan particular atracción y realmente puedan ser disfrutadas, sin descartar sitios, incluso, tan peculiares como el cuarto de baño, donde una pintura puede llegar a constituirse en elemento principal de la decoración, con la sola precaución de no incluir trabajos realizados en papel, en razón de su eventual daño consecuencia de la humedad que impera en todo ese ambiente.

Los óleos han ocupado desde siempre el primer puesto entre las preferencias, seguidos por las acuarelas y, finalmente, por los acrílicos. Sin embargo, a la hora de adquirir una obra de arte, lo aconsejable es decidirse por aquella técnica en la que el autor se exprese mejor, esto es: donde aplique no sólo su pericia sino también toda su fuerza arrolladora, trasmitida en cada imagen que el artista crea, quizás sin quererlo, para la posteridad.

El famoso pintor francés Enrique Matisse (1869-1954) escribía en sus memorias: "Un cuadro es como un cómodo sillón donde uno se sienta a descansar". Basados en esa exquisita sentencia es fundamental inclinarnos siempre por las expresiones artísticas que nos gustan, que sean de nuestro afecto o que nos propongan composiciones que sintamos como propias, antes que por aquellas que nos recomiendan. Es que cada encuentro con lo plástico será una tregua revitalizante que inducirá al alma a un deleite proyectado contagiosamente.

Cada obra es un testimonio abierto y un ejercicio visual y sensorial. Esos son los elementos que alimentan el contenido estético. Por eso no sólo es relevante obtener la opinión de quienes convivirán con cada cuadro sino, además, tratar de hacernos de obras que nos atraigan por alguna circunstancia o por alguna vivencia en especial: Parecería que no tiene mucho sentido adquirir un paisaje de Helsinki si uno no tiene nada que ver con Finlandia...

Por otro lado, a veces no está de más recurrir al asesoramiento de un entendido en la materia, pero apoyándonos en quienes nos brinden garantía de seriedad. Algunos "marchants" sugieren preferir a los autores contemporáneos antes que a los ya fallecidos, De ese modo, aseveran, "se podría seguir la evolución del pintor".

Un amigo personal y muy respetado director de una de las más afamadas galerías de arte afirma que "La mayor parte de los artistas no le conceden ninguna importancia a que una obra de arte esté o no firmada por su autor". Y agrega, en un tono muy especial: "Además, la firma es un evento que está siempre presente en los cuadros falsos...". En oposición a lo que muchos suponen, ese no es un elemento vital para otorgarle validez a una obra. De hecho, este concepto es aplicable aún a significativos trabajos del siglo IXX, en razón de que en aquella época infinidad de obras ni siquiera eran realizadas por la misma persona: las creaba el maestro con la ayuda de sus alumnos o discípulos.

Que una cálida iluminación ayuda a lucir un cuadro en toda su dimensión; que las acuarelas no deben ubicarse en rincones donde puedan desteñirse si el sol incide en forma directa sobre ellas; que el marco es un complemento esencial; que el passe par tout debe ser de tela y no de cartón; que es preferible apoyar las pinturas sobre paredes de tonos crema o beige, para no competir con los colores propios del cuadro; y que para trabajos sobre papel la mejor alternativa son los vidrios comunes en lugar de los "antireflex", que influyen sobre la visión, son aspectos tales que, al margen de preferencias personales, es inevitable mencionar.

Es conveniente, además, que la mitad del cuadro sea ubicada a la altura de los ojos de una persona de mediana estatura y cuando se combinan dos cuadros es más adecuado colocar la obra más angosta por encima de la más ancha, en una especie de "efecto pirámide", a fin de "asegurarle presencia" a la pintura de menores dimensiones. Las realizaciones apaisadas, y de tamaño mediano, suelen tener más éxito que las verticales porque, en general, son más fáciles de colgar.

Antes de decidirnos por una obra en particular, es interesante comprobar cómo lucen dos o tres cuadros diferentes, en la búsqueda de los mejores efectos de las imágenes y los perfiles dominantes, las sutilezas de los trazos y su síntesis y la sensibilidad que promueve la atmósfera que se respiraría a partir de aquella decisión. Todo es medida, ritmo, tensión, contorno, equilibrio: sea una manzana, un paisaje o un retrato, no importa. Si el autor toma de la naturaleza objetiva sus formas, lo hace para tratar de dominarlas, distinguirlas y hacerlas auténticas y, seguramente, de esa lucha estética nacerán el encanto y la armonía que nos envolverán al contemplar su obra.

Es importante adquirir arte, pero sin tomarlo como un gasto más. Vivir con arte es una satisfacción y todo un privilegio, trasformándose en un diálogo vivo e irrepetible con la magia de lo plástico. Así se fomentan los estímulos que nos permiten hacer que la vida transcurra de la mejor manera, por lo que compartimos el pensamiento de egipcio Naguib Mahfud, premio Nobel de Literatura 1988, cuando expresa que "El arte debe ser gusto, diversión y alucinación".

Ing. Teodoro R. Frejtman

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