Hasta el mar se embaraza de cigüeñas
desde el vientre que sonoro en la montaña
da gemidos titilantes mientras gesta
los rumores de paloma pieltorcaza.
Por el surco de la viña huele a vida
este brote que de sangre se arrebata
en el vértigo de fiesta, en los azules,
de unos ojos que inauguran su mirada.
Nueve lunas han parido por la tierra
en dolor, la alegría hecha madraza
con el nombre ensayado del otoño
en un tiempo de arrumacos sin distancias.
En el pueblo las canciones de la noche
por un hijo engendrado en la comarca,
se convierten en un vino libertario
del que beben serpentinas las guitarras.
Mies y fruto, por el alba sed y leche,
geografía de la luz entre las sábanas
al gorjeo irrepetible que los sueños
atesoran por el valle y a sus anchas.
De preñeces y de amores ha nacido
el retoño de una hembra, madre y dalia,
inundando los setiembres de un paisaje
con arrullos de tibieza en las pestañas.
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