Prólogo a la El Humor en la escuela I |
La idea de recoger lo que Ud. va a leer fue sugerida allá por 1945 o 1946, quizá por Adolfo, un chico a quien todos decían "el jefe", quien, necesitado de cortar un trozo de varilla de unos 8 o 10 cm. en dos partes, trajo de su casa una sierra de más de un metro de largo, que debía ser manejada entre dos; o por un colega que, leyendo la nómina que circuló por las aulas un día, en la que figuraban los muchachos que no habían tenido inasistencias en el mes anterior, anotó debajo: "Debían ponerlos a todos en penitencia"; o por Sergio C., quien increíblemente hacía buena caligrafía en sus trabajos, no cuando escribía sobre su mesa, sino cuando los apoyaba en la pared, y él escribía parado; o por Emilio R., que en las horas de recreo se detenía a mirar una jaula grande, vacía, que ignoro por qué, estaba hacía tiempo en el patio; hasta que cierto día me dijo: —"¡Cómo me gustaría estar ahí adentro, maestro!" Leerá Ud. aquí lo que se oye, se escribe, se ve, o, en una palabra, se vive en la escuela. A este recopilador se le dio por el humor, y éste es el resultado. La selección es variadísima, como puede verse, pero es sólo una parte de lo que posee. Va sin decir que en muy contados casos recuerdo el nombre del autor de cada trozo. Este material ha circulado durante años en nuestro medio, y yo he llegado a verlo en hojas mimeografiadas, que me han alcanzado con la advertencia: "¡Mira, vos que sos maestro! Lee esto, a ver si te gusta." ¿Y el que reunió este material, quién es? Un maestro que ama muchas cosas: la escuela; los niños; el pueblo en que nació y vivió, Piñera; un buen mate; sus amigos. Un maestro que ama su profesión, en la que pudo haber hecho mejor las cosas; que conoció mucha gente y muchos lugares; y que todavía cree que en cualquier instante pasarán corriendo delante de él, vestidos de blanco, con moña azul, y jugando a cualquier juego, Atilio, José Luis, Amparo, Rallis, Luisita, "Jota jota", Daniel, Mirta, Queta, Rodolfo, Wiison, Silvia, Emilio, Alicia, Adolfo, Neo, Olivo, Leodilia, Salomón, Vladimir, Armando, Mónica, Alejandro... Un maestro, en fin, que posee un fichero con los nombres de cerca de 4000 alumnos que tuvo, y las fotografías de todas las clases con las que trabajó en sus treinta años de actividad escolar. José María Firpo Álvarez |
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