Una Creativa Maestra Froebeliana |
Presentación |
En oportunidad de
cumplirse el centenario de la fundación del primer Jardín de Infantes en
nuestro país, deseábamos hacer algo para resaltar la figura de Doña
Enriqueta Compte, la precursora nacional y latinoamericana de la educación
de la primera infancia, pero deseábamos encontrar algún camino no
tradicional. Pensando con las compañeras docentes, lo encontramos:
Enriqueta era una romántica poetisa, al comienzo, obviamente influenciada
por las ideas neohumanistas e idealistas que asignaban importancia a la intuición
y a la espiritualidad, tanto en Froebel como
en Pestalozzi, su el maestro. De esta manera
había compuesto bajo estos cánones artísticos, dejando de lado
el modelo modernista, - en auge en su época -, una serie de canciones y
poemas para niños. También trabajó con técnicas
literarias, “lecciones” de alto valor estético que desarrolló
en forma dramatizada1 con sus alumnos de 3 a 10 años2,
adaptadas a su criterio de “belleza” y “pureza”, pero también
basada en el desarrollo afectivo e intelectual de los niños, que ya,
hacia comienzo de siglo XX,3 había comenzado a
estudiar, basada en los
nuevos conceptos psicológicos que comenzaron a llegar al país,
con las posibilidades
técnicas, de RRHH y económicas, que le proveía nuestro ambiente4. Si
bien sus composiciones fueron creadas, como dice la autora, “sin ninguna
pretensión literaria”, creemos que la obra de esta maestra fue la
siembra del primer del primer grano en el campo fértil
de la literatura infantil nacional:Sylvia Puentes de Oyenard la
considera la precursora de la poesía para niños en el Uruguay. El maestro Lorenzo D’
Auria, en su libro “Surcos al corazón” (1928), publica una antología
de páginas para escolares, en las que incluye poemas de Enriqueta Compte
y Riqué, de la que dice: ”Para los maestros escribe páginas profundas,
para los niños, paginitas repletas de sugestiva idealidad”.Todas estas
composiciones fueron creadas a lo largo de su extensa y tesonera labor al
frente de su Jardín de Infantes y publicados ante el insistente pedido de
familiares y amigos. Así recoge su producción literaria para niños con
un libro que titula “Canciones y juegos de mi escuela”. Este libro es dedicado por la autora a su amigo y colega José Henriques Figueira, primer Inspector Técnico de Educación Primaria y a su también colega y colaboradora, maestra del Jardín, María Hasdovaz, quién musicalizó gran parte de sus composiciones. Un aspecto
importantísimo que debemos tener en
cuenta con relación a la producción literaria de Enriqueta Compte y
Riqué es que todas ellas fueron “composiciones al uso”: se produjeron
con la clarísima intencionalidad pedagógica y didáctica de ser
utilizadas como medio educativo con sus alumnos. Muchas de estas
composiciones se adaptaban a juegos tradicionales,
nacionales y europeos, aprendidos éstos durante la época de sus estudios
en el Viejo Continente, cantándose
con la melodía de los mismos, como por ejemplo “A la rueda, rueda”,
canción tan difundida entre los actuales maestros de educación inicial y
conocida como “La ronda de Enriqueta”5.
Otros eran musicalizados por la maestra ya mencionada, y otras se
adecuaban a composiciones de autores nacionales conocidos en su época. Con respecto a las
músicas, la autora dice en el prólogo de su libro dirigiéndose a los
niños: “Si sientes el deseo de cantar éstas poesías, como no llevan
música escrita, inventa tú una”... “Si quieres hacerlo con la misma
melodía con que fueron cantadas, busca entre tus amigos quiénes tengan
padres que las conozcan...” Lamentablemente, al
dejar librada a la tradición la transmisión de las melodías, éstas no
llegaron al conocimiento de las generaciones actuales, perdiéndose así,
una parte importante de la creación artística, pero a cambio nos deja la
libertad de ejercitar nuestra propia creación. El libro que
comentamos es poco conocido aún entre los propios maestros de educación
inicial, habiéndose encontrado un único ejemplar en la Biblioteca Pedagógica
Central. En otra obra, “Lecciones
de mi Escuela”, publicada
por Imprenta Gaceta Comercial, en 1948, se recogen esas sonoras y dulces
lecciones encantadas, que Enriqueta entregó a sus niños entre los
añosos árboles del boscoso patio de antaño y en el viejo edificio donde
se alojó su escuela modelo. Es
sobre la base de estas consideraciones, en aquella augusta fecha de 1992,
nuestro Jardín divulgó una
pequeña antología entre nuestros colegas, como homenaje y reconocimiento
a la obra literaria de la insigne educadora. El pequeño y humilde Boletín
que logramos imprimir, fue divulgado
entre las colegas, llevando
a sus manos material original de muy buena calidad. Más de diez años
después nos ha parecido importante revisar el aporte de Enriqueta a la
literatura infantil y hemos agregado algunas producciones más, así como
una de las “lecciones” que nos pareció de máxima fecundidad. Para esta oportunidad
incluimos como “Anexo” un trabajo bibliográfico conteniendo las obras
de la autora y lo que se ha escrito sobre ella en nuestro medio. La
compulsa se realizó mayormente en el Museo Pedagógico y en la Biblioteca
Pedagógica Central, donde sus Directoras y personal colaborador nos
apoyaron en todo momento. La recopilación
bibliográfica fue realizada en el año 1995, trabajando en equipo con mi
esposo, Emilio Marenales. Si bien no se publicó formalmente, quedaron
copias en el Museo y en la Biblioteca, circulando profusamente entre las
colegas especialistas con motivos de los concursos de ese año y
subsiguientes. En esta versión se
agregaron las obras aparecidas en el último lustro. Sabemos que faltan
trabajos nacionales (ya hemos encontrado dos artículos sobre la autora
escritos para niños) algunos de los cuales pueden ser consideradas obras
menores. Igualmente es necesario aplicar el rigor bibliográfico a las
fuentes. Por lo tanto se está pensando en una compulsa mayor que incluiría,
además, entrevistas a los familiares de la autora estudiada. Pero sobre todo, no
se ha investigado el ambiente internacional, que nos podría deparar
algunas sorpresas interesantes y éste sí es un territorio totalmente
virgen. Todo trabajo
académico (y más si se trata de alguna investigación, – aún mínima
como ésta –), es por naturaleza, inconcluso. Por ahora les propongo que disfruten de
estas páginas literarias y contribuyan a su divulgación a través del
trabajo cotidiano con sus
alumnos. Gladys Figueredo |
Referencias: |
(1) Corresponde al libro “Lecciones de mi escuela” (Ver Bibliografía) |
Himno al Jardín (P. 114) |
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Poco a poco fue adquiriendo el andar desenvoltura, y la idea más segura, se expresó con claridad. El trabajo, revelando sus tesoros cada día, llenó el alma de alegría y de amor a la verdad. Ya sabemos que un destino nos han dado con la vida; por la senda recorrida, fácil es de concebir. Y a medida que adelante nuestros pasos dirigimos, nuevas fuerzas adquirimos, y más fe en el porvenir. |
Edificio del Jardín de Infantes de Montevideo (Aproximadamente entre 1900-10), inaugurado oficialmente el 10 de marzo de 1892 por Enriqueta Compte y Riqué en la calle General Luna, calle que hoy lleva su nombre en el tramo que va desde Gral. Aguilar hasta San Martín. Asimismo el Jardín de Infantes ha sido designado con el nombre de su creadora. |
A la rueda rueda (1) (P. 15) Para cantar en lugar de la vulgar "Rueda, rueda" |
Vendimia (P.
46)
Los
cestos están llenos con
la uva del lugar, morada,
blanca y roja. ¡Venid,
a contemplar! ¡Qué
bien recompensada se
ve nuestra labor! ¡Nos
brindan estos granos, dulcísimo
licor! El
sol juega, irisando la
delicada piel que
forma lindo frasco de
fresca y rica miel. A
celebrar el día pronto
aquí vendrán amigos
y parientes. ¡Ya
llegan, ahí están Te
brindo, niña, el fruto más
rico que se vio; mordido
entre tus labios anhelo
verlo yo. Del
brazo, alegremente, iremos
al lugar; la
mesa nos espera; después
será el bailar. Esta canción es parte de la comedia escrita para ser representada por los niños del “Jardín”, con el título de “Un buen Otoño” El Bote
(P. 62)
Yo
tengo un bote para
bogar, para bogar, cuando
tranquila esté
la mar, este la mar, y
tengo un remo, para
remar, para remar, mientras
entono, Dulce
cantar, dulce cantar. La Trenza
(P.52)
NIÑAS: Con
esta trenza de
dos colores un
lindo moño voy
a formar, que
la cabeza de
mi muñeca con
mucha gracia Adornará. VARONES: También
la trenza de
dos colores, mi
buen payaso Se
la pondrá; en
la puntita de
su bonete cuando
haya fiesta La
lucirá. El conejito (P.13)
(Inspirado
en un juego Belga) Sí este conejito sale a pasear, Milord, que anda suelto, lo podrá cazar. Me da mucho miedo porque va a salir. ¡Ay! ¡Que ya lo corre! ¡Ay! ¡Que va a morir! Se
hace una rueda grande. En el centro, el
conejito, afuera Milord. En el momento
oportuno, de acuerdo con
la letra, el conejito sale de la rueda y
es perseguido por Milord. Después de
unos minutos de persecución en
que se pone a prueba la agilidad de
perseguido y perseguidor, el conejito puede
salvarse de ser atrapado si
consigue entrar nuevamente en la rueda. Abejitas
(P.17)
Somos abejitas, vamos a libar de la flor el néctar y a hacer un panal. Zum-zum, zum-zum. Zum-zum, zum-zum, zum-zum... Esta linda rosa, este gran clavel, estas azucenas, nos darán su miel. Zum-zum, zum-zum Zum-zum, zum-zum, zum-zum. A Colón (P.96)
Desafiando la amenaza del misterio allá van las carabelas españolas... Es más fuerte que la fuerza de las olas la alta ciencia de Colón. Llevan pechos aguerridos en las pruebas del combate ; llevan el dulce acicate de la gloria, de la gloria y del amor. Es del 12 de Octubre la mañana... Aún la sombra está velando el nuevo día ; nadie duerme en el bajel Santa María ni en la nave de Pinzón. De improviso, el horizonte en su linde se estremece... Se oye un grito... El grito crece... Dice ¡ Tierra ! ¡ Tierra, dice! ¡ Oh, Salvador ¡ Se canta con la música de “Las campanas de San Giusto” Al 18 de Mayo (P.98)
Cantemos
a la gloria que
hoy llega hasta nosotros trayendo
los recuerdos de un
día promisor. Del día
en que soberbia, de
frente a la realeza en
campos de Las Piedras, la
libertad triunfó. ¡
Salud, oh vencedores de la
batalla heroica que en
mayo esplendoroso el sol
iluminó ! ¡Salud,
oh gran Artigas! Tu
nombre es un emblema ; la
patria lo recuerda con
gran veneración. A la Patria (P.93)
Cantemos a la patria loando su belleza, un coro de alabanzas con voz del corazón. La quiero porque en ella feliz, junto a mi cuna, con toda su ternura mi madre me arrulló. En ella vi su imagen dulcísima, sonriente, el día en que se abrieron mis ojos a la luz. Cantemos a la tierra de playas deliciosas, de montes pintorescos, del
ceibo y del ombú. A Varela (P. 95)
De pie, frente a tu imagen, José Pedro Varela, un himno entonaremos de loa y gratitud. Su acento lleva el tono de amor de nuestras almas; sus notas son tan puras como ese cielo azul. Sabemos que luchaste; sabemos que venciste; tu ideal fué dar al pueblo, Saber y Educación. Por ti nos ilustramos; por ti somos felices. ¡Recibe de los niños, eterna bendición! Escrito en oportunidad de pasar, con motivo de un paseo, frente al monumento del Reformador. La Golondrina (P.
107)
Hizo su nido la golondrina, en el alero de mi balcón; cuando trepaban las madreselvas con Su perfume embriagador. ¿ Por qué tan sola y tan afligida el espacio se ve volar? ¿Por qué rastrea con tanto anhelo su honda mirada, la inmensidad? Es que ha perdido a las compañeras de la bandada que va a emigrar. ¡ Ya las ha visto! ¡ Ya está contenta! ¡Ya cuchichean! ¡pronto se irán! El
muñeco de nieve (P. 72)
¡
Vamos a la Plaza que
anoche nevó! Brilla
su blancura entre
cielo y Sol! Un muñeco
hermoso hemos
de formar amasando
nieve. ¡
Pas, pas. pas, pas, pas! ¡
Miren qué gracioso! Pretende
fumar! ¿ Quién
le da tabaco al pobre don Blas?
|
¡Tejedores
! (P.64)
VARONES: ¡
Somos unos tejedores ! ¡
Somos unos tejedores ! NIÑAS: ¡
Ja. ja, ja ! ¡ Ja, ja, ja ! ¡En
papeles de colores! (Se
repite) ¡Una
muñeca tengo ! (P.67) ¡ Una muñeca tengo ! ¡ Yo soy feliz !
El arrorró le canto para dormir. Para dormir, para dormir, el arrorró le canto. ¡Yo soy feliz ! Abre sus lindos ojos al despertar ; con vocecita dulce dice : ¡ mamá ! Dice : ¡ mamá ! Dice : ¡ mamá ! Entonces con ternura besos le doy, porque es ella la prenda del corazón. Del corazón, del corazón, porque es ella la prenda, besos le doy. Hacerle vestiditos es mi placer ; jugando a las muñecas sabré coser. Sabré coser, sabré coser, jugando a las muñecas que es mi placer. Obreritos
(P.51)
En esta escuela preciosa hay
más de trescientos niños; entre
ellos somos nosotros, los
más tiernos infantitos. A la hora del recreo, con
su mimoso cariño, los
mayores nos halagan, nos
evitan el peligro; las niñas nos consideran sus muñecos favoritos. Pero
cuando no se juega, somos todos obreritos; porque
estos dedos que puede: quedar muy bien escondidos en el hueco de una nuez, barquilla
de Pulgarcito, saben
hacer cosas lindas, primorosas, exquisitas. El
Gallito (P.
64)
Es muy temprano... en el Oriente el alba asoma y anuncia
el Sol; nuestro gallito; que lo conoce, despierta y canta: Co - corocó Las doce han dado de medianoche... Ya todo duerme, todo calló;
nuestro gallito, buen centinela, despierta y canta Co - corocó... Hormiguitas
(P.18) Estas hormiguitas vienen
de formar bajo los peñascos, un
soberbio hogar. Tiqui-tiqui, tiqui tiqui, tiqui tiqui, tiqui-tac. Ahora con paciencia vamos a buscar todo lo que es tierno, en cualquier lugar. Tiqui tiqui, tiqui-tiqui, tiqui tiqui, tiqui-tac. Trocitos de coles, granos de trigal, cáscaras
maduras, flor primaveral. Tiqui
tiqui, tiqui-tiqui, tiqui tiqui, tiqui-tac. Pétalos de rosa, hojas de clavel, capullos
abiertos, tengan o no miel.
Tiqui tiqui, tiqui-tiqui, tiqui
tiqui, tiqui-tec. Somos incansables en
nuestra labor, de
día, de noche, con frío o calor. Tiqui-tiqui,
tiqui-tiqui, tiqui-tiqui,
tiqui-toc. Vuelven las hormigas del
viaje aquel, con pesada carga, como ustedes ven. Tiqui
tiqui, tiqui-tiqui, tiqui tiqui, tiqui-tec ¡Un
payasito tengo!
(P.70) (Parodia de
“¡Una muñeca tengo!”)
¡Un payasito tengo! Yo soy feliz si hacen sus cascabeles ¡ tin, tin, tin, tin! ¡ Tin, tin, tin, tin! ¡ tin, tin, tin, tin! si hacen sus cascabeles, yo soy feliz. También cuando lo veo en un piolín dando unas cuantas vueltas colgado así. Colgado así, colgado así, dando unas cuantas vueltas en un
piolín. Con los brazos abiertos verlo saltar me causa mucha risa, ¡
ja. ja. ja, ja ! ¡ Ja, ja, ja, ja ! ¡ ja, ja. ja, ja ! Me causa mucha risa verlo saltar. Vamos payaso mío a divertir, que hagan los cascabeles ¡ tin, tin, tin, tin ! ¡Tin, tin, tin, tin ! ¡ tin, tin, tin, tin ! que hagan los cascabeles, ¡ a divertir ! Los
payasos (P.72) Aquí vienen Contentos dispuestos a bailar los niños que acabaron su traje
de disfraz, el gorro diminuto, el mínimo antifaz, La chica cornetita que dice: tra - la –lá El
Crisantemo
(P.
104)
La tierra ya tiene dueño ; ¡ Silencio, que va a dormir ! Con la flor del crisantemo su lecho se ha de mullir ; su lecho se ha de mullir. Con la flor del crisantemo que es tan suave como el tul con que cubre el Universo las regiones del azul ; las regiones del azul. Con la flor del crisantemo que, en su recorte ideal, arranca tristes suspiros de la estación otoñal de la estación otoñal. Vendrán las tardes cortadas por un horizonte gris ; tu arrullarás, crisantemo, en mayo
como en abril ; mayo como en abril. Después, soplando el pampero, muy lejos te llevará, mas donde quiera que vayas a la tierra abrazarás ; a la tierra abrazarás. Primavera
(P.105) Las glicinas ya perfuman en las rejas del balcón; en las rama del cerezo ya se ve la blanca flor; el clavel levanta ufano su capullo reventón. El clavel levanta ufano su capullo reventón. Y la rosa se matiza con un tinte seductor; hacen su nido felices el churrinche y el gorrión; todo brilla, todo canta, todo es luz, todo color. Todo brilla, todo canta, todo es luz,
todo color. El trigal alta la espiga arrogante, promisor; pide besos a las auras y el oro le pide al sol; en el grano que se hincha del hogar está el calor. En el grano que se hincha del hogar está el calor. Caiga del cielo en el nido la divina bendición! Benditos sean los frutos! ¡ Sean benditas las mieles y bendito el labrador! ¡ Sean benditas las mieles y bendito el labrador!
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Las hojas secas |
Dos
filas de magníficos árboles blancos, forman en el fondo de la Escuela,
una hermosa alameda de 60 metros de longitud, que dobla en ángulo recto a
los costados del edificio, sombreando una parte de los dos grandes patios
laterales. Son esos árboles, que ya se abrazaban con sus ramas en el año
1922, cuando se desarrolló esta lección, los mismos que en 1915, dieron
motivo para la de “El tutor” y la de “La rama Quebrada” Sus
tallos, bien erguidos, demuestran que fueron respetados y protegidos
durante el crecimiento como consecuencia de las explicaciones hechas con
motivo de la travesura que quiso reaccionar en un noble impulso de
imprudente libertad. Año
tras año, poco después de iniciarse el curso, cuando los primeros fríos
los van desprendiendo de su verde vestidura el otoño motiva una
interesante serie de lecciones. Las
hojas, dentro de su lindísimo contorno ornamental atravesadas por los
rayos del sol, poco antes de despedirse de las ramas donde susurraron con
las caricias del verano se tiñen de matices que dan al jardín, un espléndido
encanto. Amarillo de ocre amarillo de oro, tierra de Siena, bermellón
ribeteado de carmín formando manchas de variado capricho, en la extensión
del que fué tierno Parenquima, hacen dominar en distintos días los
colores del topacio, del rubí, de la sangre, que se van sucediendo hasta
concluir en los tonos del leño. Esto
hacemos ver a los niños, a la vez que observan cuáles son las hojas que
se dejan cortar más fácilmente por las ráfagas de las estación, y cuáles
los árboles que tienen más resistencia. Nuestra
primera lección, es lección de arte. En horas de clase, eligiendo los días
por las circunstancias más convenientes, los alumnos mayores salen con
frecuencia a dar un paseo por esa nuestra alameda; y se observa y se
comenta, en amena charla, cuáles son los cambios que se van produciendo
¡ Hay que ver cómo les llama la atención el menor detalle! — ¡ Mire
ésta, señorita! — se oye decir continuamente, mostrando una hoja que
cae al pasar o que se recoge del suelo ¡
Hasta hacen ramos con ellas, disputando unos con otros, por la mayor
belleza de formas y de tonos! ¡ Y se desprenden de esos ramos con
sacrificio, cuando vuelven a la sala! A
veces, aprovechando tal circunstancia, dejamos que las lleven, y
repartimos papel de dibujo para que cada uno coloque sobre él, la que le
parece más linda, marcando su contorno con un lápiz. Pronto
se descubre la simetría orgánica, a pesar de la irregularidad con que se
presenta, lo que por otra parte no dejaron de observar algunos, cuando
pulverizando tina seca entre los dedos, encontraron estriados cinco
nervios. Conseguido
el esbozo, retirando la hoja y mirándola, ellos imitan la nervadura y
pretenden reproducir los tonos con los lápices de colores que tienen en
sus cajas. Más adelante, contando con que saben cómo está desarrollada
la forma, se intenta la copia del natural; pero pronto hay que abandonar
ese modelo de dibujo, porque el interés decae apenas desaparece el motivo
que hizo atrayente el objeto. Los niños no fijan la atención con gusto,
en cosas que para ellos dejan de responder a un fin, como la hoja
arrancada o desprendida del árbol. Antes
de que la indiferencia aísle el espíritu del paisaje de
otoño, volvemos a buscar asunto de lección en alguna circunstancia
que nunca falta. El
motivo esperado, en 1923, se presentó de esta manera: Un
día de mayo, en hora temprana de la mañana, cuando me dirigía al
Instituto N. de Varones, para dar la clase de Psicología que está a mi
cargo, encontré formada en toda la extensión de la calle Municipio,
donde entonces estaba situado el Instituto, una soberbia alfombra de hojas
de plátano secas; arrancadas por el viento de la noche anterior. Mi
paso era una profanación, porque se diría que no hablan sido holladas
todavía, ni por la rueda de un coche, ni por la planta de un pie.
Livianas, delicadas, con sus contornos de bellas estrías, en caprichosa
combinación de tonos fuertes y suaves, quietas o volando, “juguete del
viento”, más que la evocación de “ilusiones perdidas”, sugerían
la imagen de locas, inocentes criaturas, llenas de esperanza y alegría. Nada
inducía a pensar en el término de una vida que pasó feliz entre cantos
de pájaros y vuelos ¿le mariposas, porque ellas cantaban también, al
rozar unas con otras, en enjambre volador. Sentí
el deseo de que todos mis alumnos aprendieran algo derivado de la impresión
que ese cuadro hacia. En
la clase de Psicología se hicieron reflexiones sobre el problema de la
vida y de la muerte. En el Jardín de Infantes logré interesar a los
mayorcitos, haciéndoles ver en la hoja caída, una amiga que se va después
de cumplir su destino. Di
la lección en la clase 6.ª y no en la 7.ª, para no interrumpir una
serie que entonces desarrollaba en ésta, la maestra. Por otra parte, tenía
la seguridad de que los niños llevarían mi enseñanza de una a otra,
sustancialmente. Sin
anunciar lo que iba a hacer, para provocar el interés de la curiosidad,
dibujé en el pizarrón, como si asomara por un costado, junto al marco,
una rama de duraznero. Cuando
terminé, con alegría de todos, porque sabían que aquello tenía algún
significado mayor del que comprendían, les dije: —Imaginemos
que este árbol vive. Como estamos en Otoño ya empieza a sentir frío
durante la noche. Ya se oprimen los canales por donde circula la savia: ya
no reciben estas hojas bastante alimento; por eso se van encogiendo;
algunas partes se secan. — A medida que hablaba, desfiguraba los
contornos como convenía a la explicación. —Ahora
que los peciolos son débiles —dije un momento después— ya hay una
que no puede resistir y cae
—Borré la supuesta, cosa que tuvo el encanto de un juego— Ahora caen
dos, tres, más... —Y borraba yo como iba diciendo— Ahora sopla Un
viento fuerte. Imiten ustedes el viento —No se hicieron repetir la
orden. Inmediatamente sopló un huracán. — Si este viento no calma, —
hube de decir, — el árbol quedará completamente pelado. Y quedó. Al
borrar, traté de dejar siempre, una pequeña parte de la línea que daba
arranque a la hoja, para que las yemas estuvieran representadas. Cuando
el ruido cesó, lo que fué preciso conseguir con artificio, después de
permitir la imitación de lluvia, rayos y truenos, continué diciendo: —Debemos
imaginar que ha llegado el invierno. Les haré saber ahora que el árbol
no ha quedado tan sólo como ustedes creen; está cargado de ramitas y de
flores pequeñísimas, muy tierras, tan tiernas, que si llegaran a sentir
frío, se secarían. Son las ramas que darán sombra el verano próximo y
las flores que darán duraznos para comer en diciembre, enero, febrero o
marzo, según la especie a que pertenezca este duraznero. —
¿cómo no van a sentir frío si es invierno? — preguntó
Irma — ¡No sienten nada absolutamente respondí— porque están
cubiertas por una “caperucita” que parece de terciopelo. Esa
“caperucita” las abriga como las abriga a ustedes el saco que les pone
mamá. —Dupliqué yemas abundantemente, diciendo a la -vez :—De aquí
saldrán flores; de las otras, ramas, cuando la Primavera llegue y diga:
¡Abajo las “caperucitas’! — ¡Hágala llegar! — dijo Lázaro, y
todos repitieron: ¡ Si, hágala llegar! Puse
entonces pretendidas flores en los lugares marcados con doble yema, y
manifesté después: —Ahora que el árbol está florido, dejémoslo.
Cuando caigan los pétalos de las flores, dentro de algunos días, empezará
a crecer el ovario que está en el fondo de cada una de ellas y se formará
el durazno; de estas otras yemas simples, saldrán ramas con hojas que darán
vida y protección al fruto, porque las hojas respiran y cubren. - Entretanto,
observemos que todo, más tarde o más temprano va a parar al suelo. Al
suelo fueron las hojas que desprendió el Otoño; al suelo, las
“caperucita?’ que tiró la Primavera; allí irán los pétalos de la
bonita flor y los carozos de la rica fruta. A
todo lo que así cae, le llamamos basura; pero la tierra lo mezcla en su
barro y lo convierte en sustancia, con el agua de la lluvia. Nada, nada se
pierde, ni un pedacito de la más chica de las “caperucitas”. Todo
vuelve a entrar en los árboles, por los canales que salen de las raíces.
Así, alguna materia de las hojas secas que cayeron hoy de nuestros árboles,
estará otra vez luciendo frescura en los mismos árboles, cuando se
vistan de nuevo con lindas hojas verdes. Esto
les llamé la atención intensamente. Hicieron tantos comentarios que no
me fué posible retenerlos. —Si no fuera así —les dije— algún día
se acabarían las sustancias de la tierra. Esas sustancias no se acaban
porque circulan. Las que vemos hoy son las que antes se fueron —Hice reflexionar sobre la enorme
cantidad que representa el conjunto de lo que cae, que a nosotros nos
parece poco, porque lo vemos por fragmentos. Entonces referí la sensación
de grandeza que esa mañana había sentido yo, en la calle Municipio,
porque como era muy temprano cuando la recorrí en la extensión de
algunas cuadras, el tránsito no había producido aún alteración
sensible. Comprendí
que la descripción había impresionado porque la escucharon absortos,
como si ellos vieran y admiraran también, lo que yo había visto y
admirado. Con
ese motivo pensé que la lección podía asociarse a otra de cálculo, en
manera tal que se presentara bien comprendida la necesidad de un sistema
de numeración. Por eso dije: —Como
nuestros árboles necesitan mucha sustancia para formar el hermoso follaje
con que nos dan sombra en el verano, es mucho lo que tienen que devolver a
la tierra. Cierto es que algunas hojas se las lleva lejos el viento; pero
vienen otras de lejos. También se queman muchas; nosotros quemamos todos
los días para evitar enfermedades por los microbios que viven en la hoja
descompuesta con otras sustancias húmedas; pero lo que va en el humo,
cuando se enfría, más tarde o más temprano, vuelve a la tierra. Mañana,
a la hora de Aritmética, vayan a buscarme a donde yo esté, que si puedo
venir, les propondré problemas con números de hojas secas, nada más que
de hojas secas. Nos divertiremos mucho calculando en grande, mentalmente. Al
día siguiente, antes de iniciarse las clases, los alumnos de la 6.ª
clase se acercaban a mí, diciendo: —; Hoy con nosotros a la hora de Aritmética ¡Vamos a
ver quién gana más, pensando números grandes con las hojas caídas! Los
conceptos de, Aritmética requieren riguroso escalonamiento; pero hay
escalones de apercepción para los que no es necesaria la labor
constructiva del que enseña. Dentro
de una misma edad, en el orden normal, unos niños tienen que ver
repetidamente cosas, de unidad en unidad, para aprender a contar de uno a
cien; otros, no. Los hay que dan algún trabajo para recordar los nombres
del diez al diez y seis; algunos sienten dificultad al ascender, en el
paso de las decenas; otros se dan cuenta y lo retienen fácilmente; los más
confunden el sesenta con el setenta; otros aprecian sin ayuda, la relación
de esos números con el seis y el siete. Después del cien, se marcha casi
sin tropiezo; pero hay diferencia notable en la rapidez conque cada uno
sube, y más, en la manera de bajar. ¿A
qué motivos internos responden esas variedades de tipo en la concepción
matemática? ¿Lo
podremos saber algún día? A
partir del 200, los números superiores, aunque no puedan ser ideados en
su valor de masa, extensión o tiempo, lo que no deja de suceder durante
toda la vida, cuando no se hace esfuerzo especial de imaginación, se van
conociendo con mayor placer, a medida que crecen. Esta parte da lugar a que
se observe una diferencia característica intelectual, entre la niña y el
varón. Mientras éste se excita hasta el grado máximo del entusiasmo,
cuando puede calcular mentalmente con rapidez en el reino de la
inmensidad, aquélla permanece serena, ordenando sus razonamientos en
cualquier medida de la cantidad. Por eso en el problema escrito, dominan
generalmente las niñas; en el mental los varones. Hay sin embargo niñas
y varones de capacidad superior, que destacan de cualquier manera. En la
clase que nos ocupa, la niña que llamábamos Mima,
era competidora temible en todos los casos, cuando se trataba del triunfo. Ese día enseñé previamente algunos
procedimientos de multiplicación y división, para facilitar el cálculo
grande que habíamos de hacer. Luego fuimos sumando las hojas que suponíamos
caídas en un día y en otro y en otro; con las que habían de caer mañana,
en diez días, en veinte; de una rama, de cinco, de diez, de cien; de
once, de nueve... Presenté los problemas más difíciles al principio,
para que salieran de sus bancos los alumnos más capaces, y convertidos en
jueces, no tuvieran la tentación de intervenir con perjuicio para los demás,
quienes iban saliendo también uno a uno, a medida que se ofrecía más
facilidad. Como el número total crecía en sentido inverso al de la
escala de dificultades que yo presentaba, en todos los niños se mantenía
la ilusión de una competencia sin inferioridad. Una que otra vez, para
sostener el entusiasmo general, permitía la intervención de los que habían
salido, con la de los que habían de salir. Cuando
quedaban pocos niños sentados, por un espontáneo impulso de generosidad,
se fué aplaudiendo al que contestaba. La alegría que causó la
incorporación del último, que se esperaba con ansia, fué frenesí. Yo
di por terminada la lección en ese punto; pero mis discípulos,
presentando una interesante consecuencia, me sugirieron la idea de darle
un término más digno aún de la grandeza que tiene el asunto tratado, en
el orden de las leyes universales. Pocos
días después, cuando habían transcurrido unos minutos de recreo, fuí
sorprendida por la cortés invitación que me hicieron dos alumnos de la
referida clase, Alberto y Ricardo, para que fuera al fondo, donde
jugaban. Me bailaban con aire de contento y de reserva. Se puso uno a cada
lado, y así fuí conducida por ellos de la mano. Nunca
olvidaré lo que vi. Al pie de los escalones de mármol que dan salida a
esa parte del jardín, había una alfombra de hojas caídas, delicadas,
lozanas, intactas, arremolinadas allí por el viento; y a su alrededor una
fila de niños. Me explicaron que cuando la puerta se abrió presentándose
ese cuadro de la Naturaleza, parecido al que yo les había descripto, de
la calle Municipio, por iniciativa del compañero Alberto, todos desviaron
sus pasos para no tocarlo, y que a fin de impedir que los de las otras
clases, ignorando lo que aquello valía, lo pisaran sin consideración,
inmediatamente se distribuyeron centinelas; que después obedecían a
Alberto, por haber sido el iniciador; que mientas la guardia se renovaba,
los demás iban recogiendo hojas con cuidado, formando ramos de a diez que
ponían junto a la pared a una distancia aproximadamente de cincuenta centímetros.
formando ramos de a diez que ponían junto a la pared a vió prolija, una
fila de decenas, fué cuando, de acuerdo con la maestra, que había gozado
inmensamente contemplando aquella preciosa labor, me invitaron para ver.
Mientras yo observaba, tan orgullosa como satisfecha, me dijeron: —Ahora
vamos a formar las centenas amontonando esas decenas de diez en diez, para
tener más lugar y contar más. En
esa tarea, muy entretenidos los sorprendió el momento de dar fin al
recreo. Al retirarse, comprendieron bien, qué poco significan las
centenas, en la contribución que debe recibir la tierra, cada otoño,
para recuperar las energías perdidas en la fecunda labor de la primavera
y del estío. Cuando
volvieron a clase, les dije: —Ustedes me han dado un gran placer; quiero
retribuirlo. Lo hará el lunes. Creo que tendrán ustedes una alegría tan
grande como la que yo he sentido. _____________ Ese
día, a la hora de Conversación, esperaban impacientes mi visita. Cuando
entré, sin dar ninguna explicación, lo que aumentó el interés, repartí
papeles y dicté la siguiente letra, adaptada a la música de una canción
que les era conocida: “Hojas del árbol caídas,” Expliqué
aquí por qué tienen que ir entre comillas esas palabras, agregando que
yo las empleaba expresamente como principio para decir una verdad que no
es triste como la estrofa conocida del poeta. |
Van, llevadas por el viento, Al regazo cariñoso, Siempre pródigo del suelo. Destrozadas como polvo, Antes de ser lo que fueron, Unas lloran en el fango, Otras ríen en el fuego. |
A
medida que escribían, el placer de la interpretación, aumentaba las
demostraciones de contento. Cuando
terminaron, dije: —Aunque
ustedes han comprendido bastante de lo que he dictado, no pueden haberlo
entendido todo. Voy a explicar esa parte final, donde han de ver algún
misterio. ¿
Por qué las hojas quieren ser polvo? ¿ Por qué lloran unas en el fango?
¿ Por qué ríen otras en el fuego? Eso
de llorar reír, es en sentido figurado, naturalmente Vean la razón de
ese sentido Yo
les dije que pisaba con pena las hojas de la calle Municipio; ustedes no
quisieron sufrir pisando ni viendo pisar, las que encontraron en el jardín,
el otro día. Está muy bien eso, porque muestra que somos capaces de
admirar y respetar la belleza; pero el destino dc esas hojas secas, lo
saben, es ir al suelo para que no le falten materiales a la tierra, cuando
haya de renovar su obra, en la primavera. ¿ Cómo podrían volver a ser
hojas tiernas, flores, o frutos, esas hojas secas, si no se convirtieran
en polvo, y disolvieran después de manera que les permita circular por
los canales finísimos que forman el tejido de las ramas, de los nervios? Tienen
que convertirse en polvo, si; y para ello, tienen que ser aplastadas,
deshechas en el sucio barro. Allí, muchos microbios viven felices, de las
sustancias que se forman a medida que se deshacen; unos inofensivos para
nosotros; otros, dañinos. Por
eso, y a fin de que la casa no tenga un aspecto feo, saben ustedes que al
hacerse la limpieza de la Escuela, de tiempo en tiempo se queman las hojas
que la humedad mezcla en la masa del suelo. Como el jueves no funcionan
las clases, ustedes suelen encontrar montones de ceniza, los viernes. —
Entonces, se pierden muchas sustancias que tenían que ir a la tierra?
—observa Irma Elida. No,
nada se pierde, —respondo.—— Las sustancias que van en el humo,
cuando se enfrían, ya les dije el otro día, que más tarde o más
temprano vuelven al suelo. Algunas quedan en el aire; pero esas, desde el
aire donde quedan sin perderse, mantienen a los vegetales, por la
respiración. Mezcladas
en el barro, tristemente para nosotros, e quemadas en la fogata, se
convierten en liquido o en gas para nutrir de nuevo a las plantas. Ahora
que lo entienden bien, lean cinco veces el escrito. Así lo hicieron con
entusiasmo. Se guardaron los papeles; se ensayé el recitado de memoria.
Salió perfectamente. Entonces dije: —Ahora
viene el momento de alegría que les prometí. imagínese cuál seria la
expectativa conque se escucharon estas palabras. ¿ Había de ser superior
a la que ya sentían? —Las hojas caen en estos días
abundantemente. Hoy tenemos las de la noche del sábado y las de todo el día
de ayer, con las de esta mañana. Iremos al jardín. Cada uno recogerá
las que pueda y las llevará al centro del segundo patio lateral. (Estos
patios no tienen árboles más que a un costado). Al recibir orden, formarán
rueda dándose las manos alrededor de la pila; la rueda se convertirá en
arco, abriéndose por el lado que yo indique, según veamos que sopla el
viento; y cuando todo esté dispuesto como digo, prenderemos fuego. Oh!
¡ Cuántas exclamaciones recibí en respuesta! —Advierto
desde ahora — hube de agregar, — que si uno se suelta de la mano, para
salir de la fila, o se mueve para acercarse a la hoguera, volveremos a la
clase inmediatamen te... Cuando se hace algo peligroso, hay que ser muy
prudente. Llovieron las promesas. Hecho
todo como quedé establecido, con más rapidez de lo que puede creerse, el
triste, sucio despojo de lo que días antes nos había encantado, volvió
a ser hermoso, vestido de gala con el resplandor de la llama, Una gritería
salvaje lo saludé. Era demasiado grande el esfuerzo que los niños hadan
por permanecer quietos en los puestos; pero la letra que se había
aprendido en clase, debía cumplir su fin en ese momento. No pensaban en
ella. Recorrí el arco diciendo como en secreto: — prueben cantando
despacio, si la poesía que les dicté, sale bien con la música de
“Baja rodando la nieve”. Si ustedes me dicen que sí, a una seña mía,
la cantarán fuerte y verán entonces ¡qué sorpresa damos a las maestras
y a los otros niños de la escuela! Así, a la vez que dominaban la
tentación de acercarse al peligro, divinizaban el acto con el coro de sus
voces infantiles. Como
pronto recibí la noticia de que sí, que salía perfectamente; de que podía
dar la orden, la di, y aquello fué estupendo. El
resplandor de la hoguera, los gritos y el canto fueron llamando a niños y
maestras de las otras clases, que pronto salieron a buscar sitio para
contemplar el espléndido espectáculo, desde las ventanas de los salones
y de las galerías, o en los rincones del patio, lejos del fuego. Así,
todos, cantando o en silencio, entonaron alguna nota de aquel himno a la
Eternidad. (Págs. 85-97) |
Instituto Normal de Señoritas |
|
En
este edificio se desarrolló el primer tramo de la acción de Enriqueta
Compte. Fue subdirectora del Internato entre 1886 - 89 antes de su beca a
Europa. En 1890 realizó el primer curso de posgrado y especialización
magisterial del país, preparando al personal docente
requerido para su proyecto en los salones del Museo Pedagógico.
El Internato Normal
de Señoritas, primer centro de formación docente del país, fue
inaugurado en 1882 por el Insp. Nal. Don Jacobo Varela, de acuerdo a las
normas previstas en el Decreto-Ley de Educación Común de 1877.
En 1885 se inaugura
el edificio que muestra la fotografía (que pede datarse hacia 1900-1910,
aproximadamente). La construcción de este edificio significó un enorme
adelanto para la educación nacional y en especial para nuestra
Arquitectura Escolar.
Está construído de
acuerdo a las normas y concepciones de esta disciplina, y
conforma, en realizad, un “Complejo integral para la enseñanza”.
Conjuntamente con el edificio de la Escuela Nacional de Artes y Oficios
(Ex UTU, hoy CETP), otro “complejo educacional” también construido en
la época, son hitos importantísimos en la Historia y el progreso de la
enseñanza nacional.
Tanto los arquitectos
encargados de los proyectos, así como varias autoridades, especialmente
J. Varela y Alberto Gómez Ruano (Primer Director del Museo y Biblioteca),
viajaron a asesorarse en
Europa, estudiando y analizando modelos para la obra a realizar.
En
cuanto el edificio que ocupaba el Instituto Normal y sus
“anexos”, contenía el “espacio áulico” y administrativo, sito en
el piso superior (y también las habitaciones de alumnas y personal,
mientras duró el régimen de internado, hasta 1900); el “Museo y
Biblioteca”, (con todos los recursos que se requería para el desarrollo
curricular, o sea el equivalente a un
moderno “C.R.A.”1 en el piso intermedio;
y por último la “Escuela de Aplicación”2,
con ubicación en el piso inferior. Dadas las peculiaridades del terreno,
los accesos, todos a nivel de las calles circundantes, dan hacia Cuareim,
(Entrada del Instituto), Plaza Libertad (Biblioteca y Museo) y Colonia
(Escuela de Aplicación). |
Referencias: |
[1] Centro de Recursos para el Aprendizaje. [2] Escuela de Páctica. En sus comienzos las “Escuelas de Aplicación” de ambos Institutos eran Secciones internas de los mismos, es decir dependientes directamente de sus Directores. |
BIBLIOGRAFÍA COPMTE Y RIQUE, Enriqueta. Estudio
y Trabajo. Imprenta Nacional Colorda. Mdeo., 1933. _Canciones
y juegos de mi escuela. STN. Mdeo, 1933. _Lecciones
de mi escuela. SNT.,Mdeo., 1948. FIGUEREDO, Gladys.
Canciones y juegos de mi
escuela. Enriqueta Compte y Riqué. Breve antología.
Jardín de Infantes N° 222. Pando, 1992. OYENARD, Sylvia. Niños y Jóvenes;
libros y autores. Ed. AULI, Mdeo., 1990. _Uruguay y su poesía infantil. Int. Mpal. De Tacuarembó.,1879. |
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