Documentando los cuadros de Juan Manuel Blanes
La Revista de 1885

por José María Fernández Saldaña

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XVI Nº 775 (Montevideo, 23 de noviembre de 1947)

Ha sido norma constante en mis trabajos de historiador no abandonar los temas cuya particular preferencia certifica la nomina de libros que tengo publicados o se deduce de la lista de los centenares de artículos que han visto luz en diarios y revistas nacionales o extranjeros.

Nadie que tenga sentido cabal del oficio —según pienso— y por distinguidas que sean sus condiciones o sus antecedentes de laboriosidad, puede decir: esto está concluido; sobre este asunto no hay nada que agregar ya.

Esa conformidad, hija casi siempre de una pretendida suficiencia, es fatal. Fatal en cualquiera de las actividades nobles.

La superestimación representa un serio peligro cuyos desastrosos efectos se comprueban sobre todo en faena donde —como en las artes plásticas, por ejemplo— es cuestión capital el ansia de superarse, empleándose a diario en e! trabajo.

Ajustado a tales principios, es natural que nunca haya puesto de lado las investigaciones Blanísticas. iniciadas hace tantos años, y que —permítaseme decirlo— han sido la base indiscutible de los estudios que, posteriormente, ahondados, especializados, interesantes y sagaces dijeron de la existencia y de la labor artística de nuestro gran pintor.

En las páginas de este Suplemento están registrados unos cuantos artículos que pueden considerarse ya sea como capítulos nuevos para una segunda edición de mi libro de 1931, "Juan Manuel Blanes, su vida y sus cuadros", o bien, como acrecimiento y ampliación de los veintiséis que constituyen el primitivo texto de esta obra, totalmente agotada de largo tiempo atrás y de la cual continuo recibiendo frecuentes demandas.

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Hoy le toca el turno al óleo de aventajadas dimensiones que conocemos por “La Revista de 1885", que constituye una de las joyas del Museo Blanes, de La avenida Millan.

Fue este lienzo uno de los últimos grandes lienzos del maestro montevideano incorporado al patrimonio nacional gracias a la iniciativa y empeños de un edil suficientemente capacitado para juzgar de su valor artístico y lo que significaba dentro de la pintura.

No había salido hasta que se sacó la venta en 1928 de la propiedad de los sucesores del Presidente de la República Capitán General Máximo Santos y durante años enteros permaneció en el palacete de la esquina de 18 de Julio y Cuareim —que vino a ocupar luego la Dirección de Instrucción Pública— sustraído a la vista de todos por un tabique de madera que corría paralelo y a poca distancia de la pared de honor que se le destinara.

Poco tiempo pudo deleitarse Santos con la contemplación del óleo de apoteosis.

Se le obsequió el 1* de marzo de 1886, día en que cesaba en sus funciones constitucionales; en noviembre del mismo año, después de renunciar al ejercicio del Poder Ejecutivo —que obtuvo por una artimaña constitucional— partía rumbo a Europa, para no volver más a la patria y morir, extrañado, en Buenos Aires el 19 de mayo de 1889, a los 43 años de edad.

La idea de ofrecer a Santos, costeado por los jefes militares y amigos adictos, un cuadro de mano del pintor del "Juramento de los Treinta y Tres”, se debió al doctor Alberto Nin, hombre inteligente y de vasta cultura a quien ligaban vínculos personales y políticos con el Capitán General.

Ya el Dr. Nin, siendo miembro de la Junta E. Administrativa de la Capital, habia logrado que se le encomendara a Blanes la decoración de la rotonda del Cementerio Central, donde las pinturas del artista italiano Baltasar Verazzi, de 1863, estaban condenadas a una pérdida definitiva irremediable.

Las actas originales levantadas con motivo de la iniciativa del prenombrado ciudadano sirvieron para enterarnos del proceso del trascendental encargo pictórico, ilustrándonos con pormenores interesantes.

Obran en mi poder —harán bien quince años— por diligencia de un buen amigo, conforme poseo también original la lista de los cuestantes del cuadro.

La primera acta lleva fecha 20 de julio de 1885 asentándose en ella que reunidos en el salón de la Jefatura Política y de Policía de Montevideo siendo las siete de la noche los S.S. general Tajes, coronel Olave, comandantes D. José Gómez, Cristy, Tezanos, Casalla, Belinzón, Silveira, Dr. Julio Rodríguez, D. Antonio Carralon, D. Juan Rodríguez, D. Francisco Fernández, D. Enrique Maciel, D. Oscar Ordeñana, D. Manuel Suárez, Dr. Ángel Brian, D. Estanislao Pérez Nieto y D. Eduardo Zorrilla a virtud de una invitación que para el efecto les había sido dirigida por los S.S. comandantes De León, Abreu, Rodríguez (Osvaldo), Amuedo, Ginori y Dr. Nin, también presentes, el acto se declaró abierto, nombrándose en seguida —por aclamación— presidente al Sr. general Tajes.

Concedida la palabra al Dr. Nin para que explicara y ampliara el objeto de la convocatoria, manifestó éste que como se expresaba en la carta circular aludida el objeto se contraía a solicitar su adhesión, al pensamiento de encargar un gran cuadro al artista oriental Sr. Blanes, en el que se representaría al Presidente Santos con su Estado Mayor pasando revista a las tropas de la guarnición. Ese cuadro le seria ofrecido el 1º de marzo próxima (Fecha en que concluía el periodo legal de su presidencia. Nota de F. S.). Añadió que consideraba el propósito tan patriótico como debido al amigo de cuyos actos como funcionario y como hombre todos ellos tenían gratos y elocuentes testimonios y que el lienzo por su significación, su ejecución brillante y sus proporciones sería un monumento pictórico.

A iniciativa del Doctor Alberto Nin pudo el gran pintor ejecutar su notable tela

Aun cuando el artista, dijo pedía diez mil pesos por un trabajo al cual tendría que consagrarse con asiduidad durante loa meses que faltaban hasta marzo, el precio era relativamente exiguo y como los que se asociaran al pensamiento podrían hacerlo por cuotas y dentro de las facultades de cada uno, el propósito seria aún mas llevadero.

Existía ya, un boceto del cuadro que podía verse en el estudio del pintor.

Existía ya, un boceto del cuadro que podía verse en el estudio del pintor.

El Dr. Julio Rodríguez (médico de S.E ) manifestó que no debía ni podía hacerse cuestión de lo que costara el lienzo, porque entendía que tratándose del general Santos, él —y creía que a todos les pasaría lo mismo— tenían íntimos motivos de gratitud y adhesión y, tuviera o no recursos concurriría con lo que le correspondíese; la cuestión —prosiguió— era que la obra fuese digna de la persona a quien iba destinada.

Concedida la palabra a Enrique Maciel, expresó éste que como a su juicio los presentes no eran los únicos amigos del general Santos que simpatizaban con el propósito —y hasta había algunos a quienes había oído lamentarse de que no se les hubiera invitado— no debía aparecer que se hacían exclusiones, admitiéndose la adhesión de todo aquel que lo deseara.

Hablaron luego en el mismo sentido Tajes y el Dr. Brian el cual significó además cuanto elogiaba el pensamiento y el vivo interés con que lo acogía y adhería a el.

En opinión expuesta por el comandante Gómez no debía solicitarse la concurrencia de nadie para lo proyectado, librándosela a la espontánea voluntad de cada uno, a cuyos efectos se abriría un registro por término de un mes.

La moción tuvo andamiento, y después de aceptarse lo proyectado por Maciel, determinóse que el libro de adherentes quedara abierto hasta el próximo 31 de agosto.

En seguida procedióse a designar una Comisión Ejecutora encargada de llevar las ideas a término. Siendo electos (por aclamación también) el general Tajes y los firmantes de la convocatoria, y allí finalizó la reunión.

Al procederse, con la misma fecha, a distribuir los cargos entre los nombrados por los asambleístas, la presidencia le fue dada a Tajes, la vice-presidencia a Pedro De León, la tesorería a Cipriano Abreu y la secretaría al doctor Nin.

La Comisión Ejecutiva quedaba citada para concurrir al día siguiente a las 10 de la mañana, al estudio de Blanes, para ajustar la ejecución del cuadro y examinar el boceto recién concluido.

Nosotros —aunque la citación fue tan restricta— concurriremos a la casa del pinto r en ia calle Soriano, pero sólo dentro de quince días, cuando aparezca la parte final de este artículo.

por José María Fernández Saldaña

 

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XVI Nº 775 (Montevideo, 23 de noviembre de 1947)

Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

Link del texto (pdf): https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/39651

Ver, además:

                     Juan Manuel Blanes en Letras Uruguay

                                                            José María Fernández Saldaña en Letras Uruguay

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