Artigas

La Leyenda del Patriarca

La batalla de «Las Piedras»

El homenaje del pueblo oriental

poema de Ángel Falco

Fragmentos leídos por el autor, Sr. Ángel Falco

 

¡Niños! hermanos míos!
Los que gustáis de cuentos legendarios
Y amáis los prodigiosos extravíos,
Los sueños visionarios!
¡Niños, amados míos!
Los hermanos menores .
En nuestra madre Libertad, uníos
De las manos, juntad vuestros añores
A la vera del lar iluminado!
¡Venid a mí! traedme muchas flores,
Muchas flores... Sentaos a mi lado
Y abrid de par en par sobre la Gloría;
El balcón del ensueño alucinado,
Para que os entre luz en la memoria.
Abrid vuestra alma al viento del pasado,

Porque quiero contaros en ofrenda
Al sol que está en vosotros, una historia

Que parece más bien una leyenda!


¡Ancianos del terruño solariego,
Sobre cuyas cabezas ha caído

La ceniza del fuego
Del recuerdo que aún late en el olvido!
¡Ancianos, padres de la Estirpe mía,
Los que gustáis de la melancolía

Que tiene el vino en las dulces quejas.
Los que sabéis de fábulas lejanas,
De la oculta poesía
Que tiene el alma en las cosas viejas,
Los que tenéis la sien llena de canas
Y los labios repletos de consejas!
Oíd ancianos la leyenda mía;
Ella os podrá traer en sus lejanos

Acentos, la visión esclarecida
Que os poblará de auroras la memoria.
Para vivir conmigo aquella Gloria

Que fue toda la luz de vuestra Vida!
¡Viejos oíd! el canto tiene engaños

Sublimes: es el ala que en asombros

Eleva los delirios más extraños.
¡Oíd, y podréis creer que de los hombros

0s sacasteis el peso de cien años!
                 **********
Y vosotras, mujeres de mi tierra,
Las más bellas del mando,
Las que encendéis el fuego de la guerra

Entre los hombres, al fulgor que encierra

Vuestra mirar profundo;
Mujeres ruiseñores
De mi Patria romántica y sonora,
De mi bosque de ensueños y de amores,
Las que dais la ternura y los enojos,
¡Todo el milagro que la vida enflora!

Mujeres de mis líricos cantares,
Las que en las tristes noches uruguayas

Custodiáis las leyendas tutelares;
Las que encendéis con los fulgores de Eros,

En el silencio de las horas quietas,
El delirio triunfal de los guerreros
Y el ensueño de luz de los poetas!
Escuchad este cuento legendario

En las fiestas pascuales
Que preside el solemne Centenario!


¡Sed las sacras vestales

Del fuego del valor, ante el santuario

En que la Santa Libertad se eleva

En gloriosa ascensión ¡ dadme la prueba

De vuestra fe! iluminad los templos
Y hablad de esta leyenda sin ejemplos

A los nacidos en la Gloria nueva!


¡Jóvenes de la fuerza y del lirismo,
Custodias del Ideal, los de la herencia

Sagrada; los del épico bautismo

Del milagro en la fuente de heroísmo

De nuestra independencia!
Los que sabéis de todos los caminos

Que van al Sol, los que tenéis conciencia
Y fe de vuestros únicos destinos!
¡Jóvenes que guardáis espada al brazo

Vuestra heredad de amor, sobre el regazo

De la Madre de Oriente, en las fatigas

De las horas guerreras,
Frente a todas las furias enemigas,
Frente a todas las ansias extranjeras!
Los que pasáis la Vela de las Armas .
Del Porvenir, en nuestra tierra libre

Prontos a dar las bélicas alarmas.

A todas las bravuras redentoras,
En cuanto el grito de las sombras vibre

Junio al nido Oriental de las auroras!

¡Jóvenes! los valientes y gentiles,
Los que tenéis los músculos viriles

Como templados por la santa ira,
Que vibran en las gestas varoniles
Sin que haya brazo alguno que los tuerza,
Cuando sus nervios el valor estira
Como cuerdas sonantes de una lira
Que canta la epopeya de la fuerza!
¡Jóvenes de mi Raza! los mayores;
Dejad una hora la florida reja
De la Novia, en que estáis cantando amores
En harmoniosa queja
Y escuchad: ¡en mis cantos brota en flores

Todo el milagro de la Patria vieja!
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¡Sentaos á mi vera; daos las manos;

Avivad de las llamas los destellos,
Y oídme bien: era una vez, hermanos,
Un gran guerrero, pero no de aquellos

De los gestos crueles
Que en los tiempos salvajes y lejanos

Florecían en sangre sus laureles.
Este era un héroe cuya noble espada

No fue jamás un hacha de verdugo

Sino que estuvo siempre levantada

Como un rayo de luz de la alborada,
Contra toda tiniebla y todo yugo!
Porque en todo momento, a todas horas

Era su espada santa que tejía

Con las hebras de luz de las auroras

La clámide del día,
El manto de la sacra investidura

En el que augustamente se envolvía

La Libertad; por eso

Siempre su rayo en la tiniebla oscura

De las almas dejó su brillo impreso

Como óleo santo de la Edad Futura.
Cetro su espada fue, antorcha y tea,
En las llamas del Sol siempre encendida;

El aspa ¡de un molino qu>e voltea

Moliendo el rojo grano de la Idea

Que da la harina blanca de la Vida!
La espada forja el Porvenir; no hay nada

Más santo y más glorioso que una espada

Cuando es el regio cetro de victoria

Para la Libertad: ella es sagrada
Cuando es su luz radiante la mirada

Suprema de la Gloria.
Cuando es como la antorcha de Aladino

Que hechiza al genio con su llama custodia
Y es vara de Moisés que abre un camino

Para el Sol en las sombras, y es divino

Espejo milagroso de la Historia
Que se mira más bella en su destino.
La espada deja el rojo surco abierto

Para la siembra de los nuevos soles;
Su brillo hace el miraje en el desierto
Y enflora en sus purpúreos arreboles

Las primaveras épicas del Huerto!

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¡Oh férrea lira mía! tú que has dado

Un compás a las fieras multitudes

Rimando su delirio amotinado,
Hoy ha venido la hora que saludes

La formidable Gloria del Cruzado

De América, que nn día

Acaudilló al gauchaje sublevado

Que quería ser libre, que sabía

Cómo el destino de los pueblos traza

La Libertad con sangre, porque él era

El alma viva de la montonera,
Toda el alma vibrante de la raza!

Artigas fue en su homérica porfía

El noble General de las derrotas

Triunfantes; cada vez que se abatía

Sobre el terruño con las alas rotas,
Su heroísmo invencible se dijera

Que floreciese de más nobles galas

En un prodigio anteano; cual si fuera

Que al golpe luminoso do sus alas

El alma de la Patria resurgiera!
Cada vez que caía aún derrotado

Sabía enamorar a la Victoria.
Porque como era su divino amado,
Lo recogía al sucumbir postrado
En sus brazos magnánimos la Gloria!

Artigas era el bíblico patriarca

De la Estirpe; sus águilas guerreras

No hicieron sólo el nido en la comarca

De las patrias fronteras:
Volaron sobre todas las riberas,
Sobre todos los pueblos igualmente,
Pues fue su Genio que el destino abarca
La paloma del arca
Del Ensueño de América naciente.
Su alma fue el Sol; su soplo dio un latido

Universal, profundo,
Al generoso corazón herido

De la Patria, tan magno que un segundo

Todo el confín de la heredad rebasa

Para poner en movimiento al mundo

Con los grandes desbordes de la Raza!


Tan alto en su caballo parecía

Que alcanzar pudo con su frente el cielo,

Tanto que el mismo sol resplandecía

Sobre su sien, entre el nocturno duelo,

Mientras su poncho al aire se diría

Un huracán de cóndores en vuelo!


Adoraba la gente campesina
Con un culto romántico a ese hombre,
Con una adoración casi divina,
Exaltada al fervor de su renombre;
Las mujeres le daban sus cariños
Y en el sueño sonámbulo los niños

Pronunciaban su nombre!
Los montes patrios, los nativos ríos,
De verlo siempre en el bregar lo amaban
Y sabían sus ímpetus bravíos
Y en las horas de heroicos extravíos

Al clamor de su voz se amotinaban!

 

Todo era el reino de sus sueños grandes,

Toda la inmensidad que se dilata

Desde el lejano trópico hasta el Plata,

Desde el inmenso mar hasta los Andes!
Las selvas y los montes,
Las cumbres y los llanos,
Se agrandaban de nuevos horizontes

Al pasar sus delirios sobrehumanos!

Todos los nobles y altos desvaríos,
Todos por Él, se hicieron insurgentes:

Los montaraces gauchos de Entre Ríos,

Las indígenas lanzas de Corrientes,
El ardor de la fe santafecina,
Los heroísmos indios de Misiones
Y las mismas patrióticas visiones

De la sabia ciudad salamanquina!
Todos eran con Él, los federales

En las floridas márgenes platenses

Del viejo virreinato, los leales

Paisanos de los llanos riograndenses
Y las libres pujanzas orientales!
Todos eran con Él, las santas Ligas

Del Derecho, las épicas audacias,
Porque ellas bien sabían cómo Artigas

Encarnaba las nuevas Democracias
En las tierras del Sol; porque no en vano

Su grito, un nuevo y libre acorde estampa,

En el hondo concierto americano,
Él era todo el ímpetu del llano

Insurgente, era el trueno de la Pampa!

                 **********
¡Su espíritu gigante se extendía

Desde el océano insomne a la frontera

De Chile; y á la agreste toldería
Y á las montañas de la cordillera.
Él era el rey de toda la comarca

De las gentes indómitas! Él era
El anciano patriarca
De los pueblos libertos; el caudillo
De toda la bravura montonera.
El gauchaje seguía su bandera

Donde el indiano Sol puso su brillo.

Con él estaban Güemes y Sotelo
Y Ramírez y López y Andresillo.

Contra él estaba el reaccionario anhelo

De los odios monárquicos, la hispana

Conspiración, los vigilantes sueños
Del Brasil, la codicia lusitana
Y la sorda ambición de los porteños;

Todos los odios, todos los empeños

Contrarios a la fe republicana!

                 **********
Su formidable grito
De Libertad, en el Destino oscuro,
Resonó hasta las moles de granito
Y atrajo con la voz de su conjuro

Una ronda de auroras del Futuro

Para llenar de luz el Infinito!
No tuvieron sus sueños la fortuna

De tener a Los Andes

A manera de olímpica tribuna,
Para hechizar el Sol y ser más grandes.
Pero su voz lejana
Suena más honda cuanto más se aleja
Y aún más ha de vibrar cuando mañana,

Rotos los moldes de la Patria vieja

Formen el cielo de la Estirpe indiana,

Cuando junto a su Sol veinte naciones

Formen en haz con sus constelaciones,
La gran Federación Americana!
¡Ah, no es sólo una Patria la que canta

Un himno al viejo precursor: un coro

Que de todos los pueblos se Levanta

Dice el salmo sonoro

A la grandeza de su gloria santa!
Son varias las naciones
Que entonan la canción alborozada;
Son las cinco Provincias, las Misiones,

Todas las hijas de la Pampa, aquellas

Que libertó su espada,
Rompiendo el Inca Sol en cien estrellas,

Para que fuese cada una de ellas

Un sol en plena fiesta de alborada!

                 **********
Era el silencio inmenso

De la opresión; era el silencio inerte

Sobre el suelo de América suspenso

Como un sueño de Muerte;
De pronto fue un clamor; era el pampero

Que en la solemne calma prisionero,
Con el empuje de sus alas grandes,
Rompía los silencios colombianos
Y amotinaba el ansia de los llanos
Y estrellaba su voz contra los Andes!
Hubo un asombro de estupores lleno

En las tierras del Sol; la voz de Mayo

Quebró el silencio en el azul sereno
Y un gran fragor le contestó que el trueno

Siempre sigue al relámpago del rayo!

Hubo entonces que un grito

Desde el campo uruguayo

Prolongó su clamor al infinito.
La voz de Mayo fue clamando Vida
Y al fragor de la Pampa conmovida,

Cuyo estruendo llenó toda la Historia,
Y despertó a la América dormida

De su lecho de sombras y de yedras,
Le contestó el gran trueno de la Gloria:

¡La carga de los libres en Las Piedras! 

¡Ah, bien pudo decirse aquella hora
Que un vuelo inmenso de aves libres era

El poncho del Blandengue, onduladora

Ala de Libertad, roja bandera

Del gauchaje insurgente; parecía

Que en las chuzas indígenas viniera

Un reflejo de albor, porque ese día

Sobre las lanzas de la montonera

La sangre en albas rojas florecía!


Por la fe del Patriarca y la grandeza

De su Numen, por toda su locura

Vidente, el Uruguay es la cabeza
Y el corazón de América futura!
Porque sólo el empuje de la audacia

De la raza de Oriente
Salvó la americana democracia

En la tierra charrúa, renaciente

Cuna del Sol, en esta tierra mía

Que siempre supo hablar familiarmente

Con el Prodigio; bosque de poesía

Donde todas las alas hacen nido;
En esta Patria de la Valentía,
Que dice al Porvenir su prometido;
Porque cada segundo de su historia

Bien pudiera decirse que ha vivido

En estado de gracia de la Gloria!


poema de Ángel Falco

del libro "El Centenario de la Batalla de las Piedras" 1811 - 1911

Homenaje popular a la memoria del Precursor

Imprenta "El Siglo Ilustrado"

Calle San José 105 Montevideo, 1912

Gentileza de los Fondos de la Biblioteca Nacional de España

 

Ver, además:

 

              José Gervasio Artigas en Letras Uruguay

 

                                                        Ángel Falco en Letras Uruguay

 

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

Email: echinope@gmail.com

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