En aquella calle de arrabal
poema de Líber Falco

En aquella calle de arrabal
la tarde era una abeja
libando alegremente en su corazón.
Era bueno, hacía bien, aquel paisaje

de casas recostadas, o emergiendo

de una gran cortina de cielo almibarado.
Pero le acometió el deseo de morir.

Oscuramente morir. O ya como un gigante,

desmesuradamente morir.
Abatiéndose sobre la ciudad,

quiso morir.

Alguien dijo de él: Es un pobre muerto,

que le teme a la muerte.
Y al sentirse nombrado

pudo decir apenas, dijo

Si pudiera decir, diría
cómo los niños vienen
con un destino de otro tiempo.
Cómo su risa es risa, y hasta dónde,

su ignorancia, es sabiduría.
Cómo al descubrir la muerte, mueren

y ya definitivamente, ya, sus ojos y dientes

comienzan a crecer junto a las horas.

Y niño y hombre y muerto

sintió que odiaba la verdad

de su humana medida.
Y quiso morir; el muerto.