Se vela a un muerto |
El zaguán y dos ventanas abren tres franjas de luz con las que pudiera hacerse triste, deleznable cruz. Este velorio en el pueblo es el último bastión de vida. A un paso del alba, lejos, suena una canción. Las calles muertas de miedo. Dan las 2 y viene a ser con su luces el velorio faro en el amanecer de antaño pueblo ilusorio Quien va por la calle piensa en la fragante emoción de las chicas que sonríen ante el fúnebre cajón. Y allá, al doblar una esquina yendo hacia la madrugada el muerto nos dice: toma mi alma, y tenla, bien guardada. |
Juan
Estevan Fagetti
El País Cultural Nº 248
5 de agosto de 1994
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