El hombre de los ocios líricos |
Dulce conformidad de la treintena... Rostro aniñado y bello, y un silbido rondador por las calles siempre solas. Tan poca cosa, y ¡qué feliz, Dios mío! De gorra humilde; mujeriego siempre. Todo desgalichado, misterioso. Peleador sin rival. Trompo en la danza. Danza a la moda con el vals del cosmos. La vecindad augusta no le arredra de la nieve que abisma los collados. Nada de nada, al fin. O el premio sólo de una luz en el dombo ilimitado. Flor en la landa; canto entre las ocas. Paradojal en sumo grado; y sueña en la verdad más dulce: en la mala que peca... por amar demasiado algunos versos. |
Juan
Estevan Fagetti
El País Cultural Nº 248
5 de agosto de 1994
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