Bueno, si yo pintara
si pudiera instalar algo como una tela enorme y limpia enfrente mío.
Si acostumbrara, si la mano accediera
una cierta mañana transformaría un pincel simplemente adquirido
en un activo y joven grito como una planta innovadora.
Será una tela grande, amplia pero cercana y transportable
a la inmensa medida moderada
de este hombre que soy y los que somos.
El bermellón, salvaje como un canto recién amanecido,
entrañable y primario como un cielo de mito
inundará la superficie virgen.
Esto es muy relativo, porque pensándolo bien se agruparía
-el bermellón nombrado- cerca o en relación de un verde vertical
agolpándose ambos en su ríspida, improvisa textura
junción fresca y llamante como una afirmación definitiva.
Y el amarillo alcanza, provocativo, al blanco
ingenuos y egocéntricos como niños
que saben y que afirman la infancia verdadera.
Ahorro colores, matices y grafismos.
Pero no niego que alejaría el azul engañoso
de mi tela pintada a brocha grande
evitando asimismo toda gota de gris, de negro repudiado
y aún del rosa y su pálida estirpe,
Si pudiera pintar una mañana
despertar una tela alegremente con mi signo de amor
erecto y dócil
necesariamente reservaría estos colores últimamente mencionados
para el atardecer, para la noche que administro
con el cierto dolor de padecerlos
en el lento se va de este destino.
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