Mañana

Bueno, si yo pintara
si pudiera instalar algo como una tela enorme y limpia enfrente mío.
Si acostumbrara, si la mano accediera
una cierta mañana transformaría un pincel simplemente adquirido
en un activo y joven grito como una planta innovadora.
Será una tela grande, amplia pero cercana y transportable
a la inmensa medida moderada
de este hombre que soy y los que somos.
El bermellón, salvaje como un canto recién amanecido,
entrañable y primario como un cielo de mito
inundará la superficie virgen.

Esto es muy relativo, porque pensándolo bien se agruparía
-el bermellón nombrado- cerca o en relación de un verde vertical
agolpándose ambos en su ríspida, improvisa textura
junción fresca y llamante como una afirmación definitiva.

Y el amarillo alcanza, provocativo, al blanco
ingenuos y egocéntricos como niños
que saben y que afirman la infancia verdadera.

Ahorro colores, matices y grafismos.

Pero no niego que alejaría el azul engañoso
de mi tela pintada a brocha grande
evitando asimismo toda gota de gris, de negro repudiado
y aún del rosa y su pálida estirpe,

Si pudiera pintar una mañana
despertar una tela alegremente con mi signo de amor
erecto y dócil
necesariamente reservaría estos colores últimamente mencionados
para el atardecer, para la noche que administro
con el cierto dolor de padecerlos
en el lento se va de este destino.

Rolando Faget
El muro de los descansos
Ediciones de la balanza
Montevideo, junio 1976

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