Fatuo |
Su esposa aparentaba quererlo y su perro simulaba moverle el rabo; mientras, un apócrifo pájaro trinaba tras la ventana y el ilegítimo pez daba vueltas en la artificiosa pecera. Almorzó un supuesto filete de vaca, bebiendo la sangre de unas falsas naranjas (una mosca imaginaria se posó en el borde del ilusorio plato de porcelana). Recorrió las quiméricas habitaciones de su aparente casa y fingió sentarse en su inexistente sillón predilecto; un incierto control remoto se hospedó en su mecánica mano. Desde la automática voluntad, encendió el brillo fatuo de su dudoso televisor; allí, bajo la tutela autenticada de un mundo existente, un hombre verdadero, envestido de propiedad, le habló cruelmente del mundo real. |
Andrés Echevarría
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