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Viaje de los dos habitantes de Sirio y de Saturno
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Estaban nuestros dos filósofos prontos para
embarcarse en la atmósfera de Saturno con una abundante provisión de
instrumentos matemáticos, cuando la amante del saturniano, enterada de la
noticia, vino llorando a hacerle sus reproches. Era una hermosa morenita
que sólo medía seiscientas sesenta toesas[16], pero que compensaba con otros encantos la escasez
de su talla. "¡Ah, cruel, gritó, después de haberte resistido mil
quinientos años, cuando al fin empezaba a rendirme, cuando he pasado
apenas cien años en tus brazos, me dejas para salir de viaje con un
gigante de otro mundo; ve, no eres más que un inconstante, jamás has
sentido amor; si fueras un verdadero saturniano, serías fiel. ¿Adónde
corres? ,¿Qué quieres? Nuestras cinco lunas son menos vagabundas que tú,
nuestro anillo es menos cambiante. No tiene remedio, nunca más amaré a
nadie". El filósofo la besó y lloró con ella, filosóficamente;
ella entonces, estupefacta ante su frescura, fue a consolarse con un
jovenzuelo del lugar.
Mientras tanto, nuestros dos aventureros partieron;
saltaron primero sobre el anillo, que encontraron bastante plano, tal como
lo había calculado un ilustre habitante de nuestro globo[17]; y fueron desde allí, de luna en luna. Un cometa
pasó muy cerca de la última; se lanzaron sobre él, con sus sirvientes y
sus instrumentos. Cuando hubieron recorrido alrededor de ciento cincuenta
millones de leguas, se encontraron con los satélites de Júpiter. En Júpiter
mismo permanecieron un año, durante el cual conocieron sabrosos secretos
que se hubieran publicado de no ser por los inquisidores, que encontraron
algunas afirmaciones un tanto duras. Pero yo he leído el manuscrito en la
biblioteca del ilustre arzobispo de..., que me ha dejado verlo con una
generosidad y una bondad que no sabría cómo elogiar.
Pero volvamos a nuestros viajeros. Saliendo de Júpiter,
atravesaron un espacio de aproximadamente cien millones de leguas,
bordearon el planeta Marte, que, como se sabe, es cinco veces más pequeño
que nuestro pequeño globo; y descubrieron dos lunas que sirven a este
planeta y que han escapado a las miradas de nuestros astrónomos. Sé que
el padre Castel[18] escribirá, incluso sarcásticamente, contra la
existencia de estas dos lunas; pero yo me dirijo a los que razonan por
analogía. Estos buenos filósofos saben que es difícil que Marte, muy
alejado del sol, pueda pasarse con menos de dos lunas.
Nuestros amigos vieron tan pequeño el lugar, que temieron no encontrar cómo acostarse y siguieron su camino, como dos viajeros que desdeñan un mal albergue de pueblo y siguen hasta la ciudad vecina. Pero el siriano y su compañero se arrepintieron pronto. Anduvieron largo tiempo sin encontrar nada. Finalmente, advirtieron un pequeño resplandor: era la Tierra, poca cosa para quienes venían de Júpiter. No obstante, ante el temor de tener que arrepentirse una segunda vez, resolvieron desembarcar. Marcharon sobre la cola del cometa, y, encontrando una aurora boreal pronta, se metieron en ella y llegaron a la tierra sobre la costa septentrional del mar Báltico, el cinco de julio de mil setecientos treinta y siete, nuevo estilo.[19]
[16] Y no mil, como la generalidad de los saturnianos
(ver nota ocho). [17] Se refiere al astrónomo Huyghens. [18] Era un jesuita, inventor de un '"clavecín
oculaire", considerado por Voltaire un charlatán. [19] Nuevo estilo: es decir, comenzando el año el primero de enero y no en las Pascuas.
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Micromegas
Voltaire
Comentado
y anotado por Raúl Blengio Brito
Ediciones de la Casa del estudiante
Autorizado
por la Flia. de Raúl Blengio Brito
Digitalizado por Carlos Echinope Arce - editor de Letras-Uruguay
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