Romper diques contenidos en el alma;
mientras la sangre bulle en las venas.
Sentir como las aguas de un río torrentoso,
desbordan de su cauce y arrasan, arrasan.
Sentir la libertad que escapa por los poros,
de sentirnos libres y plenos para amar;
en tanto el corazón va repitiendo:
te quiero...te quiero...te quiero.
Porque que es el amor, sino libre albedrío;
que en un crepúsculo de carmín y oro,
un ave, con destellos de luz en sus alas,
penetra por la ventana y en el hogar,
donde rojizas brasas crepitan,
se acurruca a su abrigo, sintiendo un calor,
que hace revivir su pletórica pasión;
dejada en los confines de una ilusión.
Sumergirse en los mares tempestuosos,
sintiendo un misterio hecho hechizo,
que se apodera del corazón enardecido.
Esa ave iluminada, se queda y anida,
muy adentro, con ramas de cariño,
amor, embeleso, embrujo, fuego;
mientras en un susurro se escucha;
te quiero...te quiero...te quiero.
Sentir el fuego helado transformarse
en torrente abrasador que todo arrolla.
Tender al sol las mejores telas,
con trama de palabras y de ideas.
Escribir un lujoso tejido de frases.
Escuchar una melodía muy hermosa,
que con música y ritmo va repitiendo:
te quiero...te quiero...te quiero. |