Literatura femenina vs. el todo ensayo de Samuel Pérez Sánchez
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Las mujeres, a lo largo de la historia, han sido discriminadas, ocultadas, utilizadas, ridiculizadas y un largo etcétera de términos que se alejan mucho de ser positivos. Ellas estaban destinadas —y espero que llegue el momento en que hablemos en pasado de verdad— a ser las dueñas del hogar, servir a sus maridos, educar a los hijos..., quedándose alejadas de todos los ámbitos laborales y, obviamente, de las bellas artes, porque los hombres lo dominaban todo. Absolutamente todo. Pero eso no evitaba que ellas tuviesen las mismas ganas e inquietudes que ellos de escribir, pintar o componer música. Y ahora esas artistas se están dando a conocer. Siempre las ha habido, pero ahora se reconocen. Hablan de feminismo, de diferencias sociales, de represión, de libertad sexual, de su propia realidad. ¿Alguien dudaría de que cada persona, sea hombre o mujer, no iba a escribir, pintar o componer sobre su propia realidad? Siempre se ha entendido que ambos sexos son diferentes. Y en cierto modo lo son. Si se estudia biológicamente queda claro y si se estudia socialmente también, aunque lo primero sea natural y lo segundo no tanto. Pero ¿son nuestras capacidades artísticas diferentes? ¿Un hombre no puede llegar a la capacidad de una mujer o viceversa? ¿Hay diferencias reales y constatables entre ambos? En las siguientes líneas vamos a estudiar el fenómeno actual de «literatura femenina», sobre si hay diferencia en la escritura de un hombre y una mujer, y sobre el camino que creo que debería llevar la literatura. La literatura femenina es toda aquella literatura escrita por mujeres y destinada a ellas. Actualmente, en cualquier librería encontramos este tipo de libros, lo que nos lleva a pensar si se trata de una estrategia de marketing o si es un fenómeno que va más allá. Lo más coherente es ir al origen, estudiarlo, saber en qué momento surgió esta distinción y por qué. A finales de los años 90, ya se hablaba de este género, pues hubo un gran auge de escritoras con gran éxito. Como confirman los datos, «el porcentaje de lectoras era entonces (y continúa siendo) superior al de lectores (actualmente un 62,4% de mujeres frente a un 53,5% de hombres)», según la Federación de Editores de España (2014). Las editoriales se valieron de ellas y sus libros se convirtieron en bestsellers por todo el mundo, llevándose muchas de sus obras a la gran pantalla. Si citamos a algunas de estas autoras no podemos olvidarnos de Stephenie Meyer (saga Crepúsculo) o María Dueñas, entre otras muchas. Por ejemplo, la saga Cincuenta sombras de Grey, de E. L. James, es consideraba literatura femenina (aunque de primeras el nombre de la autora no nos remita a una mujer). Estos libros están escritos y destinados hacia las mujeres. Además, si vemos a un hombre leyéndolo nos impacta, nos resulta raro y fuera de lugar. Ahí encontramos el problema: en la sociedad ya está adherida la distinción entre literatura para hombres y literatura para mujeres. Pero, realmente, ¿esta división es beneficiosa para alguno de los sexos? ¿Es tan diferente la literatura escrita por mujeres y la escrita por hombres? Este debate da miedo. Y eso es un hecho. Sin embargo, muchos escritores y escritoras rechazan esta división. Por ejemplo, Almudena Grandes: «Me gustaría aclarar, de una vez por todas, que —al igual que no reconozco una literatura de autores madrileños, una literatura de autores altos o una literatura de autores con el pelo negro, categorías que, de momento, nunca me han amenazado, [...] creo que no existe en absoluto ninguna clase de literatura femenina» (1996: 16). También, en una postura muy parecida a Almudena Grandes, se ha pronunciado Rosa Montero: «No es así. Todos, escritoras o escritores, hablamos sobre el género humano» (2000). Pero, de la misma manera, hay autoras que defienden una postura completamente opuesta, como es el caso de Lucía Etxebarria: «Yo, sin embargo, creo que el sexo del autor (como su religión, su raza o su opción sexual) condiciona sus escritos, porque la literatura a la postre no es sino un modo de universalizar la experiencia, de convertirla en trascendente. Nos acercamos a los libros [...] con la esperanza de ver reflejadas nuestras experiencias específicas y encontrar modelos a partir de los cuales afirmarnos en nuestra identidad» (2000: 111). Sin embargo, no estamos hablando de literatura feminista, que es la que trata temas referentes a este movimiento, independientemente del sexo del autor o autora. La feminista habla de la igualdad en la literatura y se basan en esto para crear textos con personajes novedosos y originales. Volviendo a los datos, se establece que la literatura feminista, incluyendo la femenina, sigue siendo minoritaria: «supone solo un 25% de los libros que se publican y las escritoras apenas tienen presencia en los libros de texto (un 12%) ni reconocimiento en los premios (un 19% frente al 81% de hombres galardonados, menos todavía en los institucionales)», según un estudio de la iniciativa Leamos Autoras (2014). Una cosa es indudable, y es que ellas han escrito y lo seguirán haciendo — desgraciadamente— sobre su realidad, sobre la discriminación vivida, algo que los hombres no han vivido por el simple hecho de nacer hombres. Cada uno, independientemente de sexos, habla sobre su realidad, sobre sus gustos, sobre lo que les apetece. Pero hablamos sobre la temática, no sobre el estilo. Y está claro que hombres y mujeres no entienden la realidad de la misma manera. Pero como tampoco lo hacen dos amigas, ni dos amigos. Cada persona es independiente y tiene una forma de expresarse diferente a la del vecino. Quizá en un momento donde la literatura escrita por mujeres estaba oculta, censurada y menospreciada, sí que interesaba este movimiento. Cuando no se permitía que las mujeres escribieran era una forma de rebelión, de denuncia, en cierta manera de desahogo. Pero, en la actualidad, ¿esta distinción le concede su lugar o la menosprecia alejándola del corpus literario? Dentro del corpus, los géneros literarios diferencian las obras por su temática. Encontramos literatura romántica, de misterio, de intriga, contemporánea, histórica... Incluso hay distinciones por edades: literatura infantil, juvenil, adulta... Pero si diferenciamos entre literatura escrita por hombres y escrita por mujeres es porque el sexo del autor influye en el estilo y en la temática. Y es una pena porque, por mucho que se proteste y debata, sus obras estarán siempre sometidas al criterio del género. Una criba que, realmente, no comprendo en su totalidad. Carmen María Matías López y Philippe Campillo se atrevieron en la revista Espéculo, de la Universidad Complutense de Madrid, a definir el estilo de ambas literaturas. Decían: Los escritos femeninos poseen un tratamiento particular del tiempo y de la acción; las escritoras prefieren también hacer referencia a la vida centrándose en lo más ínfimo, en lo cotidiano, recurriendo a todos los niveles de la lengua. La lengua se convierte así en un instrumento de liberación. La literatura femenina se considera ante todo como una literatura de los sentidos. Esta forma de escritura se remite a las sensaciones, a las emociones, lírica y llena de incertidumbre. [...] Los analistas describen a las escritoras como más cercanas al mundo de las sensaciones, de las emociones, como menos rigurosas en el tratamiento de la acción y de las ideas que los escritores (Matías López & Campillo, 2009). Mientras que la literatura de los hombres la definían tal que así: «El estilo del escritor es más directo, conciso y menos lírico» (Matías López & Campillo, 2009). En su artículo no veo más que roles de género impuestos, que contaminan la sociedad de manera excesivamente peligrosa. Prohíben a los hombres sentir y a las mujeres ser fuertes. Eso por lo que estamos luchando todos, ya que con estas opiniones el feminismo se viene abajo. Muchos pensarán que esta dualidad de literaturas es necesaria y hasta beneficiosa, pero, citando a Sherry Ortner, debemos recordar que «dado que la cultura patriarcal controla y trasciende la naturaleza, fabrica con facilidad la idea de que es «natural» que la mujer, en virtud de su asociación con la naturaleza deba ser también controlada y constreñida» (Ortner, 1974). ¿Estamos asistiendo, de nuevo, a un control de lo femenino? ¿De nuevo se menosprecia? Aprendamos de nuestros errores y sepamos, de una vez por todas, que todos somos personas y que el género no importa nada en nuestras relaciones personales, sociales y laborales. Las mujeres, normalmente, escriben poesía y obras románticas. En la actualidad la literatura femenina está plagada de libros eróticos, pero encontraremos pocos de aventuras y fantásticos. Eso es trabajo para los hombres. Ellos describen a protagonistas heroicos, argumentos rápidos y peligrosos. Y ahí volvemos a encontrar los roles de género y lo peligrosos que son, ya que son una manera de discriminación y represión sentimental. A los niños, cuando son pequeños, se les piropea diciéndoles lo fuertes que son, mientras que a las niñas se les dice que son unas princesitas preciosas. Para unos la dureza y para otras la sensibilidad y sensualidad. Estos roles no solo se aprecian en la literatura. En cualquier tienda de ropa se perciben en los lemas de las camisetas, en los colores y hasta en las formas de las prendas. El problema no está ni en los autores ni en los propios lectores. El problema está en la educación que hemos recibido desde pequeños, generación tras generación. Si nos enseñan que los hombres son masculinos y las mujeres femeninas no tenemos por qué cuestionarlo. Hasta ahora. Tenemos estigmas a la hora de leer un autor u otro. De la misma manera tenemos estigmas a la hora de leer a una mujer o a un hombre. ¿Una mujer hablando sobre la Guerra Civil española? ¿Un hombre hablando sobre un embarazo y un parto? Tenemos que cambiar desde lo individual para, más tarde, llegar a un cambio social y obviar el sexo. Si desde un principio de la humanidad no se hubiese diferenciado entre hombres y mujeres, estas líneas no estarían escritas. En la actualidad, uno de los libros más vendidos de toda la historia es la saga Harry Potter, escrito por J. K. Rowling. ¿No suenan raro esas siglas? Sí, efectivamente. En los años noventa ella no se atrevió a firmar con su nombre real; la editorial tampoco lo quiso, ya que temió que los lectores no comprasen libros de aventuras escritos por una mujer. La editorial Bloomsbury pidió a la autora usar dos siglas en vez de su nombre real: Joanne Rowling. Como no tiene dos nombres usó la K en honor de su abuela llamada Kathleen. Es más, ella sigue firmando siempre con seudónimo, hasta después de finalizar con la saga del joven mago, y ninguno de esos nombres es femenino: J. K. Rowling, Newt Scamander, Kennilworthy Whisp y Robert Galbraith. Podemos llegar a entender que la autora se ponga un seudónimo, ya que no es un caso aislado (y más si es la propia editorial la que lo pide). A lo largo de la historia hemos encontrado casos como las hermanas Bronte, George Eliot o Fernán Caballero, entre otras muchas. Pero, después de publicar Harry Potter y conseguir una gran fama, ¿es necesario seguir publicando con seudónimos? Recogemos, textualmente, lo que J.K, Rowling opina: «Quería que se tratara simplemente de escritura, no estaba tratando de engañar a nadie, y esperaba poder sacar tres libros como Robert antes de que nadie lo supiera» (Agencia EFE, 2017). Como hemos dicho anteriormente, es una pena que los libros de ellas estén sometidos a un estudio de género, en vez de a uno literario. Ella asegura que no buscaba engañar a nadie al escribir con otro nombre; solo quería escribir y esa era la opción (parece que estemos hablando del siglo XVIII, pero lo hacemos sobre los años 90 del siglo XX). Judith Butler, autora y precursora en el estudio de las teorías queer y emblema de los estudios de género, dijo en su obra clave El género en disputa: «Género se utiliza aquí en singular porque realmente no hay dos géneros. Únicamente hay uno: el femenino, pues el «masculino» no es un género. Porque lo masculino no es masculino, sino lo general» (2017: 69). Y por estas cuestiones considero que este enfrentamiento entre literaturas solo fastidia y ensucia el valor de la literatura. Tanto la escrita por mujeres, como la escrita por hombres. Si no puedes con tu enemigo, únete a él, o eso dice el refranero español. Pero tampoco podemos olvidarnos que el género es una construcción social y la primera en decirlo fue Simone de Beauvoir. No somos como somos naturalmente. Todo influye en nosotros y es visible en todos los roles de género que hemos citado anteriormente. Me encantaría que la literatura, en un futuro cercano, lleve otro camino. Olvidemos el género del autor, que no nos importe si es un hombre, una mujer o no se considere ninguno de ellos. Retratar personas con sentimientos y con fuerza, con amor y dolor, independientemente de su género. Describir a personajes diferentes, olvidados por la historia. Apartados por todos y no retratados hasta ahora. Llevarlo todo hasta el límite. Versos sin género como los de Lorca, prosa en segunda persona con nombres andróginos. Hablar sobre las minorías. Sobre la libertad sexual. Retratar la realidad —como hasta ahora no se ha hecho— que ha estado oculta. Airearlo todo. Todo. Absolutamente todo. Es el único camino del avance, del progreso. Y aunque parezca mentira, vamos por buen camino. Bibliografía Butler, Judith, El género en disputa, Barcelona, Paidós, 2017. Agencia EFE, «Entrevista con J. K. Rowling», Tendencias (2917); <https://expansion.mx/tendencias/2017/08/22/jk-rowling-explica-por-que-uso-el-pseudonimo-de-galbraith-para-escribir > [consulta: 1 de abril de 2019]. Etxebarria, Lucía, La letra futura, Barcelona, Destino, 2000. Grandes, Almudena, Modelos de mujer, Barcelona, Tusquets, 1996. Matías López, Carmen y Philippe Campillo, «¿Puede hablarse realmente de escriturea femenina?», Espéculo, 42 (2009); <https://webs.ucm.es/info/especulo/numero42 /escfeme.html> [consulta: 1 de abril de 2019]. Montero, Rosa, El cuento es como asomarse a una ventana y la novela como caminar por el paisaje, entrevista de Pedro Escribano, Espéculo, 14 (2000); https: //webs. ucm .es/info/especulo/ numero 14/rmontero. html [consulta: 1 de abril de 2019]. Ortner, Sherry B., «Is female to made as nature is to culture?», en M. Z. Rosaldo y L. Lamphere (eds.), Woman, culture, and society, Stanford, CA, Stanford University Press, 1974, pp. 68-87. |
ensayo de Samuel Pérez Sánchez
Publicado, originalmente, en revista Vírgula. Revista del Grado en Español: Lengua y Literaturas, Nº. 1, 2019, págs. 33-34
Vírgula es una revista digital, de vocación humanista y contenido misceláneo, llevada a cabo por estudiantes del Grado en Español: Lengua y Literaturas (Universidad de Alicante)
Link del Nº. 1 (pdf) https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/92415/3/Virgula_01.pdf
Editado por el editor de Letras Uruguay
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