El crucificado |
Con
mi zurda estoy sosteniendo el brazo izquierdo del chabón este. El
“barba” que lo carga de las axilas no aparenta tener fuerzas ni para
soplar el shofar[1]y
me parece que, en cualquier
momento se le zafa y el finado se
viene al suelo, pues el que lo agarró de las piernas tiene cara de gil y
no le noto el ánimo suficiente. Para colmo, calza unos coturnos[2]
para aparentar más alto y presiento que va a perder el equilibrio. La
mina que se sostiene del pelado ya se la ve venir, - igual que yo -. A la
que está a mi derecha la tengo remanyada, se llama Magdalena y se agarra
la cabeza, pues la otra, la que está en el suelo, se acaba de desmayar y
creo que se lesionó la cadera. Los que intentan levantarla, parecen
abstraídos en otra cosa y todo se asemeja a un cuadro tragicómico, pues
al finado nadie le da bola. Y
yo como un mirlo, parado aquí, en esta escalerita enclenque de travesaños
finitos, en cuanto se quiebre uno, me mato de un porrazo. Menos mal que lo
colgaron bajo y la distancia es poca. Lo
que me gustaría saber es, quién fue el tipo que hizo esta cruz. Es una
chambonada. El travesaño es corto y lo tuvieron que crucificar con los
brazos encogidos. ¡Pobre flaco, qué azotaina que le dieron!. ¡Y qué
garrón se comió con esa corona de espinas, aunque me batieron que se la
hizo colocar Pilato[3],
irónicamente, coronándolo como el rey de los judíos!. ¿Tanto bardo
habrá hecho? Dentro
de todo, el punto tuvo suerte, para que no sufriera, Longinius[4]-
un soldado romano que yo lo tengo junado -,le clavó una lanza en el
costado derecho, a la altura de las costillas, si no, todavía estaría
agonizando. Y lo que digo no es ninguna gilada, yo laburo acá, en este
sitio, haciendo esto todos los días y veo cada cosa... ¡Menos
mal que soy goy[5] El
cielo se puso fulero y refrescó de lo lindo. En cuanto termine de bajarlo
me rajo hasta la Calle
de la Abundancia y me tomo un vaso de vino bien caliente con
canela y lo acompaño con un trozo de queso de Cumas
y un cacho de pan ázimo. Al
chabón este, parece que lo amasijaron por que se la pasaba chamullando en
contra de los romanos, ¡y claro!, el prefecto Poncio
Pilato - que no se la banca -, le
cortó el rostro y lo hizo
crucificar como a un chorro cualquiera. Capaz que era Dios, nomás; aunque
mi viejo siempre dice que los pueblos “hacen” dioses cuando los
necesitan.
Dicen
que hacía milagros. Si es cierto que con un pan y un pescado le dio de
morfar a un toco de gente, realmente, hacía más magia que mi señora en
mi casa con el denario[6]
que me garpan diariamente. También dicen que cruzó el río Jordán a
pie, ¡También, no es para menos, con lo caro que cobra el viejo ese del
bote!. ¡Menos
mal que estamos en tebet[7],
casi siempre, a fin de año, me tiran una propina!. Mejor dejo de pensar,
apenas sé manejar mis silencios. A lo sumo, mis preguntas. Y
bueno, no será ni el primero ni el último que maten porque molesta a los
de arriba. El poder es jodido, ¡brutal! y a la vez tan delicado, porque
si nosotros no existiéramos, el poder no tendría razón de existir.
Bueno, yo me las pico, de mientras, “lira en bolsa”, a ver si todavía
la ligo de rebote. Notas: [1]
SHOFAR: Instrumento musical / Cuerno. [2]
COTURNOS:
Calzado que actores y mujeres
usaban con el fin de parecer más altos. [3]
PILATO:
Procurador romano en Judea. [4]
LONGINUS:
Soldado de quien se dice, traspasó con una lanza a Jesús. [5]
GOY:
No judío. [6]
DENARIO:
Primera moneda de plata acuñada por los romanos. [7]
TEBET: Diciembre. |
Emilio Núñez Ferreiro
En el año 2001, en el Certamen de Cuento Breve "Santiago Davobe", de la Universidad de Morón, este cuento fue distinguido con el tercer
premio
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