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El correo del viento.
Un timbre apenas impreso
no quería saber nada de estar pegado
en las cartas o postales
y llegar a su destino
después de una larga travesía,
inseguro en un batir de alas
en el interior de sacos de correos.
Aquel timbre recién nacido,
no quería ser usado
ni menos puesto como sello en la cara
de la misiva
que después se convertiría en un papelucho.
Mientras atento estaba haciéndose
esta reflexión
una ráfaga de viento fuerte
lo hace escabullirse
de improviso,
del escritorio,
para terminar encima de una hoja
mojada de escarcha.
Pegada tan bien a la hoja estaba
Que cuando esta la rama dejó
él con ella se fugó.
La hojita se convierte en una misiva
y era el viento que la mandaba,
el timbre encima de ella pegado
estaba contento,
feliz y dichoso.
La hojita,
como ligera cartita,
llevó su mensaje
en el aire, en el viento:
Toda la vida, hasta aquel momento,
era para ella un bellísimo tiempo. |
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