El Capricho poema de Enrique Juncosa
para Víctor Esposito |
Los días son azules y secos y un viento musculoso los envuelve y desenvuelve con veloces lienzos blancos. La casa está oculta entre los álamos que organizan, además, violeta campos de alfalfa a lo largo de una línea de sauces que dibuja un río de aguas transparentes, argentinas y heladas. Camino bajo los sauces levantando bandurrias que tocan el claxon como si fuera una flauta. Los sauces se acaban y el río se enrosca en arenales y explanadas de guijarros. Los perros corren saltarinas liebres sorteando arbustos y varios buitres negros mondan los huesos de lo que fue una cabra. Tras los alambres que delimitan El Capricho se abre la estepa árida de los escarabajos que forma cerros redondeados salpicados de espinos y de matas. Continúan las liebres como proyectiles caprichosos alertados por parejas gendarmes: los teros, que son pájaros chivatos y ruidosos. Una vez en lo alto del cerro contemplo de nuevo las alamedas y los sauces que conforman un oasis en la vastedad de la estepa bajo los picos nevados de los Andes. Una manadas de guanacos que se espanta. Saltan como antílopes levantando finas polvaredas. Me arde la piel con el sol austral. Las nubes se mueven de forma que parece que se mueve la tierra y mi respiración es una provincia del viento sumida en la insurgencia. No hay nadie. Sólo el ganado disperso y el olor de la tierra seca. Aquí todo es belleza, todo es orden Todo lujo y quietud, nuestra delicia. Acabo de leer el volumen último de los diarios de Sándor Márai en el que describe la muerte de su mujer, su compañera durante sesenta años, antes de quitarse la vida. Es un libro duro y lapidario como este paisaje pero en el que surge también: su voz olía a flores. Me rodean, justamente, matas de flores diminutas: uñas de gato y zapatitos de reina, ambas amarillas, también tomillo rosa y blanco, zampas fucsia, duraznillos y mata fuegos rojos, verbum ocres y naranja, y otras flores cuyo nombre todavía desconozco. El espinoso jardín natural de la estepa como plano cifrado de la memoria ardiente. A los lejos oigo relinchar a los caballos |
poema de Enrique Juncosa
Originalmente en Periódico de Poesía nº 32
Link:http://www.archivopdp.unam.mx/index.php/1485&Itemid=1
Editado por el editor de Letras Uruguay
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