Pedro Salinas: profesión y oficio por Jorge Guillén
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I Aquel madrileño tan divertido, tan llano y campechano, jamás hablaba de su poesia. Menos aún: jamás se presentaba "en sociedad" como poeta. Se ensanchaba ese recato hacia una perspectiva irónica? Probablemente. El personaje del poeta arrastraba para —y para otros compañeros de su generación— una serie de figuras y ademanes tan ingenuos como cínicos; y esa comedia —porque así, bajo especie de representación se desenvolvía— era incompatible con la soltura y la sencillez del vivir cotidiano. Pero había algo mas que buen humor y reserva en aquel incógnito que guardaba Pedro Salinas entre las gentes. Nadie, por supuesto, le trataba sin sentirle poeta, siempre revelado por su carácter y su obra. Ese modo de ser constituye el manantial de una existencia, y todos vemos —y no solo adivinamos— el manantial según espontáneamente va manando sin organizarse en juegos de agua mas o menos artificiosos. Arte? Dentro del poema. Poema traspasado de vida, acto sumo, y por eso tan distinto de los otros actos, durante las otras etapas del vivir. Esta distinción se opone a la confusión entre vida y obra que suele denominarse estetismo. "La vida es un poema". ¡No! Tal pretensión errónea tiene que degenerar en una farsa. Farsa que no se circunscribe a su propio lugar: un tablado. Salinas y otros con el se desentendieron de aquel estetismo decadente. Eso significaba, entre otras cosas, la clasificación que se oía con frecuencia en el circulo de Federico García Lorca: "putrefacto". Era putrefacto, ante todo, el artista que hacia dengues de artista, y suspiraba ante el crepúsculo, y afectando en todo momento una exquisitez inoportuna rechazaba las vías comunes, es decir, ordinarias. (Y este vocablo "ordinarias" se asocia a "ordinariez".) ¡Cuanto nos hemos reído de todo eso! Salinas y sus amigos pertenecían a la clase media: la historia los había hecho "señoritos". Algunos se lo han echado en cara. ¡Pero si esa cara, por Dios, era la única autentica, si "ser señorito" presuponía la base para asumir no papel social! Claro que la procesión andaba por dentro, y que el poeta de entonces no se dirigía a su clase en cuanto a clase, a su frivolidad, a su mal gusto, a sus prejuicios. A pesar de tantas diferencias, ¡con que cuidado se procuraba evitar en la calle, en el café las fricciones descorteses, aunque fueran groserías de elegidos, incorrección privilegiada! Aquella suerte de privilegio se habla justificado también, durante el siglo XIX y el temprano XX, bajo el nombre de bohemia. El bohemio se moría de hambre con traza de rebelde, y alzándose hacia un desorden superior quedaba bien colocado en la sociedad a titulo de victima. Graciosa victima domesticada! Merced a sus amenidades confirmaba y aseguraba los abusos del orden general. Nada mas ilusorio que aquel contraste. Será inútil que el bohemio se esfuerce por distinguirse con su indumentaria y su ostentación capilar. Así se le perdonarán sonriendo las irregularidades en el reparto de sus horas. ¡Oh remoto bohemio, más delicadamente "cursi" que el burgués! Salinas ignoró la bohemia. Nunca pensó que los dones literarios le autorizaban a llegar tarde a una cita. Eso habría sido también putrefacto. Ninguna putrefacción: ni la del esteta ni la del bohemio. Que sencillo todo! En cuanto hombre, una conducta de hombre sujeto correctamente a la ley común. ¿Cómo sabremos que es poeta? Ahí tenéis su obra, solo explicable por ese borboteo del manantial: el hombre Pedro Salinas. II Profesor Según el oriente —maravilloso— de la vida normal van avanzando el hombre, el poeta. ¡Ruta sin trampas! No se busquen rasgos de voluntaria extrañeza que llamen la atención. Pedro Salinas nunca fue raro porque era muy fino. ¡Adelante! La poesia se le impone con tal fuerza de profesión que no podrá convertirse en profesión económica. A la pregunta que origina la demanda de un pasaporte seria ridículo o insolente responder: "Poeta". (Como entre las averiguaciones burocráticas no se registra "Enamorado".) ¡Conviene que haya una labor confesable: un oficio! Salinas, universitario, escogió el oficio que tenia más a su alcance, el más próximo a su profesión. Desde 1914 hasta 1951 se ganó la vida enseñando literatura española. Ningún otro quehacer había mas asequible a su inteligencia y su preparación. Escritor nato, habría de llegar a su obra abriéndose camino entre las obras ajenas, leyendo y releyendo con apasionada constancia. ¿Y que poeta completo no mantiene una relación de voracidad con la poesia de su idioma? Por gusto —y no por deber— realizará, gracias a esta afición sabrosa, el mejor tipo de enterado. Que gozo hubo para Salinas en su incesante leer! Nadie vivió los libros mas dentro de la gran corriente de la propia vitalidad. Cultura y frescura: una cultura creada por la frescura del vivir en su plenitud. ¿No es leyendo y escribiendo como se consigue la integra experiencia literaria? Todo el mundo lo sabe. No hay creación sin critica. No hay inspiración profunda sin una conciencia que la contemple: segundo movimiento que habrá de operar sobre la inspiración contemplada. ¿Critica? Creación otra vez. El gran poeta —y no solo el buen poeta modesto— entiende de poesia al fin y al cabo —al cabo de su leer y su escribir. Creación, información, intelección: de que habrá menester Pedro Salinas para enseñar literatura? De ganas. Pues las tuvo. A lo largo de toda su carrera fue a clase dispuesto a pasar una hora deliciosa, precisamente porque en ella ponía su espíritu. La puerta del aula no le inducía a renunciaciones. Entre los alumnos y el se situaba un tema inagotable para el creador y el profesor: una sola persona, un solo Salinas verdadero. El oficio —tan oficial— se establecía junto a la profesión nada oficial. Nos exigen —decía— que hablemos de literatura. encima nos pagan? Con fervorosa competencia desempeñó su trabajo. Ante el juvenil auditorio se desplegaban en desfile clarísimo los muchos pensamientos que suscitaba el autor de nuevo ahondado. ¡Volver —y volver siempre con mas ahínco y mayor conocimiento— a las paginas tan queridas, tan sabidas: proezas del Cid, aventuras de Don Quijote, monólogos de Segismundo! Originalidad no hay sin tradición, y en los datos descansa la critica. Todo, todo resuma historia, porque el sentido histórico guía a los cultos de hay desde la masa de la sangre. Pocas veces se habrá logrado como en Pedro Salinas un equilibrio tan armónico entre el poeta, el critico y el profesor.
III El caso no era nuevo; insignes precedentes habían demostrado su legitimidad — lejos de cualquier hibrida mezcolanza que perturbase la creación y la docencia. Pero nada esta claro para los caletres oscuros. ¿Quien no ha oído clasificar a Salinas y a otros de su generación como "poetas-profesores"? Bajo esas palabras hay siempre un retintín de mayor o menor desdén según sea mas o menos obtusa la persona que las profiere. Tales doctores, si versifican, no podrán ser geniales; y el poeta ha de ser un "genio" — para el vulgo. Porque solo el vulgo (y este nombre iay! no envejece nunca) se imagina que existe contradicción entre el numen y la cultura. "Profesor" quiere decir "docto". ¿Y que poeta, grande o pequeño, genial o no genial, ha sido indocto? Yo no se de ningún inspirado, muerto o vivo, que justifique la tesis opuesta. No, no se puede encasillar y valorar a los escritores según su manera de ganarse o no ganarse el sustento. (En alguna ocasión, peor seria meneallo.) Salinas vivió de un oficio tan honesto como público. De verdad poeta y profesor de verdad, nada tuvo que ver con el aficionado a una poesia de academia.
Otro genero de incomprensión tienen que aguantar los
Salinas. ¿No serán sospechosos de heterodoxia para los colegas mas pedantes o mas inocentes? Manejar la literatura del
pasado como un objeto ya arqueológico exigirá una gran acumulación de noticias que ilustren los hechos exteriores: los
únicos susceptibles de ser compulsados por método científico. Erudición, si, pero no critica: intuiciones, ideas,
análisis. En el
fondo, nadie mas modesto que el modesto erudito. Al pan, pan,
y al dato, nota. La nota fundamenta el interés —macizo— de Pedro Salinas, que jamás prescindió de la Historia en sus interpretaciones literarias, jamás creyó en la critica científica de la literatura. Cualquier "cientificismo" en las Letras le repugnaba. ¡Cuantos sarcasmos y dicterios le arrancaba —con desgarrón doloroso— la cortedad positivista! Era ineludible, por eso, en esta semblanza reavivar aquella infatigable polémica, implícita o explicita, que sostuvo con su palabra y su proceder. Admirado por sus iguales, adorado por sus discípulos, Salinas dio a todos el ejemplo de como se debe afrontar la creación literaria: Jorge Manrique o Tradición y originalidad, La poesia de Rubén Darío. Solo un poeta de gran cultura, y bien centrada, podía componer y escribir estas dos obras de primer orden. ;Poeta y profesor! |
Documental sobre el poeta y catedrático Pedro Salinas 1 de 4
Publicado el 24 oct. 2015
Uno de los mejores documentales sobre el poeta y catedrático Pedro Salinas. Está subido en cuatro partes. |
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Palabra Voyeur - Empújame, lánzame. Pedro
Salinas - 02/12/15
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Jorge Guillén
Revista "Número"
Año 4 Nº 18
Montevideo Enero-marzo de 1952
Ver, además:
Pedro Salinas en Letras Uruguay
Jorge Guillén en Letras Uruguay
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